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Dani Rovira, maestro de ceremonias de los Goya 2015: “Si hay hostias, las asumiré”
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protagonista de 'ocho apellidos vascos'

Dani Rovira, maestro de ceremonias de los Goya 2015: “Si hay hostias, las asumiré”

Al protagonista de 'Ocho apellidos vascos' se le ha perdido la cartera pocas horas antes del inicio de esta entrevista, en la que habla de un gran reto

A Dani Rovira se le ha perdido la cartera pocas horas antes del inicio de esta entrevista. Días antes de que agradezca en las redes sociales que hayan aparecido el DNI y sus tarjetas, el flamante conductor de la gala de los Goya que se celebra el 7 de febrero está algo contrariado ante los quebraderos de cabeza que conlleva haberse dejado la documentación personal en un taxi. Eso no le hace perder la simpatía que el público presupone en él una vez vistos sus personajes.Su tono afable no cambia ni siquiera cuando se le pregunta por las posibles comparaciones que le harán con Rosa María Sardá, Antonia San Juan, Eva Hache o Manuel Fuentes. A esos nombres se suma este año el de este malagueño que, indudablemente, ha sido el actor del año gracias a Ocho apellidos vascos, esa película fenómeno capaz de arrasar en taquilla y de ser algo contraproducente para su propio protagonista. Así lo ratifica él mismo cuando acudimos a la Academia de Cine Español a entrevistarle: “Llegó un momento, en la cuarta o quinta semana, que deseé que quitasen Ocho apellidos vascos de la cartelera. Todo el mundo estaba supercontento, yo el primero, pero a los actores nos repercutió mucho porque durante 24 horas no nos dejaban olvidarnos de la película. Hubo un momento en el que nos estalló en la cara”, asegura sin pelos en la lengua este malagueño de 34 años que habla de la fama, del cine español y de los retos de ser el conductor de una gala que, este año, parece que pasará bastante de la política.

Con el guión de la ceremonia bien preparado y aprendido, toca el turno de analizar un año, el 2014, en el que Rovira ha sido estrella y estrellado, ya que la prensa del corazón convertía su relación con Clara Lago en objetivo primordial de sus cabeceras. ¿Cómo se ha tomado él saltar del Club de la Comedia al universo rosa? “Todos hemos ido a la casa de un familiar o a una peluquería y hemos ojeado esas revistas. Muchas veces las abres, ves las fotos de alguien que sale de comprar o pasea al perro y lo observas como algo agradable. Sin embargo, la gente no es consciente de que en el momento en el que se ha hecho esa foto se está creando una situación muy violenta. Cuando tú eres el protagonista de esa imagen tienes a gente a tres metros de ti echándote fotos como si fueses un animal a punto de ser cazado”, asegura.

Sin embargo, que nadie lo interprete como una queja, ya que él mismo conoce las reglas del juego de la fama: “Ahora entiendo a gente con un nivel de popularidad muy elevado y el estrés que genera eso; entiendes cuando se les tacha de bordes y demás. Yo me he visto en ese pellejo, así que se agradece cuando alguien te conoce por la calle y te sonríe o te saluda y nada más. A mí la parte que cuesta más es la de las fotos que te hacen constantemente como si fueses un monito de feria, porque lo que para la gente es un momento de sus vidas para ti son 24 horas viviendo ese tipo de situaciones. Sin embargo, no voy a renunciar a una profesión que me gusta porque es algo que va de la mano. Si crees en Dios tienes que creer en el demonio”, dice sin tapujos.

Una gala menos politizada

La prensa quizá se repite al preguntar al presentador, año tras año, si en la gala de los Goya habrá o no referencias al IVA, al ministro Wert o a la notoria falta de subvenciones. La novedad de esta edición está en la respuesta del responsable de presentar la gala. Quien quiera política, no parece que la vaya a encontrar en la gran fiesta del cine español: “Hay motivos para quejarse porque a pesar de que en cifras ha sido un año maravilloso podríamos seguir protestando por la subida del IVA, pero hagamos lo que hagamos los políticos se van a tocar la punta de la nariz… Lo que vamos a hacer es celebrar nuestra fiesta; vamos a ser como un animal herido, que cuando más herido está es cuando más lucha. Va a ser una fiesta para la gente del cine y las puertas van a estar abiertas para esos políticos. Y si quieren venir, encantados. Probaremos la fórmula de que se sientan a gusto y, a partir de ahí, igual se encariñan y empiezan a tratarnos mejor” .

Más allá de la política, están otros asuntos aparentemente más superfluos como el maquillaje de Manel Fuentes, la mala uva de Eva Hache o el presunto cabreo de Antonia San Juan por no ganar el premio a mejor actriz secundaria y tener que seguir presentando la gala de 1999 como si nada. Este año le toca a Rovira estar en el ojo del huracán y, para colmo, enfrentarse al más inmisericorde de los jurados: el de Twitter. “Sé que me van a caer hostias”, dice él. “Es una cosa que creo que va con el ‘sí’ a presentar una gala de estas características, y las redes sociales son para eso, para que la gente que no tiene acceso a opinar pueda liberarse y opinar. Yo lo haré lo mejor que pueda e intentaré que la gente se lo pase bien y que la gala se haga corta. Si hay hostias, las asumiré”.

Con o sin hostias Rovira ha pasado de ser un asiduo del Club de la Comedia al digno heredero de los Alfredo Landas o los Juanjos Menéndez de antaño. La noche de los Goya se enfrentará a otro reto mucho más grande que el de aparecer de la mano de su novia en las revistas: ser el conductor de una gala (y el posible ganador del premio a Mejor Revelación) en la que se mide el cine anual de un país que, política y socialmente, está en plena ebullición. Como el propio Dani Rovira, como las propias películas que muestran una época a la que no hace falta ponerle apellidos.

A Dani Rovira se le ha perdido la cartera pocas horas antes del inicio de esta entrevista. Días antes de que agradezca en las redes sociales que hayan aparecido el DNI y sus tarjetas, el flamante conductor de la gala de los Goya que se celebra el 7 de febrero está algo contrariado ante los quebraderos de cabeza que conlleva haberse dejado la documentación personal en un taxi. Eso no le hace perder la simpatía que el público presupone en él una vez vistos sus personajes.Su tono afable no cambia ni siquiera cuando se le pregunta por las posibles comparaciones que le harán con Rosa María Sardá, Antonia San Juan, Eva Hache o Manuel Fuentes. A esos nombres se suma este año el de este malagueño que, indudablemente, ha sido el actor del año gracias a Ocho apellidos vascos, esa película fenómeno capaz de arrasar en taquilla y de ser algo contraproducente para su propio protagonista. Así lo ratifica él mismo cuando acudimos a la Academia de Cine Español a entrevistarle: “Llegó un momento, en la cuarta o quinta semana, que deseé que quitasen Ocho apellidos vascos de la cartelera. Todo el mundo estaba supercontento, yo el primero, pero a los actores nos repercutió mucho porque durante 24 horas no nos dejaban olvidarnos de la película. Hubo un momento en el que nos estalló en la cara”, asegura sin pelos en la lengua este malagueño de 34 años que habla de la fama, del cine español y de los retos de ser el conductor de una gala que, este año, parece que pasará bastante de la política.

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