José Ortega Cano: "No vendo Yerbabuena por siete millones porque no tengo deudas"

Para el torero Ortega Cano su finca es más que un campo, mucho más que una explotación ganadera y agrícola. La dehesa La Yerbabuena, que con el artículo delante era como la llamaba Rocío Jurado, la compró Ortega en 1995 por 300 millones de pesetas a su colega Espartaco. Con él mantuvo después ciertas discrepancias porque consideraba que las condiciones del terreno no eran lo que en principio le había prometido.

En realidad, no hubo engaño, porque se trataba de un campo de recreo sin rentabilidad, salvo el arrendamiento de algunas hectáreas de alfalfal. El tiempo y las inversiones cambiaron el paisaje de Yerbabuena. Además de dedicarla a la ganadería brava y extensiva para su posterior comercialización, se reconvirtió una zona para la organización de eventos de todo tipo, principalmente bodas. El lugar tiene la capilla de Las Vírgenes, que mandaron construir  José y Rocío para celebrar allí su matrimonio religioso y las liturgias más entrañables de la familia Ortega/Mohedano. Muchos momentos felices vividos y compartidos, que son los que hacen que para el torero sea su lugar de tranquilidad y sosiego.

La compra de la dehesa fue exclusiva de Ortega, aunque en las mejoras contribuyó Rocío Jurado. Por eso cuando falleció no hubo ningún problema hereditario, porque la titulación era del viudo. Ahora se habla de la posible venta del campo para sufragar las deudas que dicen que mantiene el torero, aunque el mismo reconoce a Vanitatis: “No tengo hipotecas ni pagos que hacer” y que, por ende, no tiene intención de desprenderse de su tierra y, aunque se dan cifras cercanas a los siete millones de euros, no lo contempla.

“No tengo ninguna oferta, pero es que tampoco la pongo a la venta, ni por siete millones ni por nada. Yerbabuena es una parte de mi vida emocional y profesional muy importante, porque aquí entrenaba y sigo toreando. Es el lugar donde he sido muy feliz con Rocío, donde han crecido mis hijos, donde los amaneceres y atardeceres desde la terraza de la casa son únicos y esa paz y tranquilidad que tengo aquí no le he encontrado en ninguna otra parte”, asegura a Vanitatis. Desde su entorno confirman que no hay intención de abandonar el campo. Es su tesoro emocional y donde él está más a gusto. “Si tuviera que ofertar algo, lo haría sobre otras propiedades, pero nunca sobre esa casa”, aseguran.