Bardem, mejor de cañas que en Cannes

Javier Bardem parece haberse tomado muy en serio eso de disfrutar de un año sabático. Tras una temporada en la que el trabajo no le permitió descansar con los suyos ni disfrutar de los placeres de la vida que más le gustan, el único actor español galardonado con un Oscar está dispuesto a recuperar con creces el tiempo perdido, y si para ello tiene que excusar su asistencia a eventos tan importantes como la presentación de una película suya en el festival de Cannes, pues lo hace.

La totalidad de la prensa se pregunta dónde estaba Javier Bardem mientras en la Costa Azul francesa Woody Allen y Penélope Cruz presentaban la primera película que el director neoyorquino realiza en España. Pues bien, el actor estaba de cañas en uno de sus sitios predilectos: el barrio madrileño de La Latina.

El actor se dejó ver el pasado fin de semana tomándose unas cañas bien fresquitas en compañía de su buen amigo el director Fernando León de Aranoa por las terrazas y bares de este céntrico barrio madrileño, que cada fin de semana recibe a muchos visitantes ávidos de su buen ambiente. El actor tuvo la oportunidad de disfrutar de sus tapas favoritas en locales como El Corazón Loco, que tiene vinculación con su familia desde que en 2004 abriera en el local que antes ocupaba La Carpanta, uno de los clásicos de La Latina.

Bardem es una de esas personas con las que apetece irse de fiesta, según ha confesado George Clooney, que se deshizo en elogios con el actor cuando éste se trasladó a Los Angeles. Si Woody Allen lo hubiera sabido, seguramente habría preferido estar tomándose unas cervezas con el actor antes que enfrentarse a los caprichos de su diva Scarlett Johansson, que tampoco acudió al estreno francés.

Su ausencia también fue motivo de controversia entre los medios, aunque finalmente se ha descubierto que no se debió a los preparativos de su boda ni a algún compromiso laboral que resultara inaplazable. La respuesta a la incógnita tiene que ver nada más y nada menos que con sus aires de diva. La neoyorquina exigió mucho más de lo que la distribuidora del filme estaba dispuesta a ofrecerle.

Al parecer, Johansson exigió un maquillador cuya minuta diaria ascendía a más de 5.000 euros y además se negó a hospedarse en la suite que le habían reservado en el mismo hotel que Allen y Cruz, que se encuentra en el centro de la ciudad. Scarlett prefería un establecimiento a treinta kilómetros de Cannes, atraída por su lujo.