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Isabel Preysler, Mario Vargas Llosa y los motivos por los que es mejor vivir en pecado
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¿pasarán por el altar?

Isabel Preysler, Mario Vargas Llosa y los motivos por los que es mejor vivir en pecado

En vista de las últimas palabras de la embajadora de la cerámica sobre su relación con el Nobel de Literatura, aconsejamos a Isabel no meterse en el 'fregao' de otra boda

Foto: Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler en un fotomontaje realizado en Vanitatis
Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler en un fotomontaje realizado en Vanitatis

Dice la reina de corazones que no, que no hay boda a la vista con su Marito, que el Nobel ni se ha dignado a comprarle un anillo de pedida, como si a esa edad lo que le sobrase al hombre fuese el tiempo. Cuenta Isabel Preysler (que no Presley) a todo el que la quiera escuchar y leer que para haber boda primero él se tiene que divorciar de su actual esposa y ex amiga de ella, Patricia Llosa. Cómo si no fuese una cosa lógica.

Lo importante y lo que se deduce de estas palabras es que Isabel quiere un anillo con una fecha por dentro. Añade en sus declaraciones que ella es una loca y que vive al límite y el momento pero que quiere pedimento, casorio, prueba del pañuelo, que le bailen el ‘Yeli Yeli Ya’ las Martínez-Bordiú y Mario se parta la camisa. O eso concluyo yo. Ella es moderna e independiente a su manera.

Isabel debería saber, que a partir de la sesentena es una ordinariez posar en el altar y/o en el juzgado. Una mujer elegante y de mundo, a partir de los sesenta lo que hace es arrejuntarse. Nada de convivir bajo el mismo techo, ni lavarle los calzoncillos ni elegirle las pajaritas. Para que te cuelguen los cuadros ya tienes al mayordomo. Isabel, amiga, las señoras de tu edad con los novios lo que hacen y tienen que hacer es bailar en los centros de la tercera edad, que es donde hay buen ambiente y las cenas se sirven calientes y a buen precio.

Andar a saltos entre el tráfico, leer a medias el periódico, colarse juntos en el autobús, cantar hasta quedar afónicos, hacer del lunes otro sábado y no renunciar al sexo. De cuando en cuando, hay que pegarse un par de homenajes, sin saltos del tigre –por prescripción médica-, bajo un buen ventilador para evitar sofocos en un motel de carretera con poca luz para que la consecución del amor sea más morbosa. Y para qué negarlo, para distraer la mirada en el anaranjado papel pintado de la pared y evitar recrearse en la carne marchita. Pero casarse no.

Si a esa edad ya no se va a la cárcel, cómo va a ser pecado vivir fuera de la santa institución del matrimonio. Además, si se te presenta otro chulo, una ganga mejor ¿qué vas a hacer?¿ser una paloma infiel?

Y ahora, ¡queremos saber tu opinión!

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Dice la reina de corazones que no, que no hay boda a la vista con su Marito, que el Nobel ni se ha dignado a comprarle un anillo de pedida, como si a esa edad lo que le sobrase al hombre fuese el tiempo. Cuenta Isabel Preysler (que no Presley) a todo el que la quiera escuchar y leer que para haber boda primero él se tiene que divorciar de su actual esposa y ex amiga de ella, Patricia Llosa. Cómo si no fuese una cosa lógica.

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