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El día que Kate aprendió a saludar
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El día que Kate aprendió a saludar

La boda del príncipe Guillermo y Catalina Middleton (desterrado ya el doméstico Kate), televisada al mundo entero, ha mostrado el papel más ornamental de las monarquías. En este

La boda del príncipe Guillermo y Catalina Middleton (desterrado ya el doméstico Kate), televisada al mundo entero, ha mostrado el papel más ornamental de las monarquías. En este caso, la corte de Isabel II se lleva la palma y, además, sin complejos. Si hay que tirar la casa por la ventana se tira y sin complejos de ningún tipo. 

Tanto la apertura del parlamento con las fanfarrias obligadas como la guardia real con todos los abalorios que componen el uniforme y el manto de armiño que luce la soberana con las joyas de la corona forman parte de ese entramado social que encandila al pueblo que no quiere sencillez para sus fastos de gloria y representación. Evitar el espumillón, como sucede a veces con las actividades no institucionales de la Familia Real española con sus bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños y aniversarios relegados en demasiadas ocasiones a la foto oficial, cuando no a la invisibilidad total, puede resultar tan incomprensible como buscar en la herencia no genética el relevo generacional.

Y ocurre lo mismo con la protagonista de esta historia de amor. Desde que el príncipe Guillermo supo que, por fin, había encontrado a su princesa y que, además, quería casarse con ella, Kate no puso pegas para recibir el entrenamiento correcto por parte de especialistas en materias tan diversas como protocolo, historia de la familia Windsor y colaterales y todos aquellos detalles que no sirven para nada a una ciudadana anónima y sí a una futura reina.

Se puede meter la pata una vez, pero no a menudo, como ocurre con algunas consortes reales que no quieren aprender las técnicas que manejan las monarquías precisamente porque se consideran por encima de esas reglas que, al fin y al cabo, es el libro blanco.

El caso de Catalina de Cambridge es, quizá, el ejemplo de lo que se debe hacer cuando se decide entrar a formar parte de una familia real. En este caso, la de los Windsor.

Ocho años de relación con convivencia incluida han hecho que Kate asumiera dónde se metía. La nieta política de su graciosa majestad es una joven inteligente que no ha querido reescribir su pasado y mucho menos reinventarse. Licenciada y con máster, como la princesa Letizia, el aprendizaje le ha servido para aparecer frente al mundo tranquila, feliz, sosegada y bella.

La mujer del heredero del heredero no ha tenido problemas para someterse a un duro entrenamiento donde el aprender a saludar puede resultar una simpleza, pero muestra el carácter abierto y profesional de la nueva duquesa de Cambridge. Dejarse instruir y asesorar no es signo de debilidad, sino todo lo contrario.

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Kate Middleton