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Raffaello Follieri, el estafador que embaucó a Anne Hathaway
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Raffaello Follieri, el estafador que embaucó a Anne Hathaway

La detención del novio de Anne Hathaway, el italiano Raffaello Follieri, sorprendió a muchos cuando tuvo lugar a principios de junio. Los cargos de los que

Foto: Raffaello Follieri, el estafador que embaucó a Anne Hathaway
Raffaello Follieri, el estafador que embaucó a Anne Hathaway

La detención del novio de Anne Hathaway, el italiano Raffaello Follieri, sorprendió a muchos cuando tuvo lugar a principios de junio. Los cargos de los que le acusaban las autoridades federales estadounidenses no son pocos ni leves: la fiscalía le imputa tres cargos de blanqueo de dinero, seis de fraude y uno de conspiración para cometer fraude. Tres meses después, el hombre que creyó tener el mundo a sus pies continúa en una prisión estadounidense y asume que le esperan al menos nueve años a la sombra antes de acabar finalmente deportado.

 ¿Quién es Follieri? ¿Cómo enamoró a Hathaway? Y sobre todo, ¿cómo consiguió tejer una tupida red de influyentes contactos en las esferas políticas estadounidenses y entre la alta jerarquía católica del país norteamericano? La edición estadounidense de Vanity Fair se desmarca en su número de octubre con un amplio reportaje sobre el Vati-con, término con el que le bautizó la prensa popular por su supuesta influencia sobre el Vaticano.

 

Follieri es un hombre que ha caído víctima de su propio sueño. La noche anterior a su detención el italiano descansaba en un apartamento de la Trump Tower de Nueva York con su madre. Su padre Pasquale había tenido que abandonar la Gran Manzana tiempo atrás, después de ser condenado por un tribunal italiano por apropiarse 300.000 dólares de una compañía que él gestionaba. Cuando se supo que el FBI y la fiscalía general de Nueva York investigaba a su familia, tomó las de Villadiego y volvió a Italia. Aunque la familia Follieri tuvo dinero para pagar los estudios de su hijo en Roma, él hablaba de ellos como “unos millonarios promotores inmobiliarios de tercera generación”.

La detención de Raffaello, ampliamente aireada por toda la prensa estadounidense, se produjo por apropiación de más de un millón de dólares de un inversor. Follieri habría utilizado ese dinero para pagar un jet privado que le llevó junto a su novia a una cena privada con Bill y Hillary Clinton organizada por Oscar de la Renta en República Dominicana, un exclusivo servicio médico para él y su novia o para contratar un servicio de élite para que paseara a su labrador Esmeralda.

El primer fracaso

Hubo un año que cambió por completo la vida de Follieri: fue 2003, cuando se decidió a cruzar el charco y llegó a Nueva York en compañía de su entonces novia, la actriz Isabella Orsini. Los dos planearon poner en marcha un negocio de cosmética que, a pesar de lo que dice él, nunca llegó a funcionar: de acuerdo con la Justicia italiana, la empresa cerró en 2002 dejando cheques sin pagar por más de 50.000 dólares. Pero para entonces Raffaello tenía otro plan de vida: usar sus contactos con el Vaticano, como el que tenía con el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del país del Papa, a través de su sobrina Andrea Sodano.

La idea de los Follieri era gestionar las propiedades inmobiliarias de la Iglesia Católica en Estados Unidos. El poder de relaciones públicas de Raffaello dejaba asombrado a cualquiera. La gente se quedaba embelesada con la presencia de distintos purpurados y obispos. Vincent Ponte, un restaurador y promotor inmobiliario en el cotizado barrio de Tribeca, en Nueva York, se quedó perplejo cuando, después de  verle entrar en su restaurante, “entró el cardenal Egan [arzobispo de Nueva York desde 2000] y saludó a Follieri como si fuera un viejo amigo”. Raffaello sabía que ese tipo de detalles encandilaba a sus inversores, lo que le facilitaría el acceso a su dinero.

Follieri tenía un ídolo: Aristóteles Onassis. El italiano admiraba al griego sobre todas las cosas: había sido capaz de ganar su primer millón cuando sólo tenía 25 años (la misma edad que Raffaello al llegar a EEUU) y perfeccionó el arte de usar el dinero de los demás. El truco consistía, al parecer, en utilizar parte del dinero de los inversores en él mismo. Así, cuanto más rico pareciera, más inversores se acercarían a confiarle sus fortunas.

¿Es culpa de Hathaway?

Para 2004, Follieri tenía casi todo lo que necesitaba. Sólo le faltaba una cosa: una novia bella y famosa que le ayudara a ocupar los huecos a los que todavía no había conseguido llegar. Entonces apareció Anne Hathaway, que se enamoró pronto, “no sólo de Follieri, sino de su conexión con el Vaticano”. Incluso llegó a acompañar a su novio a ver al Papa.

El mundo parecía sonreír al italiano. En la diócesis de Camden, por ejemplo, asegura que fueron “animados por el Vaticano para trabajar con el Grupo Follieri en lo que fuera posible”. No sólo eso: de acuerdo con los fiscales tenía todo tipo de vestuario eclesiástico en su oficina e incluso un altar para que los miembros de la jerarquía católica que le visitaran pudieran celebrar la eucaristía.

Follieri logró cultivar en EE.UU. una tupida red de relaciones que iban del matrimonio Clinton al juez del Supremo Samuel Alito, pasando incluso por el candidato republicano a la presidencia en las elecciones del próximo noviembre. Se sabe que el senador John McCain visitó a Follieri en un yate que éste había alquilado y que estaba fondeado frente a las costas de Montenegro.

Sin embargo, comenzaba el declive de su imperio. La jubilación de Angelo Sodano como secretario de Estado por el nuevo Papa Benedicto XVI fue el principio del fin, pero su presencia en actos sociales y sus viajes por el globo no se detenían. Entonces, cuando pareció sentir que las arcas de las diócesis estadounidenses se cerraban para él, se lanzó a gastar el dinero de sus inversores.

En la prisión en la que continúa su calvario, Follieri se pregunta quién le pudo delatar: ¿Alguien de la campaña de Clinton? ¿Una persona del círculo de su novia? ¿Quizás su abogado? Una cosa parece segura: “Si Raffaello no hubiera estado saliendo con Hathaway, esto no habría ocurrido”.

Fotos: Reuters / Efe

La detención del novio de Anne Hathaway, el italiano Raffaello Follieri, sorprendió a muchos cuando tuvo lugar a principios de junio. Los cargos de los que le acusaban las autoridades federales estadounidenses no son pocos ni leves: la fiscalía le imputa tres cargos de blanqueo de dinero, seis de fraude y uno de conspiración para cometer fraude. Tres meses después, el hombre que creyó tener el mundo a sus pies continúa en una prisión estadounidense y asume que le esperan al menos nueve años a la sombra antes de acabar finalmente deportado.