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Secretarias: las esposas de la oficina

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Auge y caída de una profesión 'femenina'
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Auge y caída de una profesión 'femenina'

Desde hace más de un siglo, el trabajo de secretaría ha sido ensalzado como una oportunidad profesional maravillosa para las mujeres. Hoy, las secretarias son responsables de una mayor variedad de tareas complejas que sus predecesoras, pero la palabra en sí misma es tan degradante que la mayoría de las oficinas la dejaron de lado hace mucho tiempo, en favor de 'administrativa'. Y es que, la imagen infravalorada y los bajos salarios provocaron una crisis que se inició a finales de 1970. El estereotipo de secretaria sexy y tontorrona se lleva mostrando en publicidad, novelas, películas, programas de televisión, cómics y demás formas de 'cultura pop' durante mucho más tiempo de lo que probablemente imaginemos. En la actualidad, series como Mad Men (en la imagen), reflejan a la perfección una época en la que fumar y trabajar en una oficia eran signos de modernidad. The Huffington Post repasa, en portadas, la historia del más pernicioso de los modelos de secretaria: la 'esposa de oficina'.
Auge y caída de una profesión controvertida
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Auge y caída de una profesión controvertida

Desde hace más de un siglo, el trabajo de secretaría ha sido ensalzado como una oportunidad profesional maravillosa para las mujeres. Hoy, las secretarias son responsables de una mayor variedad de tareas complejas que sus predecesoras, pero la palabra en sí misma es tan degradante que la mayoría de las oficinas la dejaron de lado hace mucho tiempo, en favor de 'administrativa'. Esta imagen infravalorada y los bajos salarios provocaron una crisis que se inició a finales de 1970. El estereotipo de secretaria sexy y tontorrona se lleva mostrando en publicidad, novelas, películas, programas de televisión, cómics y demás formas de 'cultura pop' durante mucho más tiempo de lo que probablemente imaginemos. En la actualidad, series como Mad Men (en la imagen), reflejan a la perfección una época en la que fumar y trabajar en una oficia eran signos de modernidad. The Huffington Post repasa, en portadas, la historia del más pernicioso de los modelos de secretaria: la 'esposa de oficina'.
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Las mujeres entraron por primera vez en el cargo de secretarias de departamento gracias a una escasez de mano de obra causada por la Guerra Civil. Casi de inmediato, el pensamiento de los hombres y mujeres que trabajan codo con codo, sin vigilancia, dio que hablar. Tanto es así que en 1894, el autor de una guía de Nueva York hizo todo lo posible para defender la reputación de las mecanógrafas: "En pocos temas se han hecho tantas bromas de mal gusto como en el de las 'guapas mecanógrafas'. Es cierto que algunas aventureras sin principios y chicas débiles y tontas han entrado en esta ocupación. Sin embargo, la gran mayoría de las mujeres que operan máquinas de escribir son modestas, trabajadoras y dignas de todo el apoyo".
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En cuanto a la reputación de la secretaria, no ayudó el hecho de que tuviera que atender al jefe a puerta cerrada, una de las principales responsabilidades de su trabajo hasta la década de 1970. Cada vez que él la llamaba, ella tomaba su libreta y su lápiz y se metía en su oficina cerrando la puerta detrás de sí. Allí, apuntaba las palabras del jefe en taquigrafía (sistema fonético de escritura rápida que utiliza letras o símbolos para indicar los sonidos, en vez de palabras), y más tarde las transcribía a máquina. Esta era, al menos en teoría, la forma en la que se trabajaba en aquella época pero, ¿quién sabe lo que ocurría realmente en el despacho?
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Mucha gente se entusiasmaba imaginando lo que podría tener lugar al otro lado de la puerta del despacho entre el jefe y su secretaria... incluyendo el fabricante de un conjunto de estereoscópicas de 1907. Una de las diapositivas más populares de esta época, titulada "¿Asunto urgente? ¡Mentirosa, miserable!", mostraba a una mujer elegantemente vestida descubriendo a su marido con la secretaria. En la siguiente, su marido se incorpora rápidamente, mientras su esposa le tira del pelo a la joven. Parece que hace un siglo ya existía un público potencial que disfrutaba con las peleas de chicas guapas.
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El término 'mujer de oficina' se remonta a la década de 1920, un período en el que la mujer cayó en una trampa profesional llamada secretariado, que el sociólogo C. Wright Mills denominó como 'el trabajo doméstico de su negocio', dirigiéndose a los jefes. Aunque lo que realmente ensalzó esta acepción fue una novela de Baldwin de 1930, titulada The office wife, que narra un triángulo amoroso entre una joven y ambiciosa secretaria, su jefe infelizmente casado, y la esposa aburrida de este.
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Treinta años más tarde, otra novela titulada del mismo modo recogía textos como este en sus páginas: "Stella llegó esa tarde, con sus ojos oscuros, sus labios curvados en una burlona sonrisa. Rick la había visto el viernes anterior en la reunión. En sus dedos largos y delgados, sostenía un lápiz recién afilado y un taquígrafo plano, abrió una página nueva y sin uso. Sus uñas eran inusualmente largas para una chica que debía escribir todos los días y se preguntó cómo sería sentirlas clavadas en su espalda". No hay que investigar demasiado para encontrar ejemplos aún más sucios en los que la relación entre el jefe (dominante) y secretaria (sumisa) da pie a todo tipo de escenarios sadomasoquistas.
