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La denuncia estaba puesta desde hacía un día. El 28 de julio de 2012 Rocío Carrasco Mohedano fue a declarar ante el juez después de que su hija la hubiese denunciado por malos tratos 24 horas antes. Lo hizo entrando a la comisaría de la Guardia Civil por su propio pie, con las manos libres de metal y vestida con un atuendo veraniego de color rosa. Los fotógrafos no la cazaron esposada, pues no lo estuvo.

Allí, Carrasco declinó la posibilidad de declarar pero su pareja, Fidel Albiac sí quiso intervenir. Albiac negó haber presenciado lo ocurrido pero dio contexto a la situación relatando algunos episodios que habían tenido lugar en la misma casa en los días precedentes al 27 de julio. La confrontación entre madre e hija venía de largo. No se trataba de algo episódico. De hecho, como Carrasco declaró ante el juez al principio de 2013, su hija se encaraba con ella permanentemente desde que esta tenía 12 años, generando una situación insostenible para la hija de Rocío Jurado, que había necesitado ayuda psiquiátrica.

Esto se ratificó en el juicio contra la hija de Carrasco que se produjo posteriormente. El especialista que trataba a la madre de Rocío Flores aseguró, según se puede leer en la sentencia del Juzgado de Menores nº4 de Madrid 44/2013, este “manifestó en el plenario que los problemas que padece dicha paciente están claramente relacionados con la difícil y complicada situación que la señora Carrasco mantiene con su hija Rocío”.

Flores-Carrasco, una exclusiva de 2.000 folios

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