Tita Cervera no tiene quien le escriba

Mientras los cocineros estrella se revuelven contra el ensayo de su colega Santi Santamaría, la baronesa Thyssen busca escritor de éxito o similar para que dé forma a los apuntes, pensamientos e impresiones vitales que desde hace años agrupa en varios cuadernos a modo de diario. Según me contó en su día, esta costumbre de apuntar sus reflexiones y vivencias cotidianas fue un consejo que recibió de su madre cuando era jovencita y estuvo interna en un colegio suizo.

Todo ese material, más la historia personal y profesional, sería la base para su libro de memorias donde, por supuesto, entroncaría con la biografía del barón, sin dejar de lado los aspectos relacionados con la colección de arte y la Fundación Thyssen. Esta es la idea que tiene Tita desde hace tiempo. El problema es encontrar a alguien que convierta su deseo en realidad y que además se adecue al ir y venir de la baronesa. Escribir no es igual que pintar los cuadritos que decoran las habitaciones de las mellicitas. Un documento de estas características requiere la mano de un profesional.

Las anteriores experiencias de contratar biógrafos por encargo no salieron bien. Las relaciones con José Luis de Vilallonga casi acaban en un juzgado. Y con David Litchfiled, autor de La historia secreta de los Thyssen, pasó algo parecido. Un primer libro que nunca vio la luz fue un encargo directo del barón que, al no estar de acuerdo ni con el fondo ni con la forma, canceló la operación.

“Teníamos los derechos y, por lo tanto, nunca se publicó. Cuando leí el libro, me parecía vulgar. Hablaba mal de las diferentes esposas que tuvo Heini. Parecía una película de folletín, de chismorreo. Además, no se hablaba de arte ni de sus negocios. Le propuse un acuerdo: que otra persona escribiese la parte del arte y los negocios y que eliminara los chismorreos sobre sus mujeres. Y no quiso”, explicaba Carmen Cervera cuando apareció publicado el segundo libro que dejaba en muy mal lugar a sus protagonistas.

Otras historias que vinieron después tampoco convencieron a Tita, y de ahí que se le ocurriera contar en primera persona s sus vivencias terrenales. Y en esas anda. Por el momento es como el coronel de García Márquez, que no tienen quien le escriba.