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María Pineda, la 'alegría de la huerta' que regalaba cascabeles
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María Pineda, la 'alegría de la huerta' que regalaba cascabeles

Cuando a María Pineda le diagnosticaron el cáncer de pulmón, no quiso envolver la enfermedad con eufemismos y, desde el primer momento, explicó su situación. Sabía de su difícil situación

Cuando a María Pineda le diagnosticaron el cáncer de pulmón, no quiso envolver la enfermedad con eufemismos y, desde el primer momento, explicó su situación. Sabía también, al venirde herencia una enfermedad parecida por parte de su familia, quelo suyo iba a ser muy complicado. Pero, igual que era consciente de ello, estaba dispuesta a vivir la vida y seguir sonriendo, una de sus mejores bazas. Una sonrisa grande, larga, expresiva que solía e una carcajada contagiosa.

María era la alegría de la huerta y sise encontraba con conocidos que rehuían preguntarle como se encontraba, ella se adelantaba y solo decía "unas veces bien, otras regulary otras, francamentemal" y a continuación agarraba la cara de su interlocutor y plantaba dos besos sonoros "de los de de abuela, de los que hacen ruido", decía.

Al principio, cuando empezó con la quimioterapia, lo que más le preocupaba erasu pelo, una melena preciosa que cuidaba porque era su “tarjeta de presentación". Más adelante, al recordar ese desasosiego, lo comentaba con humor con los amigos:"Me mataba de risa con las enfermeras cuando iba a las sesiones de quimio con mi peluquita y me tomaban el pelo porque les contaba que le echaba mascarilla". Se cortó la cabellera y a lo garçón y se hizo un postizo que utilizaba en los recogidos entre tratamiento y tratamiento. De aquellas primeras apariciones lo que más llamaba la atención era que seguía teniendo chispas de ilusión en sus ojos de princesa del desierto.

No tenía problema para comentar sus experiencias vitales y lo que significaba su día a día con el cáncer. "Nunca te acostumbras, pero convives porque el mundo sigue y no puedes estar como la zarzamora y con la muletilla de ¿por qué a mí? ¿Por qué yo? ¿Por qué, por qué y por qué?". Una de las veces que estuvo muy hundida fue cuando murió Carla, la hermana de Norma Duval. Ambas probaron un tratamiento experimental en Alemania en el que confiaban. “Y a mí me vino muy bien", según me explicaba tiempo después. Estuvieron muy unidas y por eso su muerte la dejó muy tocada. Pero, como en otras ocasiones, María levantó el vuelo y volvió a empezar, como había hecho cuando murieron sus padres.

Dejó pronto de ser la ex novia de Joaquín Cortes para tener identidad propia y sise le recordaba para referenciarlatampoco importaba mucho. Y su algún periodista joven cuestionaba su popularidad aduciendo su historial de ex, ella le daba la razón. "¡Ay mi niño! Pues sí, soy ex y re ex y no sabes lo agradecida que estoy de haber conocido a una persona tan buena y tan leal como Joaquín!”

María aparecíay desaparecía porque tenía su mundo. Lo mismo se marchaba a Miami y colaboraba con artistas cubanos y personajes del show businessque viajaba a Bali para traerse mobiliario oriental o volvía de un viaje moruno cargada de alfombras y pulseritas de la suerte que regalaba. Muchos tenemosla hilera de cascabeles que traía de no sé qué lugar. Te contaba dónde y cómo debías ubicarlaspara avisar a las hadas, que se suponía tenían que traer la buena fortuna y cuidar del hogar. "Hay que colocarlas en el jardín. Y si no tienes jardín en la terraza y si no en una ventana para que cuando corra el aire suenen".

La última vez que hablé con ella, después de ponernos al día, mepreguntó: "¿Tienesaún el avisador de hadas?”. “Sí, María, lo tengo y cada vez que suenan me acuerdo de ti". Y así seguirá siendo. Querida princesa del desierto, te echaremos de menos.

Cuando a María Pineda le diagnosticaron el cáncer de pulmón, no quiso envolver la enfermedad con eufemismos y, desde el primer momento, explicó su situación. Sabía también, al venirde herencia una enfermedad parecida por parte de su familia, quelo suyo iba a ser muy complicado. Pero, igual que era consciente de ello, estaba dispuesta a vivir la vida y seguir sonriendo, una de sus mejores bazas. Una sonrisa grande, larga, expresiva que solía e una carcajada contagiosa.

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