Los Vivancos: "Por nuestra cama han pasado mujeres famosas que no se ha sabido"
Reconocen que les han llegado a realizar proposiciones indecentes y proponer citas a ciegas en habitaciones de hotel. Ana Obregón, Arancha de Benito y Miriam Sánchez son solo las que sí se conocen
Los Vivancos volvieron a arrancar aplausos enfervorecidos y piropos entre lo cinéfilo y lo uterino. “Estáis más buenos que Leónidas”, se oyó en el patio de butacas del teatro Tívoli de Barcelona. Hasta el 7 de junio representarán Aeternum, un espectáculo maduro que combina flamenco, danza, violonchelo, artes marciales y piruetas circenses con la producción de Fernando Velázquez (BSO de El Orfanato) y música de la sinfónica de Budapest. Horas antes del estreno, Vanitatis pudo hablar con los siete hermanos del mismo padre y de cuatro madres distintas. Estar con ellos es como zambullirse en Ben-Hur: Elías, Judah, Josua, Cristo, Israel, Aarón y Josué. Así se llaman. “Cosas de nuestro padre, que era muy creativo”.
Los siete artistas son la esencia convertida en carne de la sabiduría transmitida por Pedro Vivancos García. Su nombre hoy lo conocen muy pocos, aunque llegó a bailar con Antonioel Bailarín, el amor de Lola Flores. Sin embargo, en la primera mitad de los 80, lideraba un grupo, llamado Raschimura, que apareció varias veces en los diarios. Era una amalgama de danza, flamenco, música, orientalismo, macrobiótica, karate y muchos niños –Pedro tuvo un total de 39 hijos a lo largo de su trayectoria, cuajada de viajes por Europa y Extremo Oriente– que la prensa de entonces no supo explicar sin emplear la palabra secta.
Si la actual España es la de la corrupción generalizada, a mediados de los 80 era la de las sectas. Se contaban por centenares. “Somos conscientes de que la gente habla y cuando no conoce todos los datos, puede equivocarse. Nos pasa a todos. He llegado a oír que nos estaban entrenando para ser ninjas, imagínate. Se trataba de los años 80. Pero no era una secta, sino una familia atípica, muy bonita. Nuestro padre nos ha cuidado siempre”, explica Josua. Elías coincide con su hermano: “Yo soy el mayor y te aseguro que no era una secta ni una comunidad; solo una familia que no entraba en los cánones de lo que la sociedad considera normal”.
Lo cierto es que Raschimura fue investigada por algunos delitos económicos de poco fuste y otros contra las costumbres que hoy suenan apolillados. Pedro, ya fallecido, prefirió hacer las maletas y llevar su sabiduría a Canadá. En Vancouver abrió la escuela de artes Quantico Independent School, donde podía aprenderse el conjunto de disciplinas que sus hijos heredaron. La mayoría lo acompañó en su aventura. “La escuela ha sido muy reconocida, gozó de todos los permisos y en ella se apuntaron no pocos hijos de policías. Canadá ya estaba entonces más adelantada que España. Allí estuvimos aprendiendo muchos años”, recuerda Elías. Los siete hermanos definen así a su padre: “El hombre más grande que he conocido. Una persona increíble y muy cariñoso con todos sus hijos. Ejemplar. Un genio. Un gran hombre y un gran padre. Un ídolo y un ejemplo a seguir. Muy adelantado a su tiempo”.
Ana Obregón, Miriam Sánchez y Arancha de Benito han pasado por sus brazos
Los Vivancos se han hecho famosos no solo por su talento sobre los escenarios sino porque algunas mujeres muy famosas los han conocido más íntimamente que el resto de espectadores. Ana Obregón se encaprichó de Israel, Arancha de Benito se dejó ver con Aarón y Miriam Sánchez salió con Cristo. Quizá alguno de ellos se llevó a la cama a Estefanía de Mónaco. “Solo te diré que tenemos una fotografía muy comprometida con ella. Sin embargo, un caballero no debe contar nada más. Menos aún de una princesa”, bromea uno de los siete magníficos.
