Isabel Preysler niega atravesar una crisis económica y personal
Sus salidas a convocatorias públicas se cuentan últimamente con los dedos de la mano, lo que ha dado pie a que se especule sobre su 'crepúsculo'
Las salidas de Isabel Preysler a convocatorias públicas se cuentan últimamente con los dedos de la mano. Salvo las relacionadas con la apertura de alguna superficie de Porcelanosa, empresa de la que sigue siendo imagen, pues mantiene desde hace años una relación laboral y personal con los dueños de la firma, los Colonques, su vida publicitaria se ha reducido al máximo. Se la echó de menos en la presentación del nuevo espacio en Madrid del relojero Thierry Mugler, celebrada la pasada semana en el Jardín de Serrano, y tampoco se prodiga en otro tipo de eventos, como hacía antes. Rompió esa tendencia, sin embargo, el pasado lunes, y además se dejó notar molesta con la prensa.
Hasta ese día, tan sólo se la había visto, pero hace ya bastante tiempo, en una de las fiestas que organizó su amiga Carmen Martínez Bordiú en la finca que el empresario Luis Miguel Rodríguez, dueño de desguaces La Torre, posee en los alrededores de Madrid. A pesar de que hubo flamenco y baile, Preysler prefirió aquella noche la charla al movimiento. Seguramente su estado de ánimo tiene que ver con la lenta recuperación de su marido Miguel Boyer, como ha explicado en varias ocasiones su hija Ana, más que con una posible crisis económica en la familia, al respecto de lo que su otra hija, Tamara, ha dicho públicamente: “A nosotros también nos afecta lo que está pasando en el país”.
El caso es que el lunes acudió a la exposición del fotógrafo Fernando Manso, novio de Beatriz Zobel, cuya familia de origen filipino fue una de las más influyentes y poderosas del país donde nació Isabel Preysler. Sus padres, abuelos y tíos formaron parte del entorno familiar de Isabel en Manila y cuando llegó a España a los 18 años la siguieron apoyando. De ahí que acudiera a la cita cultural y permaneciera en la galería charlando con el autor y con otros miembros de la familia.
Isabel, vestida con un conjunto de chaqueta y pantalón oscuro que le hacía parecer aún más delgada, se quejó esa noche de que las informaciones que últimamente se publican sobre ella no son acertadas e incluso está molesta por algunas relacionadas con su economía o la posible venta de la mansión de Puerta de Hierro. Quizá olvida que hace unos meses, al preguntarle por esta cuestión, respondió que era una casa muy grande y con muchos gastos ahora que todos sus hijos -salvo Ana- se habían independizado.
¿El crepúsculo?
La imagen de Isabel Preysler ha estado siempre unida al triunfo mediático. Sin tener currículum académico, artístico o laboral -sólo social y marital- ha conseguido serla mujer de las grandes portadase icono de referencia de marcas y firmas comerciales, que siempre han querido tenerla en nómina. La repercusión estaba asegurada. Si no podían por lo elevadísimo de su caché, al menos la contrataban por temporada, como así hacía Ferrero Rocher, que la mantuvo como protagonista de sus campañas de Navidad. En aquellos años se hablaba de una cifra de 90.000 euros, a la que había que añadir los 300.000 anuales que percibe lasocialitépor asociar su imagen a Porcelanosay la cantidad fija de la joyería Suárez y de la revista¡Hola!, definida por su hija Tamara Falcó como “nuestro álbum familiar”.
Pero esos eran tiempos gloriosos, donde todo lo que tocaba Preysler suponía un aumento en su cuenta corriente o en la desus colaterales, han acabado. Siempre se habló de su participación en la venta de Galería Preciados y su intervención en negocios de altura quellegaban a buen puerto. De hecho, cuando era joven,la bautizaron en Filipinas comogoldenfingerpor su capacidad para ejercer de rey Midas, quetodo lo que tocaba se convertía en oro. Para Preysler, como le sucedió a NormaDesmond en elCrepúsculo de los Dioses, los tiempos brillantes han dado paso a una vida menos gratificante, donde lacrisisha llamado a su puerta. Mantener su mansión de Puerta de Hierro supone un dineral anualmente. En su día se dijo que superaba los12.000 euros mensuales poner la casa en marcha. Según escribió Juan Luis Galiacho en el capítulo dedicado a lareina del baldosín,a esa cifra se debía añadir las nominas de su personal de casa: “Por término medio,cuatro empleadas del hogar en régimen de internas, una cocinera y tres doncellas, además del chófer, un jardinero y cuatro personas de seguridad”. Ahora la casa se le queda grande.
