Borja Thyssen se queda sin casa

Por el momento Borja y Blanca tendrán que esperar para ser propietarios de la mansión de La Moraleja donde tenían intención de instalarse pasado el verano. Como informaba Vanitatis hace unas semanas (Ver noticia), Carmen Cervera, como cualquier madre con posibles, quería tener cerca al hijo y de ahí el regalito en forma de casoplón.

Todo iba sobre ruedas y hasta las relaciones con Blanca se habían suavizado. Pero de pronto lo que era blanco se convierte en negro y donde dije digo, digo Diego. A día de hoy la compra del que será el futuro hogar del matrimonio Thyssen se ha parado. Las razones poco tienen que ver con la crisis económica y sí con el malestar de la madre Tita por una serie de desencuentros, unos banales y otros de carácter muy privado que solo les interesa a los protagonistas pero que han provocado de nuevo un cierto distanciamiento que sería el que ha llevado a retrasar la adquisición de la mansión.

La baronesa es una mujer muy generosa con todo el mundo; más con sus amistades y por supuesto con su hijo. Lo que no le gusta es que la ninguneen. Resulta que mientras estaban todos en Ibiza se entera de que Blanca (y Borja en menor medida) tenían intención de celebrar una fiesta para una veintena de amigos en su barco. La pareja no le comunica esta decisión y como es natural la política de hechos consumados no le gusta nada.

Coincidiendo con dos fiestas organizadas en Marbella a las que estaba invitada más una serie de entrevistas profesionales para tratar asuntos relacionados con el museo de Málaga abandona Ibiza rumbo a la Milla de Oro, donde la reciben con los brazos abiertos. Seguramente este enésimo desencuentro familiar se resolverá como los anteriores: con Tita cediendo.