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La Infanta Elena encuentra la felicidad en la hípica
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La Infanta Elena encuentra la felicidad en la hípica

Tras la separación o “cese temporal de la vida conyugal” de los duques de Lugo, las suposiciones, cábalas, intuiciones y teorías del cómo, cuándo y por

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La Infanta Elena encuentra la felicidad en la hípica

Tras la separación o “cese temporal de la vida conyugal” de los duques de Lugo, las suposiciones, cábalas, intuiciones y teorías del cómo, cuándo y por qué de la ruptura se han convertido en uno de los temas del momento. Cada día se conocen nuevos datos que avalan que la historia de desamor viene de muy atrás. Tanto es así, que ya en 2004 hubo un acuerdo para establecer las pautas de lo que en un futuro podía convertirse en disolución matrimonial. Y que esta ruptura ‘no anunciada’, en contra de lo que algunos quieren hacer creer, pilló con el paso cambiado a la propia Familia Real. Se ha sabido, por ejemplo, que la Infanta Elena, con Froilán y Victoria, se instalaron en el Palacio de la Zarzuela pocos días antes del viaje del Rey a la Cumbre Iberoamericana. Como cualquier hijo con problemas, volvió al nido para buscar y encontrar el apoyo necesario. La Reina, que oficialmente sufría una afección vírica y por eso no viajó a Chile con el Rey, debía intuir -como el príncipe y la hermana Cristina-, que la situación ya estaba fuera de control.

La pregunta sin respuesta inmediata es qué ocurrió entre la pareja para que se adelantara una decisión que tenía la aprobación del padre/rey, pero no antes de la Navidad. De hacer caso a ciertas informaciones, la venia paterna iba unida a la aparición conjunta de todos los hijos y sus respectivos en la celebración del cumpleaños de don Juan Carlos. No fue así y, aunque Jaime de Marichalar asista como invitado, ya no formará parte de la Real Familia salvo como padre de los nietos Borbones.

Otro dato que revela la premura, o mejor dicho, la precipitación de la ruptura matrimonial, tiene que ver con el actual domicilio de la Infanta. Se trata de un chalet unifamiliar de doscientos metros dividido en tres plantas, más pequeño que el primer piso de casada y con mejor distribución que el dúplex propiedad del duque de Lugo que, por cierto, tiene hipoteca avalada a través de dos inmuebles -dos pisos en la calle Velázquez-, herencia de la tía Coco. Aunque en su día se dijo que el duque era el único heredero, no fue así. Fue mejorado en su calidad de ahijado. También forma parte de la leyenda, el que esa donación tuviera que ver con una manera de tapar las bocas de los que decían que el sobrino se había casado por interés. Aseguran que el patrimonio de Marichalar era importante antes de su boda. Más tarde, en su calidad de consorte, se uniría a varios consejos de administración.

La casa de la Infanta, que Jaime Fierro aún no ha terminado de decorar, forma parte de una colonia de ‘hotelitos’ que en su día pertenecieron a empleados de Renfe y que el hábil empresario Luís García Cereceda, dueño de Lugarce y de Zalacaín, entre otras empresas, fue comprando y convirtiendo en chalets de superlujo. Es muy posible que el amigo del Rey le haya cedido el inmueble a la primogénita o, en el caso de que deba pagar un alquiler, sea muy inferior al de mercado. Lo que si queda claro es que no estaba previsto el desembarco Borbón. Al menos de una forma tan inminente, ya que las medidas de seguridad tampoco se habían resuelto y, de hecho, hace unos días se colocaron cámaras de seguridad y se elevó el muro protector.

Echando la vista atrás, hay dos puntos de inflexión en la ruptura matrimonial. La primera, cuando la Infanta viajó a Croacia y su marido se quedó en Mallorca. Fue una escapada que por aquel entonces los informados en asuntos regios explicaron como una “excursión” más o menos familiar con los duques de Palma y los primos Borbón Dos Sicilias como acompañantes únicos cuando parece que también formaban parte del grupo vacacional amistades del mundo de la hípica que en momentos difíciles han servido de apoyo a la Infanta.

El segundo punto del ‘no retorno’ y que llamó la atención fue que este verano los Marichalar Borbón no se desplazaron a los Hampton, un lugar privilegiado muy cerca de Nueva York donde se movían a sus anchas sin la presión mediática. Allí, la Infanta montaba a caballo en un picadero cercano a la megacasa en la que vivían, los niños ejercitaban su inglés y el duque practicaba el shoping. Este verano ni lo uno ni lo otro. A los dos se les veía con cara larga y compungida cuando estaban juntos. Justamente ese ha sido quizá uno de los cambios primordiales de la Infanta tras el anuncio del “cese de vida conyugal”. No solo sonríe como lo hizo en su primera salida privada al Club de Campo de Madrid, sino que ha retomado al mundo de la hípica donde se encuentra con grandes amigos como Astolfi, Fernández Durán, Sarasola, Latham, el grupo portugués -Mota, Rocha, Frutuoso de Melo, Moura…- y los más jóvenes como Susanala hija de García Cereceda, Marta Ortega y José Bono, hijo del ex ministro. Un ambiente que la Infanta conoce bien, donde no hay preguntas y la fidelidad es absoluta pase lo que pase y se vea lo que se vea.

Del 14 al 16 de diciembre se celebrará el Concurso Internacional de Saltos en Casas Novas, el centro hípico propiedad de Amancio Ortega y donde acuden los mejores jinetes del mundo. Seguramente, acudirá la duquesa de Lugo que, en estos momentos, como cualquiera en sus circunstancias, necesita alegrías y no tristezas.

Dicen los que la conocen, que a cuando el desamor se estableció en su relación matrimonial, a la Infanta le funcionó al principio la cabeza. Después el corazón. No se puede estar toda la vida con alguien que no te quiere o al que ya no quieres por muy hija de Rey que sea. Tiene toda la vida por delante para reencontrar la felicidad, aunque ahora se conforme con el cariño de los amigos de siempre.

Tras la separación o “cese temporal de la vida conyugal” de los duques de Lugo, las suposiciones, cábalas, intuiciones y teorías del cómo, cuándo y por qué de la ruptura se han convertido en uno de los temas del momento. Cada día se conocen nuevos datos que avalan que la historia de desamor viene de muy atrás. Tanto es así, que ya en 2004 hubo un acuerdo para establecer las pautas de lo que en un futuro podía convertirse en disolución matrimonial. Y que esta ruptura ‘no anunciada’, en contra de lo que algunos quieren hacer creer, pilló con el paso cambiado a la propia Familia Real. Se ha sabido, por ejemplo, que la Infanta Elena, con Froilán y Victoria, se instalaron en el Palacio de la Zarzuela pocos días antes del viaje del Rey a la Cumbre Iberoamericana. Como cualquier hijo con problemas, volvió al nido para buscar y encontrar el apoyo necesario. La Reina, que oficialmente sufría una afección vírica y por eso no viajó a Chile con el Rey, debía intuir -como el príncipe y la hermana Cristina-, que la situación ya estaba fuera de control.