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Así vive Jaime Marichalar (en un 'superático') veinte años después de su boda con la Infanta
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los predios del exduque de lugo

Así vive Jaime Marichalar (en un 'superático') veinte años después de su boda con la Infanta

Este miércoles 18 se cumplen dos décadas de la boda que revolucionó a Sevilla. El enlace convirtió en personaje al que luego sería duque de Lugo, cuya vida ha dado mil giros a lo largo de estos veinte años

Este miércoles 18 se cumplen dos décadas de la boda que revolucionó Sevilla. Con un sol de bandera y los primeros compases de la primavera hispalense, se casaban la infanta Elena y Jaime de Marichalar. Dos décadas más tarde, la vida del exduque de Lugo ha cambiado considerablemente. Dicen aquellos que le conocen de cerca que “a mejor”. Pese a que desde noviembre de 2007 ya no es marido de la primogénita de Don Juan Carlos, sigue ocupando un buen puesto en el mundo de la moda y disfruta de una serie de privilegios a los que también ayudó la herencia de su tía abuela, Teresa de Marichalar, a la que la familia llamaba ‘la tía Coco’. Así, en apenas dos décadas, Jaime de Marichalar pasó de vivir en Francia en un piso que apenas superaba los 40 metros cuadrados a ser propietario de una casa de tres plantas en la calle Nuñez de Balboa esquina con Ortega y Gasset, todo un emblema de lo que su existencia ha evolucionado.

El periodista Antonio Montero recordaba hace unos meses para este portal que, desde el principio, Marichalar no era tan importante como parecía. El currículum que ofreció Zarzuela tras su compromiso con la infanta Elena en el otoño de 1994 no era cien por cien fiel a la realidad: “Hubo un dossier que entregaron a la prensa en el que decían que Jaime había dirigido sus pasos hacia el mundo de las finanzas". Cuando nosotros preguntamos cuál era su trabajo real en París nos dijeron que su papel en la empresa en la que trabajaba no era tan importante”. Sin embargo, hoy por hoy su nombre es suficiente como para congregar a personajes como las Koplowitz, grandes amigas suyas, o a gran parte de la alta sociedad del país. El éxito ha sido una confluencia de su ‘matrimonio real’, de su carisma y de la herencia de su ‘tía Coco’.

Una herencia familiar y un casoplón

“Siempre fue el ojito derecho de su tía, que le legó un Jaguar a su hermano Álvaro y a él le dejó una herencia considerable, así como al resto de sus ahijados, ya que estaba casada en segundas nupcias con un importante empresario mallorquín”, aseguran personas del círculo familiar de los Marichalar acerca del legado de su tía. Casado aún con la infanta Elena, Jaime aprovechó el dinero de esa herencia para comprarse una casa de tres plantas, propiedad de la familia Corsini, en 2005. Situado en la calle Núñez de Balboa, el ático tríplex de 500 metros cuadrados ocupa las tres últimas alturas del edificio. La casa se construyó en 2002 en un jardín protegido por la normativa del Ayuntamiento de Madrid. Los Corsini no se saltaron esa normativa a la torera, sino que se ajustaron a un Plan Especial y compensaron la construcción con el derribo de otras edificaciones que existían en el jardín.

Los datos de la casa no dejan de impresionar: tres dormitorios por planta y un salón, cocina, baños y garaje. Pese a que originariamente el edificio no poseía piscina, Marichalar se empeñó en construir una cerrada cuya temperatura ha de mantenerse siempre, esté o no esté él. La casa posee, además, tal y como ha podido saber Vanitatis en exclusiva, tres niveles de seguridad: una puerta blindada, un ascensor con llave y la puerta del portal, por la que se debe entrar acompañado del servicio, integrado por personas sudamericanas que siempre se dirigen al que fuese duque de Lugo con el sobrenombre de 'señorito'.

Fue de esa casa, cuyo precio ronda los tres millones de euros, de la que salieron la infanta Elena y sus hijos Froilán y Victoria Federica una vez que la relación de la pareja hizo aguas y todo terminó. El hogar sigue siendo la metáfora perfecta del poder de Marichalar, que además posee un enorme nivel de convocatoria dondequiera que va. El noble forma parte del consejo de administración de la Sociedad Federal Inmobiliaria de España, propiedad de un amigo del Rey Juan Carlos, Robert Zellinger, y del de Loewe. Algo que, según comenta a este portal alguien de las altas esferas donde se mueve, “no está nada mal para alguien que ni siquiera se correspondía totalmente con el título de economista”. También aseguran, eso sí, que “siempre ha sido discreto y ha sido lo suficientemente inteligente como para tratar con respeto el sitio que se le ha otorgado”.

Con el sobrenombre de duque o sin él (perdió ese tratamiento una vez que se hizo efectivo el divorcio de la infanta en 2010), sus continuas apariciones en eventos de moda y actos de la alta sociedad lo han convertido en todo un personaje que parece saber vivir mucho mejor de lo que lo hacen los miembros de la que fuese su familia política.

Este miércoles 18 se cumplen dos décadas de la boda que revolucionó Sevilla. Con un sol de bandera y los primeros compases de la primavera hispalense, se casaban la infanta Elena y Jaime de Marichalar. Dos décadas más tarde, la vida del exduque de Lugo ha cambiado considerablemente. Dicen aquellos que le conocen de cerca que “a mejor”. Pese a que desde noviembre de 2007 ya no es marido de la primogénita de Don Juan Carlos, sigue ocupando un buen puesto en el mundo de la moda y disfruta de una serie de privilegios a los que también ayudó la herencia de su tía abuela, Teresa de Marichalar, a la que la familia llamaba ‘la tía Coco’. Así, en apenas dos décadas, Jaime de Marichalar pasó de vivir en Francia en un piso que apenas superaba los 40 metros cuadrados a ser propietario de una casa de tres plantas en la calle Nuñez de Balboa esquina con Ortega y Gasset, todo un emblema de lo que su existencia ha evolucionado.

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