Aun así, cuentan, a modo confidencial, que “sí ocurre que nos llama el asistente de tal señora y nos dice que en la habitación X de tal hotel nos espera”. “Ha habido mujeres famosas y no se ha sabido; ni se sabrá por nosotros. No nos gusta contarlo, no nos va ese faranduleo. Además, hoy estamos todos comprometidos y evitamos esas situaciones”, explica Elías. “¡Nos tienen bien cogidos!”, añade Aarón riendo y haciendo un gesto prensor inequívoco.
¿Cuántos zapateados pueden llevar unas botas tras más de 900 actuaciones en 35 países? No hay calzado que lo resista y aunque hayan cambiado de suelas muchas veces, los siete Vivancos continúan unidos por los lazos de la sangre y el flamenco. En sus cientos de miles de kilómetros a lo largo del mundo les ha pasado de todo. Incluso pueden que celebrar lo que no llegó a ocurrirles. Una semana antes del accidente de Germanwings, hicieron el mismo vuelo: idéntica hora, salida y destino. “Tenemos guardado el billete”, murmuran.
Vivencias únicas junto a sus hermanos
Sobre el escenario se han librado de las siete plagas de Egipto: “Nos ha pasado de todo. Que en el exterior haya una tormenta, se cuele electricidad en los instrumentos y los músicos sufran calambrazos; o que se vaya toda la luz y nosotros continuemos bailando a oscuras; que se caiga un monitor sobre el escenario y ponerlo en su sitio como si fuese parte del espectáculo… Una vez comenzó a arder un transformador dentro del teatro, parte del público tuvo que salir tosiendo, los bomberos entraban y nosotros no dejamos de bailar… Cuando pasa algo así, el público ve que el espectáculo es frágil, que no todo es infalible y te apoyan con más aplausos”.
Quizá una de las anécdotas más memorables la vivieron durante una gira en Rusia: “Estábamos a -30º y se congeló el motor del autobús que debía llevarnos al aeropuerto. No llegábamos al avión y el bus de sustitución que debían enviarnos también se congeló. Entonces el conductor cogió un palo, lo envolvió con una tela y lo metió en el depósito de la gasolina. Le pegó fuego con un zippo. Fabricó una antorcha y se metió bajo el autobús para calentarlo. Gracias al arrojo de aquel hombre pudimos volver a casa”.
Se despiden con un mensaje al Gobierno: “Por fortuna, trabajamos mucho internacionalmente y nos afecta menos, pero la falta de ayudas y la subida del IVA se ha llevado por delante a muchas pequeñas compañías españolas. Lo único que han conseguido es el efecto contrario: recaudar menos porque la gente va menos al cine, al teatro o a conciertos. Y el país pierde calidad de cultura, que es el tesoro más importante. Si un país invierte en cultura y educación, a la larga será un país rico”. Trabajar con tus hermanos dando la vuelta al mundo es ya un sueño al que le faltan dos ochomiles: hacer una temporada en Broadway y actuar los siete juntos en Las Vegas.
Los Vivancos volvieron a arrancar aplausos enfervorecidos y piropos entre lo cinéfilo y lo uterino. “Estáis más buenos que Leónidas”, se oyó en el patio de butacas del teatro Tívoli de Barcelona. Hasta el 7 de junio representarán Aeternum, un espectáculo maduro que combina flamenco, danza, violonchelo, artes marciales y piruetas circenses con la producción de Fernando Velázquez (BSO de El Orfanato) y música de la sinfónica de Budapest. Horas antes del estreno, Vanitatis pudo hablar con los siete hermanos del mismo padre y de cuatro madres distintas. Estar con ellos es como zambullirse en Ben-Hur: Elías, Judah, Josua, Cristo, Israel, Aarón y Josué. Así se llaman. “Cosas de nuestro padre, que era muy creativo”.