Audrey, el aniversario de un mito

Si hoy viviese, Audrey Hepburn soplaría las velas de su ochenta cumpleaños. Un día como este hace ocho décadas venía al mundo Audrey Kathleen Ruston en Bélgica, una niña de porte y familia aristocrática llamada a convertirse en una de las estrellas de la época dorada de Hollywood. A parte de títulos inolvidables en el mundo del cine, la artista vivió una complicada infancia, estuvo casada con el galán de cine de la época y protagonizó todo tipo de campañas humanitarias. Sin duda, una fotocopia antigua de Angelina Jolie.

Hepburn nació en Bélgica fruto del matrimonio entre un banquero inglés y una baronesa holandesa. Después del divorcio de sus padres, la pequeña se instaló en Londres donde asistió a los mejores colegios. Durante unas vacaciones en Holanda, Hitler tomó la ciudad en la que estaban, donde tuvo que permanecer hasta su liberación en malas condiciones de salud. Además, uno de sus hermanos acabó en un campo de concentración mientras que otro se perdió en los ataques de la resistencia. De ahí dio el salto a Londres como modelo.

En 1948, con apenas 20 años, la joven fue descubierta y debutó en el cine europeo. Pero su gran oportunidad le llegó cuando William Wyler le ofreció trabajar en la película Vacaciones en Roma junto a Gregory Peck, uno de los galanes del momento. A partir de allí le llovieron los papeles en el cine con títulos inolvidables como Sabrina, My Fair Lady, Desayuno con Diamantes, Sola en la oscuridad, Historia de una monja, Charada... Esto le permitió compartir protagonismo con estrellas del momento como Cary Grant, Humphrey Bogart, Rex Harrison o George Peppard.

Pero su vida personal y profesional se cruzaron por el camino. A principios de los cincuenta conoció a Mel Ferrer. La pareja se dio el sí quiero y disfrutaron de una década de matrimonio. Juntos protagonizaron varias películas y tuvieron un hijo. Cuando estaba en la cumbre decidió retirarse. Poco después contrajo matrimonio con el doctor italiano Andrea Dotti, con el que tuvo otro vástago. Sin embargo, nunca perdió su toque chic y su elegancia innata.

A finales de los ochenta decidió volcarse en las labores humanitarias. De la mano de UNICEF ayudó a los niños necesitados en el mundo viajando por todos los continentes. En 1993, murió de cáncer en Suiza, aunque su memoria ha permanecido imborrable hasta nuestros días. Su hueco todavía no ha sido llenado.