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La repentina muerte de Enrique Puig empaña la fiesta de ‘Vanity Fair’
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La repentina muerte de Enrique Puig empaña la fiesta de ‘Vanity Fair’

Prometía ser un sarao de esos que nunca se olvidan y en buena medida lo fue, pero el mundo es imprevisible y en ocasiones una noticia

Foto: La repentina muerte de Enrique Puig empaña la fiesta de ‘Vanity Fair’
La repentina muerte de Enrique Puig empaña la fiesta de ‘Vanity Fair’

Prometía ser un sarao de esos que nunca se olvidan y en buena medida lo fue, pero el mundo es imprevisible y en ocasiones una noticia inesperada puede cambiar la cara de un evento. Enrique Puig, dueño de la firma que con su apellido ha logrado granjearse un nombre en el negocio mundial de las fragancias y la moda, falleció este jueves como consecuencia de un infarto fulminante ante el que los equipos médicos no pudieron hacer nada. El empresario se encontraba en el hotel AC Ciudad de Sevilla, adonde había llegado en Ave desde Madrid, y mientras esperaba para asistir a la fiesta de Vanity Fair una parada cardíaca fulminante acabó con su vida. La noticia sorprendió y apenó a los cuatrocientos invitados que llenaban el patio de la sevillana Casa Pilatos, pero como dijo Freddy Mercury con Queen, ‘the show must go on’, y vaya que si continuó. Por todo lo grande, cabría decir.

 

Desde Vanity Fair se rogaba etiqueta, pero es que la ocasión lo merecía: echar un vistazo al patio del palacio del ducado de Medinaceli era como ojear cualquier ejemplar de la revista.  La fiesta contó con tantos famosos que sólo con sus fotografías se llenarían varios ejemplares del abultado magazine. Nombres de relumbrón procedentes de Hollywood (Orlando Bloom, Eva Green) y también nacionales dieron a la sevillana Casa Pilatos un glamour que el inmueble no conocía desde sus mejores épocas: ellos con esmoquin (como Mario Vaquerizo, aunque haya a más de uno que le sorprenda) y ellas de largo (excepto alguna contada excepción), llenaron un patio que no vivía tal agitación desde épocas ya supuestamente olvidadas.

La reaparición de Blanca Martínez de Irujo

La marcha había comenzado en Casa Pilatos desde que a sus puertas llegó el primer autobús repleto de vips. Entre chupitos de gazpacho, puré de maíz, de fresa y de guisantes, el patio principal del palacio se iba llenando de caras conocidas saludándose las unas a las otras. Por allí estaban Pilar González Gregorio, duquesa de Fernandina, o Blanca Martínez de Irujo, que cargada de entereza y seguridad en sí misma para enfrentarse a la prensa asistió a su primer acto público desde la ruptura con Fran Rivera. La sobrina de la duquesa de Alba se mostró segura y dispuesta a seguir adelante con su vida, y su presencia en el sarao de la editorial Condé Nast era un modo de demostrar a quien quisiera verlo que la vida continúa y que no hay que quedarse en casa encerrados sufriendo por los amores perdidos. Sobre su futuro no quiso desvelar gran cosa, aunque es seguro que no va a abandonar Madrid: “Es mi ciudad”, explicaba al comienzo de la fiesta.

En medio del patio los camareros trataban de moverse entre Carla Goyanes y Ana Millán sin dejar que se cayera ni una sola copa de manzanilla cuando, ante el ansia de los invitados por llevarse algo a la boca, la cena dio comienzo. En torno al patio principal, más de 30 mesas acogían a las personalidades más variadas dentro del amplísimo espectro que va desde Alaska hasta los señores de Trapote pasando por el embajador de Francia en España, y todos pudieron disfrutar de un compuesto por foie de oca al brandy de jerez, vichyssoise al sabor de la albahaca, supremas de dorada de Barbate con salsa de erizo y algas, yedra de queso y uvas y helados variados.

Una de las más impresionadas por el espacio en el que estaba teniendo lugar la fiesta era Salma Hayek. La actriz, que ya ha estado varias veces en Sevilla, confesaba a Vanitatis.com justo antes de comenzar la cena su sorpresa por el impresionante palacio. Además, tuvo tiempo de detallar sus nuevos proyectos, que incluyen varias propuestas para la televisión, y de explicar lo orgullosa que, como madre, se siente del aprendizaje de su pequeño retoño. La intérprete de Abierto hasta el amanecer asistió a la fiesta en compañía de su orgulloso padre, que no cabía de gozo cuando alguien le presentaba como el progenitor de la exitosa criatura.

La modelo María León fue una de las que más deslumbró tanto por su vestido (un Pedro del Hierro vintage) como por sus joyas, pertenecientes a la última colección de Carrera y Carrera. Pero no era la única procedente del mundo de la moda y los complementos: aparte de la ‘top’ o de la directora creativa de la firma, Sonia Ruiz, por el palacio sevillano se dejaron ver otras muchas personas del mundo de la moda como Nieves Álvarez, Stuart Vevers, Larraínzar o Victorio & Lucchino.

 La historia ha escrito muchas páginas en la sevillana casa de Pilatos. Marisol tuvo en 1965, por ejemplo, su puesta de largo en este recinto vestida de Christian Dior ante la atenta mirada de Audrey Hepburn entre otros. Grace Kelly y Jacqueline Kennedy protagonizaron entre sus muros un enfrentamiento durante el baile de debutantes del año siguiente… y así mil historias, unas divertidas y otras tétricas, que han cargado de simbolismo este precioso palacio levantado en el siglo XVI. La de este jueves sólo es la última página de un libro que con el sarao parece empezar un nuevo volumen: el de los famosos actuales y los que están por llegar.

Prometía ser un sarao de esos que nunca se olvidan y en buena medida lo fue, pero el mundo es imprevisible y en ocasiones una noticia inesperada puede cambiar la cara de un evento. Enrique Puig, dueño de la firma que con su apellido ha logrado granjearse un nombre en el negocio mundial de las fragancias y la moda, falleció este jueves como consecuencia de un infarto fulminante ante el que los equipos médicos no pudieron hacer nada. El empresario se encontraba en el hotel AC Ciudad de Sevilla, adonde había llegado en Ave desde Madrid, y mientras esperaba para asistir a la fiesta de Vanity Fair una parada cardíaca fulminante acabó con su vida. La noticia sorprendió y apenó a los cuatrocientos invitados que llenaban el patio de la sevillana Casa Pilatos, pero como dijo Freddy Mercury con Queen, ‘the show must go on’, y vaya que si continuó. Por todo lo grande, cabría decir.