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Mercedes Milá, la indefinible 'guerrera'
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Mercedes Milá, la indefinible 'guerrera'

¿Guerrera o impostora? ¿Burguesa disidente o revolucionaria de pro? ¿Periodista o personaje televisivo? La que se sienta ante nosotros para ser entrevistada, la Mercedes Milá

¿Guerrera o impostora? ¿Burguesa disidente o revolucionaria de pro? ¿Periodista o personaje televisivo? La que se sienta ante nosotros para ser entrevistada, la Mercedes Milá que presenta Lo que me sale del bolo, el libro recopilatorio de los textos que ha publicado en el blog del mismo título, no nos lo pone fácil a la hora de responder esas preguntas y, mucho menos, de definirse. “La obligación de definirme la tienes tú, chaval. No me hagas hacer algo que tienes que hacer tú” espeta. Antes de eso, no tiene pelos en la lengua cuando vuelve a manifestar su sempiterno amor por Gran Hermano, el programa que presenta desde hace 13 años, de opinar sobre la imputación de la infanta y de reconocer, con una sorprendente y elogiosa humildad, que “debería estar mucho mejor preparada”.

¿Qué adjetivo ponerle a una mujer que marcó un estilo cuando encaró a todo tipo de personajes en la etapa posterior a la Transición, que parece conocer tanto el proceso de una entrevista y unas fotos que hasta sabe dónde tenemos que poner la cámara? “Desde fuera no ha hecho nadie fotos y se ve perfecto” nos dice. Lo que me sale del bolo, nacido de una petición de Rosa Semprún y elaborado a partir de la selección de algunos de los 400 posts del blog, es un ejemplo de la vena que todo el mundo conoce, la de una especie de justiciera televisiva a la que le gusta ser reivindicativa incluso a la hora de desnudarse en su programa, ese Gran Hermano que resiste a ‘shares’ y a Faletes nadadores: “Tienen razón los que dicen que tengo ya una edad para desnudarme pero, ¿qué le voy a hacer? Son impulsos irrefrenables... No me arrepiento de ellos, me río”.

Gran Hermano le ha dado la oportunidad de acercarse a sus concursantes, de vivir en su propia piel sus enfados, discusiones y amores. En definitiva, de representarlos cual madre coraje. Uno de los participantes de esta edición, Juan Carlos, incluso le ha confesado que su libro es el "único que ha leído en su vida. Nunca hay que burlarse de nadie por no haber leído un libro porque es la forma más fácil de ahuyentarlos de la lectura".

Su amor por el controvertido programa sigue presente, aunque hace años que se hartó de justificar por qué lo presenta y, sin embargo, lo sigue haciendo. “Me explicaré todo lo que haga falta porque amo Gran hermano y por lo tanto no tengo que desdecirme de nada. Es un gran programa, un gran formato y tengo suerte de que me sigan llamando para presentarlo”. Para ella, la mayor recompensa relacionada con ese espacio es ahora mismo “poder tener trabajo y mantener el de tu gente. Que las 500 personas que trabajan en Zeppelin y Telecinco para Gran hermano tengan la posibilidad de seguir pagando sus deudas a fin de mes. Ese es el verdadero elogio”.

¿Una persona solidaria con una gente y una profesión de capa caída? Quizá por ahí se la pueda acotar o definir como ‘tierna’, algo que no siempre deja ver: una ternura que seguramente posea. Pero incluso cuando baja la guardia y parece tierna, aparece la Mercedes belicosa: “El problema del paro y la falta de trabajo lo tiene todo el mundo: seas periodista, conductor de autobuses, minero o trabajador de Roca que pensabas que te jubilarías en esa empresa. Los periodistas somos muy dados a mirarnos el ombligo. Yo me solidarizo mucho con mis compañeros pero, cuidado, lo que está pasando con los periodistas está pasando con el resto de la sociedad”.

