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Tita Cervera y Blanca Cuesta, unidas por la pintura
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Tita Cervera y Blanca Cuesta, unidas por la pintura

Empezó como un entretenimiento, pero poco a poco Blanca Cuesta le ha cogido gusto a los pinceles. La nueva señora Thyssen, quizás por la influencia lejana

Foto: Tita Cervera y Blanca Cuesta, unidas por la pintura
Tita Cervera y Blanca Cuesta, unidas por la pintura

Empezó como un entretenimiento, pero poco a poco Blanca Cuesta le ha cogido gusto a los pinceles. La nueva señora Thyssen, quizás por la influencia lejana de su suegra, se ha convertido en una experta pintando al óleo. Comenzó jugando con los colores, al más puro estilo Humberto Janeiro padre, y ahora quizás se plantee algún día enseñar su colección.

Quienes han visto sus obras dicen que no pinta mal. Para definir el estilo de Blanca necesitaríamos la mano de un experto, pero roza más bien lo abstracto. En su momento se dijo que el padre de Jesulín aprendió a coger los pinceles en un curso por catálogo, aunque lo de Blanca ha sido otra cosa. A raíz de un problema físico de Borja, que le mantuvo en reposo durante un tiempo, la joven empezó a copiar imágenes. La idea de plasmar con colores todo lo que veía le subyugó.

A partir de ese momento maduró la idea y perfiló su estilo. No sabemos si mamá Tita ha supervisado los lienzos, pero tal y como están las cosas parece difícil. Aunque de cara a la galería posan juntos, en bautizos varios y recientemente en un barco, puertas adentro el ambiente es tenso. Dicen que hace poco, en una tienda de Playa de Aro, Tita se enamoró de una cazadora. Blanca la vio primero y se la quedó. Sin embargo, se comenta que fue la baronesa quien pagó finalmente la pieza de marca y muy cara.

En torno a esta familia tan peculiar, la leyenda popular da mucho de sí. Cuentan que hace unos días, los Thyssen en tropel caminaban por el Paseo de Gracia de Barcelona, pasando casi desapercibidos. Sólo un detalle hacía evidente su presencia en el asfalto: cuatro guardaespaldas que custodiaban al grupo. Dos de ellos le abrían paso entre el pueblo, mientras los otros dos seguían su rastro por si las moscas.

A lo mejor éste es uno de sus últimos paseos urbanos de la familia. Pronto Borja y Blanca regresarán a Ibiza, donde tienen su hogar desde hace tiempo. El matrimonio volvió a Barcelona para tener al pequeño Sacha, pero su deseo es establecerse en su pequeño paraíso blanco. La gente, y sobre todo los empleados de las tiendas del puerto Marina Botafoc, les echan de menos. El joven matrimonio cuenta con la simpatía de muchos. Allí, su trato es muy cercano. Son muy discretos y evitan dar cualquier tipo de escándalo.

Empezó como un entretenimiento, pero poco a poco Blanca Cuesta le ha cogido gusto a los pinceles. La nueva señora Thyssen, quizás por la influencia lejana de su suegra, se ha convertido en una experta pintando al óleo. Comenzó jugando con los colores, al más puro estilo Humberto Janeiro padre, y ahora quizás se plantee algún día enseñar su colección.