Carmen Lomana: "No quiero enemigos íntimos innecesarios"

Desde que se convirtió en personaje público, su club de admiradores ha crecido con la misma intensidad que los compradores de sartenes que publicita Belén Esteban. No hay que olvidar que, desde que la princesa del pueblo se convirtió en la emperatriz  de las cacerolas, la empresa no tuvo que realizar ningún ajuste laboral.

De ahí que los trabajadores le hagan la ola como ahora a Lomana, que se ha convertido en musa de un sector de gente joven que la aplaude cada vez que la ve. Si hace unos meses, en París, los Erasmus la paraban por la calle para pedirle autógrafos, ahora ha sido en Nueva York donde ha pasado unos días rodando para su especial televisivo en Telecinco. 

Allí se encontró con el grueso de españoles que tuvieron la suerte de no caer en las redes de los controladores y que, al verla, coreaban su nombre por La Quinta Avenida. Lo llamativo de su éxito fue que también se unieron un grupo de niñas pijas de Park Avenue que sin conocerla le dijeron: “For God’s sake, you look fucking stunning!”. El caso es que Lomana está encantada y no se queja como otros personajes de su mismo grupo social, que en su día la criticaron por bailar o enseñar su casa, sus armarios y ahora se ofrecen a las productoras para hacer lo mismo que ella.

Como vive a su aire, prefiere no dar nombres, aunque muchos son obvios. Sólo dice “que no me gusta la gente hipócrita y no voy a hablar más que luego me creo enemigos íntimos innecesarios”. El único deseo que, por ahora, no ha podido cumplir es escuchar a los Niños Cantores de Salzburgo en la iglesia en la que por primera vez se cantó Noche de Paz. Tenía previsto rodar en Oberndorf pero, por ajustes de producción, Lomana se quedó con las ganas y los cantores sin conocerla en carne mortal.

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