“La no imputación de la infanta decepcionaría a muchas personas”

Cuando se le replica con la cantidad de profesionales en el paro y las concesiones que tiene que hacer el periodista de a pie, asegura contundente que “claro que a veces tienes que doblegarte al medio. ¿Tú qué crees? ¿Qué esto es la señorita Pepis o qué? Esto es la vida real”. Su libro, para el que no ha querido ni seleccionar los posts que aparecen en la versión final al no sentirse escritora, deja a las claras que si ella se doblega lo hace con sabiduría, poniendo siempre su sello y dejando otro calificativo con el que muchos la relacionan, el de ‘guerrera’: “Yo, por desgracia, no soy escritora. Y digo por desgracia porque soy lectora y escribir es lo más grande que se puede hacer. Esto es una recopilación de una periodista en forma de libro; es un pseudo libro (…) “Ser guerrera significa tener la antena puesta permanentemente. Si la pones siempre te llega algo”. Y ese algo puede ser una rueda de prensa de Rajoy a través de un monitor –ella lo califica de “vergüenza”- o la noticia de la imputación de una infanta (todavía en pie en el momento de esta entrevista), que ella parece tomarse con prudencia y diplomacia: “Es una demostración de independencia de la justicia muy interesante. Si no hubiera llegado hubiera decepcionado a las personas que siguen el proceso y, de esta forma, ella se podrá defender si es inocente”.

¿Es guerrera la mujer que renunció a su derecho a heredar el título del condado de Montseny para que este recaiga en su hermano varón? “¡Qué pesados estáis con eso, de verdad! ¿Qué tendrá que ver que yo sea feminista? A mi abuelo, el del bolso, José María Milá y Camps, el rey Alfonso XIII da un título y él elige conde de Montseny. Mi padre hereda el título por ser el hermano mayor y cuando muere yo soy la mayor de mi casa y debería heredarlo yo. Sin embargo, entre los hermanos, decidimos que a nuestro padre le hubiera gustado que el heredero fuera mi hermano, como fue él a pesar de tener hermanas, para que así el apellido Milá continuaría unido al título. Además, por mi forma de ser, yo no me veo pagando la opción que te da el estado y pidiéndole al Rey que me conceda la herencia del título de mi padre porque no me veo llevando un título”.

Así, la Milá que se ha reinventado como se reinventa una planta –“no tienes más que mirarlas para comprobar que a nosotros nos pasa lo mismo”, la que interpela al entrevistador –“a ver si tienes cojones a publicar esta entrevista tal y como la estamos haciendo”- y la que se enternece cuando se le menciona su papel de coeditora en la librería Bernat –“es uno de mis grandes sueños”, parece escapar a cualquier definición. Incluso cuando reflexiona sobre el precio que se paga con el éxito y habla las falsas vanidades que crea: “Yo tuve mucha suerte en eso porque cuando empecé a firmar autógrafos vivía con José Sámano, mi marido entonces. Él me enseñó a ver que eso no era lo importante y nunca se lo agradeceré bastante. Te puedes llegar a creer que eres alguien cuando eres, como mucho, exactamente igual que la persona que tienes al lado y, muchísimas veces, eres inferior”. Inferior o superior, guerrera o pacifista, excesiva o prudente, la indefinible Mercedes Milá parece escapar a esa palabra temida por muchos grandes de la comunicación: la indiferencia.

¿Guerrera o impostora? ¿Burguesa disidente o revolucionaria de pro? ¿Periodista o personaje televisivo? La que se sienta ante nosotros para ser entrevistada, la Mercedes Milá que presenta Lo que me sale del bolo, el libro recopilatorio de los textos que ha publicado en el blog del mismo título, no nos lo pone fácil a la hora de responder esas preguntas y, mucho menos, de definirse. “La obligación de definirme la tienes tú, chaval. No me hagas hacer algo que tienes que hacer tú” espeta. Antes de eso, no tiene pelos en la lengua cuando vuelve a manifestar su sempiterno amor por Gran Hermano, el programa que presenta desde hace 13 años, de opinar sobre la imputación de la infanta y de reconocer, con una sorprendente y elogiosa humildad, que “debería estar mucho mejor preparada”.

Mercedes Milá