Su infancia, sus amores y las fiestas 'bunga bunga': el Berlusconi más íntimo
El ex primer ministro italiano ha mantenido una conversación de tú a tú con un periodista que se ha plasmado en un libro que ve ahora la luz. En él se repasa su vida sin tapujos
“¿Le gustaría ver la famosa sala Bunga Bunga? ¿Tiene valor? ¿Se atreve?”, pregunta Silvio Berlusconi al periodista americano Alan Friedman encargado de retratarle en un libro, 'A su manera', que ahora publica la editorial Ariel. “Las sílabas vibran, chisporrotean en el aire como el pizzicato de un contrabajo: “¡bun-gaa! ¡bun-gaa!”. Berlusconi sonríe como un adolescente pícaro más que como un hombre de casi ochenta años. Está acomodado en un sillón frente a la chimenea de mármol de su sala de estar favorita. Lleva su atuendo de estar por casa: 'blazer' y jersey de cachemir azul marino”.
Es media tarde de un día invernal en Villa Marino, su residencia favorita, rodeado de fotografías familiares y decide hablar sobre aquellas famosas fiestas salvajes y las acusaciones de pagar para tener relaciones sexuales con una menor, Karima Rashida el Mahroug, una gogó de discoteca conocida como Ruby Robacorazones. Ahí está el anciano magnate de la televisión y ex primer ministro presto a hacer una visita guiada por la sala para agradar a su entrevistador. “Se levanta del sillón, da un teatral giro a la izquierda y dice: ‘¡Síganme!’. Cruza otra suntuosa sala, abre la puerta e ilumina una sala de banquetes”. ¿Aquella era la famosa sala Bunga-Bunga'? “Aquí estamos. Yo me sentaba allíy allá estaba la orquesta. La mesa está puesta con la misma elegancia; no ha cambiado nada. Sigo celebrando estas fiestas en esta sala y con huéspedes de distintas clases”, asegura.
“¿Ruby era una de las invitadas? ¿Y no hubo sexo? ¿Solo cenas y música, pese a que volvió casi una docena de veces?”, pregunta el escritor. “Aunque hubiese habido sexo aquí, en un domicilio privado, no habría sido un delito. ¿Dónde está el delito?”, replica con esa gran sonrisa hollywoodiense suya. Berlusconi siempre dijo que pensaba que la edad real de Ruby eran 24 años. “Siempre he dicho que no la había tocado, ni siquiera con un dedo, y Ruby dijo lo mismo. Nadie vio nada, así que para demostrar que hubo sexo necesitaría un fotógrafo, o un vídeo o un testigo fiable. Es pura invención”.
Adicto al trabajo y sin tiempo para el sexo, dice
Berlusconi tenía y tiene una afición por las chicas sexis de piernas largas y figuras curvilíneas, pero el caso Rubyfue mucho más que un gran espectáculo. Fue una humillación política y personal. Se publicaron historias como que había tenido un harén de 33 chicas que alojaba en uno de sus edificios. “Aunque soy un diablillo, parece un poquito exagerada hasta para un treintañero”, contesta para insistir que la intimidad de su hogar es poco interesante. “Siempre he sido adicto al trabajo y no he dedicado tiempo a seducir al sexo débil. He llevado una vida ordenada, me he casado dos veces, he sido un hombre de familia y he intentado dedicarles el tiempo libre a los niños, sobre todo los fines de semana. Así que todas esas historias sobre mí son fantasías que circulan para dañar mi imagen pública. De adolescente, como decía mi madre, era el más guapo de la playa. Cantaba y tocaba la guitarra y se me daban de maravilla los deportes, así que gustaba mucho, pero eran ellas quienes me seducían a mí”.
Dice el autor que Berlusconi no es hombre de hablar del amor, ni de lo que busca en una mujer, ni del dolor. ¿Qué busca Silvio Berlusconi en la mujer perfecta? “Tiene que ser guapa y tiene que ser un objeto de deseo. Puedo decir, aunque sea un poco íntimo, que no creo haberme ido a la cama con una mujer sin desearla, sin hacer el amor. Y tiene que existir un sentimiento de lealtad mutua”, responde.
