Carmen Romero no es un paño de lágrimas

Lo dicen sus amigas: “Carmen es una luchadora, una mujer con mucha fuerza interior, y no se ha venido abajo tras separarse oficialmente de Felipe. Desde hace años, sabía que ese momento tendría que llegar, ya lo dijo muy claro en una revista: se quitó la alianza hace veinte años. Más claro…”.

Se refieren a Carmen Romero y a Felipe González. Alguien comentó en un medio de comunicación que la andaluza “va llorando sus penas por las esquinas”. Mentira. Su nueva vida está llena de alicientes, de unos hijos que la apoyan en todo y de unos amigos incondicionales.

Con ellos, con sus íntimos, comentó Carmen su intención de presentarse en las próximas elecciones al Parlamento europeo, y todos le animaron a que lo hiciera. Le vendrá bien volver a la política activa dentro de un partido, el PSOE, que la valora en lo que se merece y que la colocará entre los seis primeros en su lista ‘comunitaria’.

Todavía se recuerda el ímpetu y la capacidad de trabajo de Romero en sus años de diputada, su inteligencia y saber estar. Muchos la echaron en falta cuando decidió pasar a un segundo plano. Carmen, ahora, quiere irse a Europa, y no es, como alguien puede pensar, una huída hacia delante tras la separación matrimonial, sino una demostración de independencia y, en cierto modo, un intento de alejarse de la presión mediática. Porque los paparazzi asedian su casa de Somosaguas, incluso la siguen en sus viajes a Barcelona, donde vive una de sus mejores amigas.

Felipe, mientras tanto, disfruta de la vida al lado de su novia, Mar, de esa aristocrática casa del madrileño barrio de Salamanca, de esos puros habanos que tanto le gustan y de las escapadas “sentimentales” al extranjero. Y una aclaración: no es cierto que no se hable con sus hijos. Otro error periodístico de los desinformados. Su hija María le sigue llevando la agenda, y con los dos varones mantiene una relación cordial.