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El presidente de las eléctricas, Eduardo Montes, animador en la boda de su hija
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El presidente de las eléctricas, Eduardo Montes, animador en la boda de su hija

No se habían puesto de acuerdo, pero lo parecía. Apellidos ilustres del mundo de la empresa y de la aristocracia eligieron el sábado pasado para el

Foto: El presidente de las eléctricas, Eduardo Montes, animador en la boda de su hija
El presidente de las eléctricas, Eduardo Montes, animador en la boda de su hija

No se habían puesto de acuerdo, pero lo parecía. Apellidos ilustres del mundo de la empresa y de la aristocracia eligieron el sábado pasado para el casorio de sus hijos. Mientras que la familia directa y los íntimos no tienen dudas y saben dónde tienen que estar, el problema surge para el resto. Amigos, no tan amigos y conocidos sociales o profesionales sopesan los pros y los contras de una y otra boda y procuran no equivocarse. Estar en el momento preciso puede ser el inicio de una gran amistad o el acuerdo para un buen negocio.

Si además la celebración cuenta con ingredientes que la hacen diferente, como una organización perfecta y una puesta en escena original, el éxito está asegurado. Y así fue la boda de Marta, la hija de Eduardo Montes, presidente de Unesa y expresidente de Siemens con el economista Ernesto del Haya, que tuvo lugar en la iglesia madrileña de los Jesuitas a las cinco y media de la tarde. 

A la ceremonia religiosa no asistieron los seiscientos invitados. Muchos de ellos prefirieron acudir directamente a la casa familiar de La Moraleja. Allí el despliegue resultó impresionante. Aunque en principio no se esperaba la manta de agua que iba a caer, por si acaso habían montado el operativo B. Más de treinta profesionales de una compañía privada de seguridad recogían el coche mientras otros acompañaban a los invitados paraguas en mano hasta la inmensa carpa transparente colocada en el jardín.

Se trataba de la mayor cubierta -mil quinientos metros cuadrados- instalada en un lugar privado. Estaba decorada con diez lámparas de Murano y focos con luces de colores que iluminaban la estancia dependiendo de la música que se escuchara. Desde el jazz que recibía a los invitados, hasta la clásica, interpretada por treinta profesores del conservatorio que amenizaron la cena. En cada esquina, varios cortadores de jamón que han sido premios nacionales en las cuatro últimas ediciones de esta especialidad. Las mesas dispuestas para dieciséis comensales y presididas por unos centros de flores espectaculares y todos diferentes, que combinaban con el color del mantel y la vajilla.

La sorpresa llegó precisamente a la hora de sentarse. En ese momento el padre de la novia, Eduardo Montes, que ejerció de animador oficial, explicó micrófono en mano la peculiaridad gastronómica de la boda. En vez de acabar la cena con la consabida tarta nupcial, esta vez fue al revés. Mientras lo estaba contando, cincuenta camareros hicieron su aparición y repartieron el pastel que en realidad no era dulce sino salado.

Otra novedad fue que los novios y sus padres no se sentaron en un lugar presidencial. En todas las mesas había un sitio libre que fueron ocupando durante la noche los protagonistas y sus padres, sobre todo el presidente Eduardo Montes, que demostró que además de las eléctricas lo suyo es el espectáculo. Una faceta que sorprendió a muchos de los presentes, que desconocían sus cualidades de ‘animador’.

Entre los muchos invitados se encontraban José Federico de Carvajal (expresidente del Senado), Julio Linares (Telefónica), Honorato López Isla (ex de Unión Fenosa), Arturo Fernández (CEIM), Luis Blázquez (banquero y empresario), Gonzalo Pascual (ex de Marsans), Claudio Boada (Círculo de Empresarios), ‘Beto’ Salazar Simpson (Banco Santander), Ricardo Díez-Hochlteitner (Casa Real), Josep Piqué (Vueling), Gloria Lomana (Antena 3), Pedro Luis Uriarte (ex del BBVA), José Luis López Silanes (CLH), Javier Herrero e Iñigo Oriol (ex de Iberdrola)… y así hasta seiscientos, que completaban la boda de Marta y Ernesto. El novio también rompió la tradición y eligió como madrina a su abuela Asunción.

No se habían puesto de acuerdo, pero lo parecía. Apellidos ilustres del mundo de la empresa y de la aristocracia eligieron el sábado pasado para el casorio de sus hijos. Mientras que la familia directa y los íntimos no tienen dudas y saben dónde tienen que estar, el problema surge para el resto. Amigos, no tan amigos y conocidos sociales o profesionales sopesan los pros y los contras de una y otra boda y procuran no equivocarse. Estar en el momento preciso puede ser el inicio de una gran amistad o el acuerdo para un buen negocio.

Eduardo Montes