Divorcio polémico
Berlusconi se casó por primera vez en 1965 con Carla Elvira Dall’Oglio, con la que tuvo dos hijos: María Elvira y Pier Silvio. Tenía 24 años cuando la conoció y lo que recuerda de su encuentro es ver “la figura delicadísima de una chica” en una estación de tren e improvisar de inmediato un plan para enamorarla. Cinco años después se casaban y su relación se mantuvo veinte años más hasta que se separaron mientras él ya salía con Verónica Lario, una bella actriz que ya le había dado un tercer hijo. Ella tenía 24 y él veinte más. Verónica hizo un par de películas, pero dejó la interpretación para convertirse en madre de tres hijos y la consorte del multimillonario.
En 2007, harta de los flirteos de su marido, publicó una carta en 'La Repubblica' exigiéndole una disculpa por haber coqueteado con dos mujeres en un acto público. Berlusconi no tardó ni 24 horas en hacerlo. Los siguientes años fueron una sucesión de ataques virulentos hasta que anunció su divorcio. “No puedo continuar con un hombre que se relaciona con menores –declaró–. Quiero bajar el telón de mi vida matrimonial”. “Con mi primera mujer he mantenido una relación de respeto, amistad y afecto. Mi segunda mujer ha adoptado posturas que quizá ahora no repetiría, pero ahora tenemos una relación respetuosa”, declara el ex primer ministro, que nunca se volvió a casar, pero sía ‘ennoviarse’ con mujeres más jóvenes.
“Soy un seductor nato”
El autor encuentra en estas charlas a un cicerone simpático, un animador incansable, un vendedor de sueños. ¿Cuál es su secreto? Berlusconi no duda en la respuesta. “Soy un seductor nato”, dice. Su seducción le ha costado algunos de los episodios más amargos de su vida. Nació el 29 de septiembre de 1936. Vivía en un apartamento en un barrio obrero muy duro con sus padres, Luigi y Rosa, y sus hermanos, Antonietta y Paolo. Cuando estalló la guerra, su padre tuvo que huiry se mudaron a un pueblo suizo. Rosa mantuvo a la familia y él recogía patatas para conseguir la cena. Finalizada la guerra, su padre regresó y volvieron a Milán.
Hasta los dieciocho años, Berlusconi fue al colegio salesiano Don Bosco. Rebelde, se sentía acosado en una escuela en la que los sacerdotes lo humillaban. Allí conoció a su amigo de la infancia: Fedele Confalonieri, que después fue el jefe de su imperio televisivo y el presidente de su grupo financiero, Fininvest. Los dos montaron un dúo musical y hacían bolos con los que, según Berlusconi, ganaba mucho dinero. “Tocábamos melodías románticas italianas y yo escribía canciones de amor. Podíamos comprar discos con lo que ganábamos. ¡Y pensar que hoy se puede descargar toda esa música gratis!”, explica. “Hasta que mi padre fue a verme y me dijo: ‘¿Piensas ser cantante de cabaret el resto de tu vida?’. Ysupe que tenía que dejarlo”.
De artista de segunda a empresario millonario
Estaba a punto de convertirse en el joven magnate de Milán. Berlusconi cerró su primer negocio inmobiliario a los 25 años. Primero fue un edificio, después la urbanización en un pueblo del extrarradio. “En Milán para conseguir las autorizaciones necesarias para construir había que 'hacer la gira' con un sobre lleno de dinero en la boca. Era un saco sin fondo, así que fue un alivio encontrar gente honrada”. Trajo a Italia el concepto de ciudades satélite: su primera fase fue Milano Due, por la que recibiría el título de Il Cavaliere. El proyecto convirtió a Berlusconi en un hombre acaudalado. Aquel año adquirió la lujosa Villa San Martino, con sus setenta habitaciones, en el pueblo de Árcore, en la que se instaló. Berlusconi la restauró con exceso de tapices y obras de arte de maestros, un establo para caballos de carreras, un helipuerto e incluso un campo de fútbol privado. Dice el autor que es la casa más importante de su vida. “Todo ha ocurrido aquí. Es su residencia, su refugio, su centro de mando, su cuartel general”.
