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Karina, la ‘princesa del pop’ que huyó de la etiqueta franquista y del ‘cuore’
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publica 'el baúl de mis recuerdos'

Karina, la ‘princesa del pop’ que huyó de la etiqueta franquista y del ‘cuore’

Tras medio siglo de carrera, la cantante jienense publica 'El baúl de mis recuerdos', un recopilatorio de los mejores momentos de su vida personal y laboral

“Brillará de nuevo el sol…aunque todo siga igual”, cantaba, ya en los 70 y con más de una década de carrera a sus espaldas, Maribel Llaudes, Karina. La jienense intentaba encarar, con ese tema, a una nueva Karina, en un intento fallido por evolucionar de niña a mujer, de las canciones ingenuas a aquellas otras con pinceladas dramáticas. Sin embargo, como ella misma nos cuenta cuando la entrevistamos esta semana en el madrileño Café del Espejo, al público “no le gustaba esa Karina. El público siempre ha querido a la Karina de la sonrisa, a la festiva…De vez en cuando le gusta una balada pero una balada tipo Yo te diré o Regresarás. Las otras ya eran demasiado rotas”. Brillará de nuevo el sol sirve como metáfora de una mujer que, tras cincuenta años de carrera, varios divorcios y momentos de felicidad y de desdicha, siempre eligió la sonrisa y el ciego optimismo, el mismo que impregnaba sus canciones y el libro que publica MR Ediciones esta semana.

Esa Karina que tanto gustaba al público es la misma mujer que ahora publica una biografía titulada El baúl de mis recuerdos, en claro homenaje a la más popular de sus canciones, un himno que formó parte de aquellos años 60 en los que ella fue el máximo exponente de las ‘chicas ye-yé’, otro símbolo más de un desarrollismo y de una apertura hacia el exterior que cambiaba para siempre a la pacata España de la época. El libro se muestra claro, sin complejos, sin pretensiones, con sus Romeo y Julieta, sus Flechas del amor y con su famoso Baúl lleno de recuerdos. Con la segundacanción, Karina llegó a arrebatarles un número uno a los Beatles y se convirtió en un mito con sus luces y sombras, con sus éxitos y sus fracasos, con los halagos más estruendosos y las críticas más despiadadas. “Venir de provincias y en dos o tres años ser Karina y pegar un pelotazo tan joven fue muy duro. Estaba claro que tenía que bajar a los infiernos…”, admite sin perder ese aire de ingenuo optimismo que hizo que varias generaciones de españoles se enamorasen con sus canciones.

Antes de conocer el éxito y la derrota, Maribel Llaudes era una chica de provincias que, con tan sólo 13 años, llegó con su madre a un Madrid en ebullición y que, en poco tiempo y gracias a varios concursos radiofónicos, se convirtió en Karina cuando Torrebruno dijo aquello de “¡Uy, ¡qué niña tan carina!”.

La discográfica encontró un filón en aquella jovencita rubia de ojos claros que cantaba al amor con la ayuda de los mejores músicos de la época, con leyendas como Waldo de los Ríos o con el buen ojo del productor Rafael Trabuchelli. Ella era consciente de que la rodeaban los mejores: “Cuando escuché Regresarás o Tú y yo dije: “Madre mía, yo no merezco este arreglo”, dice con exceso de humildad). Sin embargo, seguía conservando su inocencia en un mundo, el de la música, repleto de lobos disfrazados de cordero. Ejemplo de ello, el día en el que acudió a que le realizasen unas fotografías en las que el fotógrafo pretendía convertirla en una ‘lolita’: “Yo nunca me he visto ni sexy ni nada parecido. Ni siquiera tengo fotos subidas de tono. El fotógrafo me hizo dos o tres fotos pero yo posaba tan mal que a punto estuvo de decirme: “Mira, vete ya pa tu casa…”. Yo fui con mi jersey y lo primero que me preguntó es si llevaba sujetador. Me dijo que me los quitase y que me pusiese una sábana. En la sala de espera estaba mi madre y yo me dije: “Si este hombre me hace algo yo chillo y viene ella”. Me puse la sábana pero Hispavox no quiso utilizar esa imagen tan atrevida”.

Entre Adolfo Suárez, Carmen Polo y Eurovisión

Con sábana o sin ella, Karina fue nuestra versión española de las France Gall o las Silvye Vartan de turno, la chica ‘ye-yé’ que, en pleno éxito, llegó a presentarse ante Adolfo Suárez cuando este era el director de TVE. La razón: sus compañeros de concurso en Pasaporte a Dublín, que elegía, en 1971, candidato a Eurovisión entre artistas como Nino Bravo o Rocío Jurado, creían que el programa estaba amañado a su favor. “Me dieron día y hora para ver a Suárez. Era media mañana y le dije que quería dejar el concurso. Insistí mucho en participar pero luego quería dejarlo”, afirma. “Mira Maribel, yo estoy muy liado; creo que ni te estoy escuchando. Vete a tu trabajo y déjame a mí trabajar. Creía que me ibas a decir algo importante”, le replicó el futuro primer presidente de la democracia.

