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Isabel Preysler y Naty Abascal, duelo de titanes
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Isabel Preysler y Naty Abascal, duelo de titanes

Lo bueno -o lo malo- que tienen las reuniones sociales donde hay dos cabezas de cartel es que, a continuación, llegan las comparaciones. En esta ocasión,

Foto: Isabel Preysler y Naty Abascal, duelo de titanes
Isabel Preysler y Naty Abascal, duelo de titanes

Lo bueno -o lo malo- que tienen las reuniones sociales donde hay dos cabezas de cartel es que, a continuación, llegan las comparaciones. En esta ocasión, se trataba de Isabel Preysler, la que fuera durante muchos años la reina del baldosín, y Naty Abascal, la emperatriz del estilismo, en la fiesta de Suárez. Ésta última fue la primera en enseñar a través de la revista ¡Hola! lo importante que resultaba para ciertos personajes sin currículo profesional darles un toque de distinción. Naty consiguió, como en el circo, el más difícil todavía. Por ejemplo, que los reportajes donde aparecían los habitantes de ‘Ambiciones’ tuvieran un empaque parecido al que gastan los miembros de la saga Medinaceli. Y eso que Abascal tenía en contra la querencia de los Janeiro-Bazán a los brillos, las transparencias y los abalorios al peso.

En el caso de Isabel Preysler, su éxito radica en exhibirse lo justo y necesario. Con el respeto debido, podría compararse a la reliquia de San Pantaleón, que una vez al año se licua. La mamá de Tamara no cambia su composición, pero da la sensación que tras las apariciones vuelve a introducirse en una urna de cristal como sucede con la sangre del santo. De todas formas, sus salidas dependen de que exista un buen contrato comercial detrás. A ser posible anual, como ocurre con las firmas Suárez o Porcelanosa. Si no es así, envía a sus hijas para que se ganen su dinerito de bolsillo. Y si hay que compartir protagonismos, como en la fiesta de las joyas, lo hace con alguien de su nivel como es Naty Abascal o a principios del verano pasado con el príncipe Carlos de Inglaterra. Aunque en este caso, la presencia tuvo que ver con importantes donaciones que Porcelanosa transfiere a las fundaciones benéficas del marido de Camilla.

El motivo de la velada, donde el duelo de titanes fue público y notorio, era presentar la nueva colección de la firma Suárez a base de diamantes en todas sus variedades, engarces y tamaños posibles. Y en este sentido también eran necesarias las comparaciones. Por ejemplo, Isabel Preysler llevaba encima 66,85 kilates repartidos en un solitario con diamante central talla cojín -les aseguro que así lo definen los expertos-; unos pendientes talla pera y un collar de oro blanco. Las mismas alhajas que luce en los anuncios de prensa y que esa noche acompañaron su paseo estelar. En el caso de Naty Abascal, la suma ascendía a 64,77 kilates en forma de solitarios, pulseras, zarcillos… con más cantidad, pero menos aparatosidad que su contrincante que refulgía como un árbol de navidad.

Respecto a temas de actualidad, Isabel no quiso dar importancia a las supuestas declaraciones de Miguel Boyer que parece que afirmó que no le gustaba que su hija Ana acabara como Chabeli, convertida en reclamo mediático. Resulta que la pequeña de la saga Preysler ha heredado el gen inteligente del padre y, por eso, el ex político no quiere que le alimenten el ego más allá de lo imprescindible.

Por su parte, Naty se convertía esa noche en protagonista de primer orden, precisamente por algo ajeno a su voluntad. Su amistad con Jaime de Marichalar la colocaba en el punto de mira y la pregunta era obligada: “¿Cómo se encuentra Jaime?”. Ella se salía por la tangente asegurando que no había podido hablar con él. Por supuesto, nadie la creyó, pero fue la forma elegante de salir del paso. Me consta que Naty estaba al cabo de la calle de la situación, entre otras cosas porque desde verano, como se ha visto, la Infantay Marichalar hacían cada uno su vida. Lo que sí le sorprendió, como a otros íntimos, es la forma y manera en que saltó la noticia. Sí fue muy clara al afirmar que en los momentos difíciles siempre estará y ha estado junto al amigo.

Esa misma noche, y entre otros grupos de invitados, circuló el nombre -los nombres- de la persona o personas que filtraron la información a sus amigos y conocidos al saber que la Infanta estaba decorando su nuevo hogar. Mejor dicho, quien lo hace es el experto Jaime Fierro y la duquesa da ideas. La búsqueda del chalecito familiar no se improvisa y mucho menos la logística relacionada con la seguridad. Por lo tanto, las pocas o muchas gargantas profundas se fueron de la lengua antes de tiempo. Seguramente, esas confidencias tuvieron que ver desde la vanidad de “yo lo sé”, hasta verdaderas traiciones en el entorno de la duquesa de Lugo. Al menos así lo comentaban los invitados entre los que no podía faltar Cary Lapique, que siempre pone a disposición de la firma para la que trabaja agenda y contactos.

Estuvieron Alaska y su marido, el emperador de las tendencias Mario Vaquerizo; Mar Saura; Maribel Yébenes, a quien muchas de las presentes deben su eterna juventud; Nuria González, con joyas propias regalo de su marido Fernández Tapias; Alfonso Cortina, que desde que dejó de ser Repsol para ejercer de bodeguero autónomo se le ve más feliz que una perdiz (en tiempo de veda, por supuesto); Carolina Tieu, viuda del embajador Tomás Chavarri con uno de sus hijos, que por cierto trabaja para los hermanos Luis y Rafael Medina Abascal, los “niños” guapos de Nati Abascal. Brillo, lujo y esplendor donde no se echó de menos al matrimonio Thyssen. Blanca y Borja estaban invitados como buenos clientes que son pero prefirieron quedarse en Barcelona. La excusa del embarazo no coló. Parece que su inasistencia tiene que ver con las exclusivas que aún quedan por llegar. Cuanto menos aparezcan, más valor tienen los reportajes.

Lo bueno -o lo malo- que tienen las reuniones sociales donde hay dos cabezas de cartel es que, a continuación, llegan las comparaciones. En esta ocasión, se trataba de Isabel Preysler, la que fuera durante muchos años la reina del baldosín, y Naty Abascal, la emperatriz del estilismo, en la fiesta de Suárez. Ésta última fue la primera en enseñar a través de la revista ¡Hola! lo importante que resultaba para ciertos personajes sin currículo profesional darles un toque de distinción. Naty consiguió, como en el circo, el más difícil todavía. Por ejemplo, que los reportajes donde aparecían los habitantes de ‘Ambiciones’ tuvieran un empaque parecido al que gastan los miembros de la saga Medinaceli. Y eso que Abascal tenía en contra la querencia de los Janeiro-Bazán a los brillos, las transparencias y los abalorios al peso.