Pero se aburría. Estaba listo para dar el salto de potentado inmobiliario a magnate de los medios. Marina, su hija mayor, tenía 12 años cuando TeleMilano 58 hizo su debut oficial en 1978. Recuerda el primer programa que se emitió, un episodio de Betty Boop. “Mi padre tenía una cena de negocios y nos llamó como treinta veces. Quería saber si había buena señal, si la imagen era de calidad, si el sonido se oía... Estaba convencido de que estaba creando algo nuevo y éramos su público de pruebas”. Compró series como 'Dallas', 'Dinastía' y 'Belleza y poder', y diseñó programas de variedades para la noche del sábado llenos de coristas ligeritas de ropa y humor chabacano. Y funcionaba.
Vendía un estilo de vida envidiable o, como una vez le dijo a un amigo en los años ochenta: “Vendo humo”, aunque para la sociedad milanesa era burdo y ordinario. Su siguiente aventura fue el fútbol. Las visitas semanales en helicóptero alMilán eran y siguen siendo esenciales; imprescindibles para su mente y su autoestima. “Para mí, el auténtico significado del Milán es que me recuerda a mi padre”. Uno de sus asesores estima que el equipo le ha costado desde entonces más de mil millones de euros, pero le convirtió en un héroe para los italianos.
El salto a la política
La política llegaría poco después. Todos le dijeron que no lo hiciera. “Mi madre se oponía a la idea con virulencia. Me dijo que si entraba en política, acabaría haciéndome daño a mí mismo, a mi familia, y a mis negocios”. A principios de los noventa, Berlusconi ya era una institución en su Italia natal y estaba cerca de convertirse en la persona más rica de Italia. Era un Ronald Reagan italiano, con su afición a las gominolas, que encandiló a los votantes con su carisma y prometiéndoles bajar los impuestos, dándoles palmaditas en la espalda y abrazando bebés, pero descubrió un Parlamento que era una gran corrala de cotilleos y secretos. “Eran muy pocos los que trabajaban duro. Para un empresario como yo, acostumbrado a trabajar de la mañana a la noche, aquello era un desastre”, recuerda.
En política forjó amistades con líderes como Vladimir Putin, al que describe como una persona sensible, de sentimientos profundos, respetuoso, muy amable, con la que formaba una extraña pareja, o Merkel, a la que regalaba “collares y pulseras de los caros pagados de su bolsillo y ella aceptaba encantada”. En agosto de 2014, veinte meses después de la conspiración de Merkel, Sarkozy y Napolitano, que llevó a su destitución, el Tribunal Supremo le condenó por fraude fiscal. “Experimenté una especie de incredulidad al ver que los jueces habían logrado amañar la partida contra mí”, recuerda. Tenía miedo y sufría episodios de depresión, pero se negaba a admitirlo y a rendirse.
Ya no era el Berlusconi de sus años de juventud, pero todavía conservaba el carisma. Seguía siendo un 'showman', un bromista, un galán, un magnate de los negocios y un hombre que no está preparado para abandonar el escenario. “Les dije a mis hijos y a mi familia que cuando me haya ido pueden venderlo todo excepto la participación en el AC Milán y su lugar en Árcore. ¿Sabe? Tengo casi ochenta añosy estoy empezando a sentirme viejo”.
Desde que finalizaron las entrevistas su salud ha empeorado y permanece casi recluido. En enero la Justicia italiana juzgará a las 23 personas que acudieron a sus 'bunga bunga', incluida Ruby, por falso testimonio. El mundo se derrumba a sus pies. Este libro es su legado porquecomo le dijo uno de sus asesores al periodista: “Usted es su testigo, el primer y último periodista con el que compartirá la historia de su vida usando sus propias palabras”.
¿Tienes un dispositivo móviliOSoAndroid?Descarga laAPPdeVanitatisen tu teléfono otablety no tepierdasnuestros consejos sobre moda, belleza y estilo de vida. ParaiOS,pincha aquí,y paraAndroid,aquí.
“¿Le gustaría ver la famosa sala Bunga Bunga? ¿Tiene valor? ¿Se atreve?”, pregunta Silvio Berlusconi al periodista americano Alan Friedman encargado de retratarle en un libro, 'A su manera', que ahora publica la editorial Ariel. “Las sílabas vibran, chisporrotean en el aire como el pizzicato de un contrabajo: “¡bun-gaa! ¡bun-gaa!”. Berlusconi sonríe como un adolescente pícaro más que como un hombre de casi ochenta años. Está acomodado en un sillón frente a la chimenea de mármol de su sala de estar favorita. Lleva su atuendo de estar por casa: 'blazer' y jersey de cachemir azul marino”.