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El provocativo vestido con el que Kate Middleton conquistó a Guillermo se vende por 78.000 libras
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El provocativo vestido con el que Kate Middleton conquistó a Guillermo se vende por 78.000 libras

Si no hubiera sido por un vestido transparente, muchos aseguran que no habría habido boda real. Kate Middleton lo llevó en un desfile benéfico en la

Si no hubiera sido por un vestido transparente, muchos aseguran que no habría habido boda real. Kate Middleton lo llevó en un desfile benéfico en la Universidad de St. Andrew en 2002 y, según cuenta la leyenda, fue entonces cuando el príncipe Guillermo la empezó a mirar con otros ojos. Pues bien, ya sea por fetichismo, mito o pura “Middletonmanía” –término cada vez más utilizado en Reino Unido- el minúsculo trozo de tela se ha vendido hoy en la casa de subastas Kerry Taylor por 78.000 libras.

El artículo estaba estimado entre 8.000 y 10.000 libras, pero se daba por hecho que se superarían las expectativas. Al fin y al cabo, el precio inicial tan sólo se puso a modo de “anzuelo” para captar la atención de los peces gordos. Kerry Taylor, la responsable de la famosa casa de subastas especializada en moda, asegura a Vanitatis que, desde que se anunció la venta, “gente muy importante de todo el mundo” se puso en contacto con la oficina. “La mayor parte de las llamadas eran de América, pero también recibimos muchas ofertas de China e incluso Japón, aún en estos días tan difíciles para el país con el tsumani”, explica.

Se desconoce la identidad del comprador, pero Taylor duda mucho que detrás esté una maniobra de la Casa Real. “Supongo que Kate y el príncipe tenían ganas de que se terminase todo esto”, afirma.

La pequeña sala donde se realizó la puja, situada muy cerca de Piccadilly, estaba repleta de Prensa. También salían a la venta dos vestidos de Lady Di, pero “la princesa del pueblo” esta vez no era la protagonista. Había 293 lotes. El último, el de Kate.    

En las primeras filas, mujeres adineradas acostumbradas a Tifanny y a tomar el té con las delicadas bandejas de pastas de triple altura. En los laterales, personajes que bien podían haber salido del reparto de figurantes de la película “El diablo viste de Prada”.

La subasta empezó a las dos de la tarde hora local. A las seis ya se sentía la tensión en el ambiente. Comenzaron los murmullos. Las cámaras de televisión empezaron a grabar. Algunos de los que no habían prestado demasiada atención a los demás artículos tomaron posiciones y agarraban nerviosos el cartel con el número que se les había asignado para poder pujar.

“Ha llegado el momento”, dijo Taylor. Se empezó por 20.000 libras y fueron siete minutos realmente excitantes. La guerra fue a través de los que pujaban por teléfono, pero un joven repeinado y con gafas de pasta negras que llegó a la sala a última hora empezó a levantar su cartel. No se despegó ni un minuto de su teléfono móvil para hablar con su misterioso interlocutor.

Cuando finalmente consiguió su objetivo, desapareció con la misma discreción que había llegado. Se limitó a decir que el comprador se llamaba “Nick”, era de Jersey y estaba realmente feliz de haber llevado una “pieza icónica”.

La de hoy, seguramente, no será la única subasta dedicada a la futura reina. Todo lo que Kate toca lo convierte en oro y eso es algo que pasa desapercibido a nadie. El traje de Topshop que se puso el su 25 cumpleaños duró un día en las tiendas y el vestido azul que lució el día que anunciaron su compromiso tardó también 24 horas en desaparecer, y eso que el precio era de 500 euros.

La creación del vestido de punto transparente costó muchísimo menos. Tan sólo 35 euros. Cuando Charlotte Todd lo elaboró hace diez años jamás llegó a pensar todo lo que sucedería después. La diseñadora se pasó ayer todo el día atendiendo a la prensa de todo el mundo, ansiosa de conocer su historia.

“La pieza en realidad era una falda. El elástico debía ir en la cintura. No sé a quién se le ocurrió convertirlo en vestido, pero desde luego acertó”, explicó. Charlotte no estaba aquel día en el desfile. La Universidad de St. Andrew le pidió que enviara varios de sus modelos para el acto benéfico después de haber visto una de sus exposiciones. “La verdad es que incluí la falda a última hora. No era ni mucho menos la mejor de mis creaciones. Lo hice en los primeros años de carrera para un trabajo que nos mandaron… (risas) Curiosamente se llamaba “El arte de la seducción” y visto lo visto creo que mis profesores me habrían tenido que poner matrícula de Honor porque cumplió su objetivo perfectamente”, dice.

Aunque nunca se ha cruzado con Kate, le gusta creer la leyenda que se cuenta por los mentideros ingleses. “No sé si fue una elección de ella para llamar la atención del príncipe o fue pura suerte. Lo cierto es que siento muy orgullosa de formar parte, aunque sea en pequeña medida, de su historia de amor”.

Cuando el noviazgo real saltó a las páginas de los tabloides, la foto de Kate con la “falda-vestido” ocupó todas las portadas. Durante años, la imagen ilustró los reportajes que se publicaban cada vez que los periodistas se olían compromiso. Pero nadie se preocupó por saber quién estaba detrás de aquel diseño. “Era muy frustrante. Yo recopilaba todos los periódicos que llegaban a mis manos con la fotografía. Aún los tengo en casa, pero sólo mis amigos y mi familia sabían que yo lo había diseñado”, señala.

Charlotte poco a poco se fue desligando del mundo de la moda. Intentó varios proyectos, pero finalmente acabó trabajando en el acuario de su ciudad, Bristol. No fue hasta 2008 cuando una escritora que estaba detrás de la biografía de Kate contactó con ella. Su nombre, al fin, se hizo público. Se sintió reconfortada, pero no tardó en sentir la presión mediática. “Empezó la locura de un día para otro”, explica. Recibió varias ofertas de gente interesada en adquirir la prenda, pero el vestido no salió de una pequeña caja guardada en el armario de sus padres. “Hasta ahora no sentí que era el momento. Me podía haber esperado a que fuese reina. Quizá se habría revalorizado aún más el precio (risas), pero estoy muy contenta de cómo han ido las cosas”.

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Si no hubiera sido por un vestido transparente, muchos aseguran que no habría habido boda real. Kate Middleton lo llevó en un desfile benéfico en la Universidad de St. Andrew en 2002 y, según cuenta la leyenda, fue entonces cuando el príncipe Guillermo la empezó a mirar con otros ojos. Pues bien, ya sea por fetichismo, mito o pura “Middletonmanía” –término cada vez más utilizado en Reino Unido- el minúsculo trozo de tela se ha vendido hoy en la casa de subastas Kerry Taylor por 78.000 libras.

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