El triste cumpleaños de Boyer
El tema personal, es harina de otro costal, ya que su marido Miguel Boyer evoluciona lentamente tras el ictus sufrido hace dos años. El pasado 5 de febrero, de hecho, celebró su 75 aniversario sin los excesos de antaño. Atrás quedaron losgrandes cumpleaños que Isabel Preysler le organizaba con la llamadabeautiful people como invitados estrella, en los que no faltaban mujeres como Petra Mateos y Paloma Giménez Altolaguirre, casada con el síndico de la Bolsa de Madrid, con el que el exministro del Gobierno de Felipe González compartió confidencias y viajes. Los años pasaron y la ‘reina de corazones’continuó orquestando celebraciones, pero en un ambiente más íntimoque en años de bonanza. Nada queda de aquellos opulentos banquetes en restaurantes de lujo como Zalacaín, Horcher, Club 31 o Jockeycon amistades que se consideraban por aquel entonces íntimas y queahora no están al lado del político.
Amigos como el economista Carlos Solchaga, el expresidente del Senado, Federico de Carvajal, Jaime Soto o el propio exmandatario Felipe González, con los queMiguel Boyer fue durante años uña y carne, pero que ahora, ya sea por el paso del tiempo o por falta de interés, han desaparecido de su vida. El que fuese ministro de Haciendadejó de ser imprescindible como conseguidor. Salvo las hermanas Koplowitz, que le mantuvieron en nómina, o el matrimonio formado por Fernando Fernández Tapias y Nuria González, que sí le han felicitado, el restolo han borrado de su lista de contactos, al igual que han hecho con su esposa, Isabel Preysler. La ‘reina’ de Porcelanosa estaba bien como elemento decorativo para las fiestas de postín, pero no para aquellas otras cenas en las que se manejaba información confidencial para sus negocios.
Cuando Boyer sufrió el derrame cerebral, permaneció cuatromeses ingresado enla clínica Ruber de Madrid. En un primer momento, sus amistades mostraron un cierto interés por su estado de salud, pero una vez que salió del centro médico, consu lenta recuperación,fueron perdiendo el contacto con él progresivamente. Es por este motivo que Isabel Preysler celebró el último cumpleaños de su marido de manera más solitaria que en otras ocasiones,sin amigos a los que convocar y sin fiesta que orquestar. Un almuerzo como si fuese un día más en el calendario y no hubo ni tan siquiera tarta. De hecho, la tarde de este miércoles Isabel la pasó en compañía de su madre y sus sobrinos, hijos de su hermana Beatriz-que falleció enoctubre de 2011-, de los que se ocupa a pesar de ser mayores de edad.
Una de sus escasas salidas
El pasado lunes Preysler abandonó su ostracismo y se dejó ver en una fiesta. Negó sus ‘crisis’, pero lo cierto es que un poco de eso sí se deja notar en su rostro. Además de la ‘reina de corazones’ se desplazaron hasta la exposición la de Fernando Manso Marina Castaño y su marido, el doctor Puras, Ana Marchessi, Luis del Valle, Blanca Suelves y Joanes Osorio, la simpática y elegante Gela Alarcó, Veva y María Longoria, Magdalena Aguilar, Marta Barroso, Teresa de la Cierva, Julio Cavestany, el anticuario Josechu de Urbina, Amalia Pemartín y María Moreno, que gracias al trabajo que desarrolla la Fundación Ciudad de la Alegría, que preside en zonas de indigencia absoluta de la India, niños sin futuro tienen un horizonte de supervivencia. Uno de los últimos proyectos puestos en marcha ha sido la Escuela Deportiva del Real Madrid que permite la educación de más de mil niños.
Las salidas de Isabel Preysler a convocatorias públicas se cuentan últimamente con los dedos de la mano. Salvo las relacionadas con la apertura de alguna superficie de Porcelanosa, empresa de la que sigue siendo imagen, pues mantiene desde hace años una relación laboral y personal con los dueños de la firma, los Colonques, su vida publicitaria se ha reducido al máximo. Se la echó de menos en la presentación del nuevo espacio en Madrid del relojero Thierry Mugler, celebrada la pasada semana en el Jardín de Serrano, y tampoco se prodiga en otro tipo de eventos, como hacía antes. Rompió esa tendencia, sin embargo, el pasado lunes, y además se dejó notar molesta con la prensa.