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A Zapatero también le gusta Carla Bruni
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A Zapatero también le gusta Carla Bruni

Ni conejo ni cava. La tradicional copa de Navidad celebrada ayer en La Moncloa no contó con ninguno de los ingredientes de moda. “¿Es esto conejo?”,

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A Zapatero también le gusta Carla Bruni

Ni conejo ni cava. La tradicional copa de Navidad celebrada ayer en La Moncloa no contó con ninguno de los ingredientes de moda. “¿Es esto conejo?”, preguntaba más de un invitado ante las bandejas que ofrecían los camareros con patas de codorniz al Pedro Ximenez. En cuanto al cava, la incógnita persiste: se desconoce el motivo por el cual no fue servido entre los más de 700 invitados, la mayoría de ellos periodistas.

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, vivió ayer un corrillo sin fin: de grupo en grupo sufría las mismas tediosas preguntas sobre si iba a reformar la ley del aborto, la posición del PNV y, cómo no, la nueva novia del presidente francés, Nicolas Sarkozy, la cantante Carla Bruni que ha paseado por EuroDisney. “Es más guapa”, reconoció Zapatero en alusión a la ex mujer del líder galo, Cecilia Ciganer Albéniz. “Ha salido ganando”, apostillaron los periodistas mientras él asentía.

Menuda ‘copa de la marmota’. A Zapatero se le veía cansado de corrillo en corrillo ante tanta pregunta idéntica. Al final confesó a un grupo que le asombraba que los periodistas le abordaran a bocajarro y ni siquiera le dieran los buenos días antes de pasar a mayores, de atacarle con preguntas: “No pretendo que me feliciten la Navidad, que para eso estamos aquí, pero, al menos, podrían saludar primero”, se lamentó el líder socialista. Y había que verlos: más de dos centenares de profesionales a la caza del titular en una sala donde sólo había otra estrella invitada, la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, hábil anfitriona que eludió con maestría las preguntas y consiguió lo que no logró su jefe: no hablar de política.

Un secreto: De la Vega tiene tan poco tiempo para su vida privada que en estos cuatro años de legislatura sólo ha ido una vez al cine. Fue hace más de dos años, cuando acudió a una sala para ver Gangs of New York. Desde entonces, nada de nada. Sus colaboradores destacan su capacidad de trabajo: llega al despacho de La Moncloa a las nueve de la mañana y sale ya de noche. Siempre sin parar, para agotamiento de su gente.

En un corrillo cercano Fernando Moraleda departía con los invitados apoyado sobre dos muletas. Tiene una luxación por practicar un deporte de alto riesgo: jugar al paddel con sus vecinos en una pista de la urbanización plagada de boquetes… Tropezó con un agujero y ahí está: cojo, pero sin faltar al trabajo desde el primer día. La ventaja es que ser secretario de Estado de una de las áreas más duras del Gobierno, la Comunicación, le ha curtido en esto de las presiones de los poderosos y quizá logre un hito en la historia de las comunidades de propietarios: que los vecinos abran la cartera para costear un asfaltado de la pista de la urbanización y que nadie más se rompa la crisma. Pero eso es un deseo más que una realidad.

Un regalo para la 'vice'

Para encantadores, los fotógrafos de la prensa diaria. El grupo al completo se acercó a De la Vega para regalarle un pequeño peluche, un gnomo de Papa Noel (las malas lenguas aseguran que los cámaras lo acababan de birlar de una bandeja de canapés). A la vicepresidenta le encantó el detalle, no en vano es una de los políticos que mejor cuida a los fotógrafos, y, feliz, aceptó posar con el grupo para la posteridad. Luego hubo fotos con las chicas periodistas, los empleados de La Moncloa… Como en las bodas.

Para entonces Zapatero ya se había ido a la comida oficial con el líder libio Muamar El Gadafi, de paso por España donde cazó perdices de bote en Sevilla –esas que se crían en cautividad y se sueltan poco antes de la cacería-, sirvió de marco para acuerdos comerciales con las principales constructoras y se paseó con sus 40 mujeres escoltas –que no son vírgenes, insisten las fuentes oficiales- y su famosa ‘jaima’ que instaló en el Palacio del Pardo. Aunque, siendo prácticos, Gadafi optó por dormir al calor de las habitaciones del palacio... En el exterior de La Moncloa llovía aguanieve.

Ni conejo ni cava. La tradicional copa de Navidad celebrada ayer en La Moncloa no contó con ninguno de los ingredientes de moda. “¿Es esto conejo?”, preguntaba más de un invitado ante las bandejas que ofrecían los camareros con patas de codorniz al Pedro Ximenez. En cuanto al cava, la incógnita persiste: se desconoce el motivo por el cual no fue servido entre los más de 700 invitados, la mayoría de ellos periodistas.