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Piscinas verdes y patatales para el deporte: así es la cárcel de Pantoja a vista de pájaro
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IMÁGENES DE GOOGLE MAPS

Piscinas verdes y patatales para el deporte: así es la cárcel de Pantoja a vista de pájaro

Iluso. Ingenuo. Cándido. Solo así puede calificarse a quien creyese que con su entrada en la prisión femenina de Alcalá de Guadaíra se cerraría el culebrón de Cantora

Iluso. Ingenuo. Cándido. Solo así puede calificarse a quien creyese que con su entrada en la prisión femenina de Alcalá de Guadaíra se cerraría el culebrón Isabel Pantoja. Las informaciones –algunas de dudosa verosimilitud– acerca de lo que pueda estar sucediéndole a la tonadillera en sus días más sombríos se deslizan como una mancha de aceite desde el interior del penal: ansiedad, claustrofobia, enfermería, peleas carcelarias, talleres de cerámica, listas negras de examigos, el coro de la cárcel, una madre anciana que no se entera o solo en parte, cojines para su hijo el dj, una tele para verlo en directo y hasta un posible romance con un funcionario ahora expedientado. Lo que debería ser una anodina condena en una prisión esteparia lleva visos de igualar las peripecias que Papillon vivió en una mazmorra de la Guayana Francesa.

Este fin de semana, La Razón publicaba una suerte de diario de la cárcel. Bajo al titular Niñas, vámonos a la playa, el texto nos describía cómo Isabel invita a las demás reclusas a salir a su patio favorito, aquel en cuya pared hay pintada “una playa paradisíaca”, para sentarse junto a ella y tomar el sol como hicieron Javier Bardem y Luis Tosar un lunes de hace catorce años. Algo difícil de creer si no fuera porque hemos encontrado la foto. La de esa pared y la de todas las paredes que pueden verse desde el aire. De hecho, bastantes más cosas que muros y que comprometen la atmósfera idílica que dibuja el diario: invernaderos con el techo levando anclas, un huerto a medio labrar, una pista de tenis sin red y con tierra demasiado batida, piscina de preocupantes aguas verdes, canchas de baloncesto sin canasta, una pista de atletismo (¡cuadrada!) de solo tres carriles y un campo de fútbol en el que Paul Gascoigne dudaría dar patadas. Nos vendieron que Alcalá de Guadaíra era la prisión más cómoda para Isabel Pantoja. Viendo estas imágenes, la mayor parte emitidas ayer en primicia por el programa Arucitys (8TV), le deseamos que al menos su nuevo colchón sea confortable.

Piscina verde, piscina azul

Comencemos por la pared de la playa. Aunque la foto aérea que nos ofrece Google Maps no es lo bastante nítida como para distinguir Maldivas de Caños de Meca, sí se adivina una estampa marina. Hasta gaviotas parecen sobrevolar la orilla si le pone uno imaginación suficiente. Hemos hallado una pintura más, un mural en blanco y negro que bien podría ser una copia del Gernika de Picasso, si bien nos inclinamos más por arte graffitero de 'las 3.000 viviendas'. Confiamos en que los cultivos de temporada brotan verdes como los ojos verdes de la copla, pero albergamos nuestras dudas respecto a lo que deba crecer bajo ese invernadero en horas bajas.

Sin embargo, lo que más nos inquieta son las piscinas del recinto. Hasta tres podemos contar. Creemos que dos de ellas pueden tratarse en realidad de albercas para el regadío de huertos y plantaciones y solo una sería una verdadera piscina. Si atendemos a la imagen de Google Maps, dan ganas de zambullirse aún en el frío enero. Si por el contrario consultamos Bing Mapas, el verdor de las aguas nos sugiere que lo más inocente que ahí se esconde es una foca monje. Probablemente unas se tomaron en verano y otras en invierno. Sin embargo, si consultamos la línea del tiempo de Google Earthcomprobaremos que en el verano de 2013 (última foto tomada) la piscina seguía estando verde. ¿Recortes de presupuesto en la prisión? Puede. En los últimos años los hubo en todas las cárceles españolas.Vanitatis se ha puesto en contacto con Instituciones Penitenciarias para saber cuál es la foto que refleja más la situación actual, pero aún seguimos esperando la respuesta.

Dice el texto de La Razón que cuando las internas salen al patio, “Isabel les propone jugar a juegos infantiles como el pillapilla, o a saltar y hacer pequeñas carreras para entrar en calor”. Si hemos de juzgar por el estado en que se encuentra el campo de fútbol, estamos dispuestos a considerar que sí, que realmente la Pantoja juega a pillar a sus 58 añazos. Pero es que el resto de las instalaciones deportivas que les mostramos a vista de pájaro no invitan a ser un Rafa Nadal o un Michael Jordan. Particularmente cuando no hay canastas en la cancha de baloncesto y la pista de tenis, sin red, parece de arcilla de la que las internas usan en el taller de cerámica.

Iluso. Ingenuo. Cándido. Solo así puede calificarse a quien creyese que con su entrada en la prisión femenina de Alcalá de Guadaíra se cerraría el culebrón Isabel Pantoja. Las informaciones –algunas de dudosa verosimilitud– acerca de lo que pueda estar sucediéndole a la tonadillera en sus días más sombríos se deslizan como una mancha de aceite desde el interior del penal: ansiedad, claustrofobia, enfermería, peleas carcelarias, talleres de cerámica, listas negras de examigos, el coro de la cárcel, una madre anciana que no se entera o solo en parte, cojines para su hijo el dj, una tele para verlo en directo y hasta un posible romance con un funcionario ahora expedientado. Lo que debería ser una anodina condena en una prisión esteparia lleva visos de igualar las peripecias que Papillon vivió en una mazmorra de la Guayana Francesa.

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