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La baronesa Thyssen se pierde el bautizo de su segundo nieto
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La baronesa Thyssen se pierde el bautizo de su segundo nieto

Borja y Blanca bautizaron a su segundo hijo bajo el manto de la exclusiva. Durante el último año, habían abandonado la venta de intimidad a golpe

Borja y Blanca bautizaron a su segundo hijo bajo el manto de la exclusiva. Durante el último año, habían abandonado la venta de intimidad a golpe de talón, pero, ahora, han vuelto a las andadas. Según parece, en su día hubo un pacto previo en forma de paquete informativo que incluía la boda, el bautizo de su primer hijo, el posado con el segundo y, de nuevo, la oferta privada del sacramento religioso. Seguramente podían haber roto la alianza, pero no están los tiempos para rechazar un dinerito, que al resto de ciudadanos les resolvería trescientos sesenta y cinco días de economía de guerra, y a ellos una mensualidad del cuerpo de casa y los guardaespaldas que antes pagaba la madre.

Es cierto que durante los últimos meses  la pareja no ha rentabilizado sus desencuentros con mamá/baronesa y por lo tanto ofertar la liturgia religiosa más el convite es una gota en el océano de lo que podrían sacar respondiendo a las maldades de Tita. El bautizo del segundo hijo estaba previsto que se celebrara en Soto de Mozanaque, la finca que alquila el duque de Alburquerque, pero no pudo ser por cuestión de agenda completa del establecimiento. El matrimonio se decantó entonces por el convento  de la Encarnación en Boadilla del Monte (Madrid), que tiene  anexo una hostería –antigua zona de servicio-  reconvertido en restaurante para BBC (Bodas, bautizos, comuniones).

Y hasta el extrarradio se trasladaron los cerca de cien invitados para festejar la entrada en el mundo cristiano de Eric. El bebé llevaba el mismo faldón que lució su hermano Sacha, tres años antes,  en la celebración estrambótica de Villa Favorita,  presidida por un retrato del barón que hacía que ese bautizo pareciera más un momento de Los otros, la película de Amenábar, que una reunión familiar. Esta vez no hubo tensión. Seguramente porque no estaba la baronesa. Para justificar su ausencia hay dos versiones. Una, que podría traducirse en “Ni está, ni se le espera”,  la célebre frase que el general  Sabino Fernández Campo le dijo a  Juste Grijalba, jefe de la División Acorazada Brunete,  la noche del 23 F cuando esté le preguntó por Armada .

Según esta versión, nadie le comunicó oficialmente el lugar y la hora de la ceremonia religiosa, y, por lo tanto, la abuela no pudo acudir. La otra interpretación es totalmente contraria. Se le envió la invitación y ella utilizó el  inusual conducto guardaespaldas para decir que no asistía. El suyo le dijo al escolta  de Borja que por motivos profesionales no podría viajar a Madrid. Con ella o sin ella, la fiesta comenzó tras oficiar el padre Garralda el sacramento. Los invitados cruzaron los pocos metros que separan el convento del restaurante y atacaron el aperitivo contundente y completo en el claustro mientras el matrimonio saludaba a los amigos y conocidos.

Blanca se interpretó en plan Audrey Hepburn con moño y vestidito negro de Tot-Hom, firma que tuvo en nómina Tamara Falcó Preysler. Borja y su hijo Sacha, los dos con traje a medida. El salón del banquete  decorado con flores blancas y ositos de peluche. La comida festiva a  razón de 150 euros el cubierto consistió en una crema, carpaccio de boletus y pasta fresca, solomillo con foietarta chocolate y tres sorbetes con rueda de  dulces. Mientras los adultos disfrutaban de café, copa y puro, a los niños les entretuvieron  un grupo de animadores vestidos de Mickys y payasos. 

Pero, además de la familia nuclear Cuesta/Uknoff acudieron caras conocidas como  Paloma Segrelles y Emilio Álvarez; Alejandra Prat y Juan Manuel Alcaraz; Susana Uribarri y Darek o Bruno Gómez Acebo, Bárbara Cano y Joaquín Prat.  Como anécdota, habría que señalar que el convento de la Encarnación fue el primer lugar al que acudió el príncipe Felipe en calidad de novio de Letizia, el día de la boda de una prima Rocasolano. Aquel día el heredero tuvo un detalle muy tierno  al servir de báculo a la abuela Enriqueta a la salida del templo.

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