Cierran el Bulli para Penélope Cruz, Bardem y sus amigos
Comer en el restaurante de Ferra Adriá no tiene precio. Y más desde que se supo que hasta el 2013 El Bulli cerrará sus puertas. Ahora
Comer en el restaurante de Ferra Adriá no tiene precio. Y más desde que se supo que hasta el 2013 El Bulli cerrará sus puertas. Ahora mismo es imposible hacer ninguna reserva, salvo que resultes ser una celebridad en cualquier área de la vida o seas amigo personal de un amigo del primo del vecino de Adriá. Es un privilegio que sólo pueden disfrutar una minoría o que se tenga la suerte de acudir a una clase magistral del mejor cocinero del mundo o acceso a las cumbre gastronómicas en las que participa. El resto de los mortales deben contentarse con disfrutar de las especialidades de la casa virtualmente a través de las imágenes de la web o de los documentales que aparecen a menudo en las televisiones de medio mundo.
Desde que ‘el jefe’ anunció que dejaba de experimentar en su cocina de Cala Montjoi en Roses, Girona, tampoco es posible acudir al local en solitario ni en grupo. El aforo está completo. Aunque como siempre la excepción confirma la regla. Sí hay sitio si quien llama es Javier Bardem y anuncie que quiere acudir con su dulce Pe y Mónica -la hermana clónica-, más el cuñado cantante, la novia del cuñado (léase Eva Longoria) y resto de amigos. Entonces, es posible.
Y como si fuera la cueva de Alí Babá y las palabras mágicas, el Bulli se abre para disfrutar de nudos esferificados de yogur con ficoide glaciale, crunchy de almendra tierna, shabu-shabu de hígado de rape con linquat de sésamo, ninfas de algodón, olivas esféricas, marshmallow de piñones, lulada, moshi de gorgonzola, gominola de shiso, sobre de algas, galletas de tomate… así hasta veinte platos más que dejaron boquiabiertos al actor y a su panda.
Eligieron el fin de semana pasado para visitar a Ferrán Adriá y darse un paseo por Barcelona, la ciudad que los reunificó sentimentalmente cuando rodaban con Woody Allen Vicky, Cristina, Barcelona. Todos viajaron en avión privado y, una vez que disfrutaron de los placeres de la mesa y del turismo, volvieron a Madrid por el mismo medio. Nada de hacer colas, ni tener problemas con el equipaje de mano. El trabajador del cine, que así se definió Bardem días después en la inauguración de la calle madrileña de las estrellas, sabe disfrutar de los elitistas placeres de la vida únicos y exclusivos para esa gente que no desconoce el significado de la palabra crisis.
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Comer en el restaurante de Ferra Adriá no tiene precio. Y más desde que se supo que hasta el 2013 El Bulli cerrará sus puertas. Ahora mismo es imposible hacer ninguna reserva, salvo que resultes ser una celebridad en cualquier área de la vida o seas amigo personal de un amigo del primo del vecino de Adriá. Es un privilegio que sólo pueden disfrutar una minoría o que se tenga la suerte de acudir a una clase magistral del mejor cocinero del mundo o acceso a las cumbre gastronómicas en las que participa. El resto de los mortales deben contentarse con disfrutar de las especialidades de la casa virtualmente a través de las imágenes de la web o de los documentales que aparecen a menudo en las televisiones de medio mundo.