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Además de la secretaria seductora que anhelaba conquistar o ser conquistada por su jefe casado, la cultura popular de vez en cuando retrató a otro tipo de mujer de oficina: la solterona que sacrifica una vida fuera del despacho a favor de su amor no correspondido por su jefe carismático. Más bien una madre que una compañera de oficina. De hecho, algunos escritores del momento sugirieron que las mujeres eran mejores secretarias que los hombres, en parte debido a sus habilidades maternales. Una buena secretaria debía pedir cita en la peluquería cuando su jefe necesitara un corte de pelo, o encargar un almuerzo nutritivo si este había cogido peso. Un buen ejemplo es Good Jobs for Good Girls (1949), una guía útil para lograr casarse con el jefe, que ofrece consejos tan 'interesantes' como "he's a baby, you're his nurse" ("él es un bebé, tú su enfermera").
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Además de la secretaria seductora que anhelaba conquistar o ser conquistada por su jefe casado, la cultura popular de vez en cuando retrató a otro tipo de mujer de oficina: la solterona que sacrifica una vida fuera del despacho a favor de su amor no correspondido por su jefe carismático. Más bien una madre que una compañera de oficina. De hecho, algunos escritores del momento sugirieron que las mujeres eran mejores secretarias que los hombres, en parte debido a sus habilidades maternales. Una buena secretaria debía pedir cita en la peluquería cuando su jefe necesitara un corte de pelo, o encargar un almuerzo nutritivo si este había cogido peso. Un buen ejemplo es Good Jobs for Good Girls (1949), una guía útil para lograr casarse con el jefe, que ofrece consejos tan 'interesantes' como "he's a baby, you're his nurse" ("él es un bebé, tú su enfermera").
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En las grandes empresas, las principiantes eran asignadas diariamente a quien necesitara ayuda. Una secretaria privada trabajado para un solo ejecutivo, lo cual, en plena década de los 60, contribuyó a perpetuar el estereotipo de 'esposa de oficina', en detrimento de ese sector de secretarias profesionales que comenzaba a crecer. La novela romántica Barbara Ames: private secretary, de 1960, tampoco ayudó a mejorar la situación. Tampoco las guías para secretarias que llenaban las librerías en la época, del tipo The Secretary's Guide to Dealing with People (1964), en la que se decía que "para llevarse bien con un ejecutivo había que hacer lo mismo que con el marido, sólo que un poco más", o libros eróticos para hombres como Very private secretary (1960). De hecho, tal vez ninguna otra ocupación femenina haya tenido tanto reflejo pornográfico como la de secretaria, aunque la de bibliotecaria o enfermera tampoco se quedan cortas.
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Más de lo mismo, aunque disfrazado de aventura para adolescentes. En la novela Marcia, private secretary (1958), una joven aprende las labores de secretaría y tropieza con un 'misterio desconcertante'. En lo profundo de las bóvedas de la antigua biblioteca se esconde el antiguo secreto de los expedientes perdidos y ella debe encontrarlo.
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La mojigata aunque profesional 'secretaria-detective' Marcia no tendría, sin embargo, ninguna oportunidad al lado de la alta, rubia y sensual protagonista de la novela Tall, blonde and evil (1964). "Sólo hizo falta una mirada para ver que siempre estaba lista para tomar el dictado... o cualquier otra cosa que el jefe quisiera darle", reza su portada.
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En marzo de 1972, los miembros de la Organización Nacional de las Mujeres protestaron en las oficinas de la agencia de publicidad Lois Holland Callaway, creadores de la camapaña "Olivetti Girl ", alegando que los anuncios "rebajaban la inteligencia de las secretarias" presentándolas como estereotipos de" guapas sin cerebro". El publicista responsable respondió con un nuevo anuncio de televisión para Olivetti. En esta ocasión, una jefa sexy saca una hoja de papel de la máquina de escribir de su secretario -un hombre-, y le dice: "Estoy muy contenta con su trabajo, Joseph. Por cierto, ¿qué hace esta noche?". El secretario, interpretado por la estrella deportiva y sex symbol del momento Joe Namath, se gira hacia la cámara y sonríe vigorosamente. Cuando una delegación de feministas, invitadas a la presentación del nuevo anuncio, se marcharon de la proyección, Lois comentó: "¿Cuál es el problema? ¿A qué jefe no le gustaría ser el secretario?".
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Mientras tanto, las secretarias, incentivadas por el movimiento de liberación de las mujeres, exigieron mejores salarios, mayores oportunidades, y se negaron a servir los cafés. Este movimiento allanó el camino a otras chicas que se convirtieron en secretarias tras asistir a escuelas profesionales. Junto a estos cambios sociales, nuevas tecnologías como la primera máquina de escribir eléctrica de IBM (desarrollada a mediados de los 60) o el contestador automático, hicieron posible que una secretaria trabajara para más de un jefe o que estos prescindieran de su ayuda por completo. En su conjunto, el feminismo y la tecnología significaron el fin del patrón tradicional de 'hombre y secretaria'.
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