Camilla Parker Bowles rehuye de la foto con Isabel Preysler

Cada año por estas fechas, Isabel Preysler sale de la 'cueva' y se deja ver en su revista de cabecera en la fiesta que el príncipe Carlos organiza en su mansión de Escocia. Hace balance del año y se reúne con sus huestes: George Clooney, Nicole Kidman, Carlos Baute, Cayetano Martínez de Irujo, Cindy Crawford…

Lo más surtido y variado de la high society universal, a golpe de portada. Todos, menos Camilla Parker Bowles, quien no suele prodigarse en las visitas de las ‘elegantes internacionales’, aunque, en alguna ocasión, se ha dejado fotografiar con la mamá de la tribu de los Iglesias y su prole, que también cotizan. Al parecer, a la duquesa de Cornualles no le hace mucha gracia la mujer de Miguel Boyer y de ahí que rehuya para la foto.

Como era de esperar, este año tampoco ha faltado el posado de turno. La edición de la revista de esta semana despide el año 2010 desde Dumfries House, con la emperatriz del baldosín, su hija Ana y, en esta ocasión, Clive Owen como reclamo del publirreportaje de Porcelanosa, a falta de Camilla, que, aunque vende más, no está por la labor. Pero, aunque se venda que el príncipe cede su casa a posados que tienen más que ver con producciones de moda, los expertos en atrezzo están cansados de decir que la residencia del príncipes es tan sólo el croma de la foto oficial y que el resto de instantáneas han sido tomadas en un famoso hotel, de cierto aire palaciego.

Con motivo del evento, la empresa azulejera castellonense ha desembolsado una cantidad importante de libras esterlinas a la fundación del príncipe Carlos, buscando la repercusión mediática. Aunque dicen que el hijo de Isabel II tan sólo posa junto a sus invitados, toma el aperitivo de rigor y luego se marcha de inmediato. Camilla prefiere cenar con sus amigas rurales y hablar de caballos. Esta vez ni Chabeli ni Julio José ni Tamarita han contribuido al pack. Julio y Ana Kournikova no suelen ser pasto de Hola.

Pero, aunque sorprenda, no es nueva esta moda de alquilar personalidades por horas. Este modus operandi recuerda a cuando otros royals europeos, como los Grimaldi -que sí se quedaban con el dinero-, recibían a los invitados -anónimos muchos de ellos- por tandas.

Entre apretón y saludo, aprovechaban para limpiarse las manos en una reluciente jofaina de plata sobre un mantel de hilo blanco, que custodiaba el personal del servicio. El caché también subía como la espuma en función del número de los reclamos comerciales. Ahora, por una cósmica cantidad de libras, todo el mundo puede ser amigo del príncipe Carlos. Pero lo que resulta realmente complicado es entrarle por el ojo a Camilla.

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