Cuando el entuerto se aclaró, ella fue la finalmente elegida para acudir a Eurovisión con el tema En un mundo nuevo, compuesto por el que fue su novio, primer marido y parte fundamental de su carrera (compuso muchos de sus grandes éxitos), Tony Luz. La canción tuvo tanta repercusión que, un día, la jienense recibió la llamada de la mismísima Carmen Polo. La mujer de Franco quería conocerla y reclamó su presencia en el Palacio de El Pardo. La anécdota de lo que ocurrió aquel día daría para varios libros más. “Tony y yo estuvimos de pie, en un salón elegantísimo, y después de un rato, nos invitó a sentarnos y nos deseó buena suerte. Nos dijo que la canción le gustaba mucho a Paco y yo dije: “Pues mira qué bien. Paco será un primo suyo o algo así”. Yo en ese momento ni sabía quién era Paco, porque estaba muy nerviosa. Cuando salí pensé: “Claro, Paco debe ser el que nosotros llamamos el Generalísimo, que es Francisco”, asegura sin parar de reír.

Pese a la bendición franquista, ella ha odiado todas y cada una de las veces que la han considerado, de manera aleatoria y como a muchos otros artistas, una ‘cantante franquista’. “Las etiquetas son muy feas. Yo incluso las quito en la ropa”. Con aquella bendición se fue a Dublín, quedando en la segunda posición con aquel mítico vestido con un agujero, con aquel fallo de sonido que hizo que los millones de europeos que veían el certamen, no escuchasen la primera frase de la canción. Ella se vuelve a impregnar de humildad y se autoinculpa: “Estaba cantando la que iba delante de mí y, con su canción, pegué una cabezada por el cansancio acumulado de los ensayos. Cuando escuché la famosa flauta con la que comienza En un mundo nuevo (se pone a tararearla), eso me acabó despertando. Salí corriendo pero claro, no llegué a tiempo. El técnico sólo escuchó desde “las cosas claras verás” y fue cuando subió el sonido. Ese fallo ya se ha quedado como una anécdota para toda la vida. A veces me dicen: “Si hubieses cantado la primera frase, igual hubieras ganado”.

Sin discográfica, a la deriva, y en las revistas del corazón

El triunfo eurovisivo supuso un cénit difícil de superar. Como ella misma reconoce, había llegado tan alto que la única opción, a partir de ese momento, era bajar. Apenas varios años después, en 1978, se enfrentó a una no renovación por parte de su discográfica, uno de las partes más duras de su vida. “No se puede echar a una persona sin darle una explicación, por joven que sea o por mucho que no te guste. Yo al fin y al cabo era una trabajadora de Hispavox. No sé por qué fue tan brusco diciéndome que la discográfica “no renovaba a horteritas”. Tras tres lustros de éxito, Karina se enfrentó a una cruda realidad. Sin sello discográfico, con un segundo divorcio a sus espaldas, afrontó los 80 “muy sola”. De los Waldo de los Ríos o Rafael Trabuchelli que habían confeccionado sus canciones, pasó a los bolos (palabra que ella detesta) en pueblos pequeños sin una mano que la asesorase. “Fue duro empezar a ir a sitios pequeñitos, bajar presupuestos… Sé bien lo que es tocar fondo”.

Sin embargo, el optimismo de sus canciones, es el optimismo de Karina. En plena gira de despedida, con sus músicos y sin esos playbacks musicales que tuvo que usar hace tres décadas, está feliz de ser abuela, de lo que consiguió y de la gente que se le acerca para decirle que es un mito. Ni siquiera recuerda con acritud o arrepentimiento una época, la de los 90, en la que coqueteó demasiado con la parte más amarillista y cruda de las revistas del corazón. De hecho, odia que pese más esa parte de su vida que la artística, la falta de respeto a la que se ha tenido que enfrentar en demasiadas ocasiones: “Me dicen que es porque yo he hecho cosas para que me lo falten pero yo me he respetado, pero he tenido que hacer cosas por necesidad. Eso es muy distinto a faltarse el respeto a uno mismo. Yo nunca me lo he faltado. En los 90 hubo un ‘boom’ de las exclusivas que te pagaban, que te solucionaban la vida…y una cae en eso. Una no es Santa Teresa del Niño Jesús”.

Una vez superada aquella mala fase, Karina sólo puede dar las gracias. El respeto se lo sigue dando el público que la saluda por la calle, aquel que se enamoró con sus Flechas del Amor, que se emociona con su Yo te diré o que ha soñado con Un mundo nuevo, canción de la que es fan hasta la mismísima Alaska. “Eran canciones amables, las que se llevaban en aquella época. Claro que entonces había canción protesta y follón político, pero mis temas eran para pasar el rato. Además, yo era así, nunca he sido demasiado rebuscada”. El mundo nuevo tras la crudeza del franquismo que anunciaba aquel tema es, seguramente, el que también comunicaba ella misma con sus canciones en aquellos años, los años en los que lo cursi se convertía en arte; cuando parecía que el mundo iba a cambiar y nunca cambió.

“Brillará de nuevo el sol…aunque todo siga igual”, cantaba, ya en los 70 y con más de una década de carrera a sus espaldas, Maribel Llaudes, Karina. La jienense intentaba encarar, con ese tema, a una nueva Karina, en un intento fallido por evolucionar de niña a mujer, de las canciones ingenuas a aquellas otras con pinceladas dramáticas. Sin embargo, como ella misma nos cuenta cuando la entrevistamos esta semana en el madrileño Café del Espejo, al público “no le gustaba esa Karina. El público siempre ha querido a la Karina de la sonrisa, a la festiva…De vez en cuando le gusta una balada pero una balada tipo Yo te diré o Regresarás. Las otras ya eran demasiado rotas”. Brillará de nuevo el sol sirve como metáfora de una mujer que, tras cincuenta años de carrera, varios divorcios y momentos de felicidad y de desdicha, siempre eligió la sonrisa y el ciego optimismo, el mismo que impregnaba sus canciones y el libro que publica MR Ediciones esta semana.

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