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Mamá se quiere casar
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Mamá se quiere casar

Durante años, la duquesa de Alba ejerció de apagafuegos de los líos de su familia. No había semana (y día) donde sus hijos y colaterales directos

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Mamá se quiere casar

Durante años, la duquesa de Alba ejerció de apagafuegos de los líos de su familia. No había semana (y día) donde sus hijos y colaterales directos no se convirtieran en noticia. Y casi siempre fue por asuntos que nada tenían que ver con temas culturales o relacionados con la Fundación. Cuando no eran los devaneos sentimentales del yerno torero, eran las tristezas públicas de Eugenia o las raras compañías del hijo jinete y sus continuos desplantes. En su día tuvo que salir al paso con la tumultuosa separación del duque de Huéscar y después el embarazo de la ex Matilde Solís.

 

Más tarde llegaron los amores y desencuentros del primogénito con Alicia Koplowitz que tanto dieron que hablar o el noviazgo de la niña de la casa con Gonzalo Miró o el enamoramiento de la sobrina Blanca de Francisco Rivera. La duquesa lo negaba públicamente hasta que fue tan obvio que no tuvo más remedio que aceptarlo. Ha sido de las pocas veces en que la megaristócrata no quiso retomar el tema y dejó de contestar a las preguntas relacionadas con lo que ella llegó a considerar una tradición familiar.

Salvo momentos excepcionales en los que abrumada por el peso de la responsabilidad familiar prefería las expresiones corporales a base de cortes de manga, nunca evitó a la prensa. Procuraba salir del paso con elegancia como ocurrió en la boda de Cayetano y Genoveva celebrada en Dueñas. Mientras los recién casados se atrincheraban dentro del palacio sevillano, la duquesa salía a la verja y daba las gracias a los reporteros y al pueblo soberano que hacían guardia en la calle. A diferencia de sus hijos, Cayetana es una mujer muy sociable y no le importa recibir los besos y saludos de la gente de la calle. Como le contaba a Jaime Peñafiel en la magnífica entrevista que le hizo en su casa ibicenca, “mi filosofía en la vida es vive y deja vivir”. Por eso, ella, que no se ha metido en la vida de sus hijos, ni en sus líos y mucho menos en sus decisiones sentimentales, se ha encontrado con un muro de incomprensión filial. Al enterrase de las pretensiones de su madre hubo una especie de clamor en forma de título de comedia de enredo: “¡Horror, mamá se quiere casar!”.

Dicen que lo que más le ha dolido ha sido que los hijos, y sobretodo el primogénito, actuaran a sus espaldas sin contar con ella en ningún momento. Incluso el comunicado enviado por la Casa de Alba no tenía su beneplácito.”Cayetana lo ha pasado mal porque no entiende la actitud de oposición de algunos de sus hijos”, me cuenta Peñafiel que asegura que “tiene la cabeza fantástica y sabe lo que hace”. El periodista no se arriesga y dice “que un día de estos da una sorpresa. Efectivamente está enamorada y si quiere hacer de su capa un sayo que lo haga”.

En cuanto a la polémica llamada real, el periodista me explica que la conversación discurrió en términos más o menos distendidos y que no fue definitiva a la hora de tomar la decisión de no casarse. Aunque todo puede variar de un día a otro. “Si Cayetana se empeña no hay quien la pare. Cuando habla de Alfonso se le ilumina la cara”, dice Peñafiel, autor de la exclusiva televisiva.

Lo que lleva peor son las críticas al novio. Desde el entorno amistoso de Cayetana y su familia, al funcionario Díez le califican de aprovechado, listillo y trepa. Hay quien tiene interés en filtrar determinadas historias relacionadas con el pasado sentimental del “entrañable amigo”, que parece que a Cayetana le traen al fresco: “Mis sentimientos están ahí. Poco a poco me fui enamorando de él”. Quizá lo mejor que ha hecho la duquesa en está ultima semana haya sido dar su versión de este lance amoroso. Si al principio tenía tintes de culebrón, ahora sólo se trata de una historia de amor. Al menos por una de las partes que así lo ha confesado. 

Durante años, la duquesa de Alba ejerció de apagafuegos de los líos de su familia. No había semana (y día) donde sus hijos y colaterales directos no se convirtieran en noticia. Y casi siempre fue por asuntos que nada tenían que ver con temas culturales o relacionados con la Fundación. Cuando no eran los devaneos sentimentales del yerno torero, eran las tristezas públicas de Eugenia o las raras compañías del hijo jinete y sus continuos desplantes. En su día tuvo que salir al paso con la tumultuosa separación del duque de Huéscar y después el embarazo de la ex Matilde Solís.