Carmen Martínez-Bordiú responde a la venganza urdida contra ella en '¡Mira quién baila!'

La elección de Carmen Martínez-Bordiú como participante en el programa de TVE '¡Mira quién baila!' fue una de las grandes sorpresas de la edición de 2010. Por no decir la mayor, ya que nadie imaginaba que la nieta de Franco saliera bailando en público vestida con maillots de equilibrista, de patinadora, de domadora de circo y, en general, con estilismos que no la favorecían. A ella le daba igual y, a diferencia de otros concursantes, nunca se quejó ni exigió cambios de vestuario. Un dato que han obviado Mainat y Cruz, productores del programa, al contar las intimidades del espacio y dedicar palabras poco generosas hacia ella y Belén Esteban. Carmen no quiere polémicas y pasa del asunto, como señala en conversación con Vanitatis: “Para mí todo esto es muy lejano. Lo hice y punto. Lo pasado pasado está”.

En aquel momento sus declaraciones lo decían todo: “Ya sé que no tengo cuerpo de bailarina, me sobran kilos y años. Los que me critican me llaman gorda y que no tengo edad para salir bailando en la tele. Lo único que quiero es pasarlo bien y desde luego me divierto una barbaridad. Siempre me ha gustado bailar y lo bueno de ahora es que tengo profesores que me enseñan tango, vals, merengue… Me atrevo con todo”.

Carmen recibía las criticas con buen humor, como ahora las declaraciones de José María Mainat y Toni Cruz, responsables ejecutivos de '¡Mira quién baila'. Los dos han revelado seis años después que no podían soportar a la bailarina ocasional. “Nos daba mucha rabia invitar a la nieta de Franco y lo tuvimos que acatar porque así lo marcaba TVE”, han indicado.

En ese momento, Martínez-Bordiú vivía en Santander con su marido José Campos y, como decía, “a los dos nos gusta comer y disfrutamos de la excelente gastronomía de esta zona. Me cuido, pero no soy de lechuga y carne a la plancha. Con el baile estoy adelgazando”. Y otro factor importante que fue definitivo para que Carmen aceptara ser concursante del espacio de TVE fue el alto caché que le ofrecieron. Según los productores, una cantidad que rondaba “los 30.000 euros. Sus compañeros de edición cobraban 15.000”.

Recibía criticas por todos lados y aparentemente no la afectaban. Como explicaba a Vanitatis: “Me ponen verde por ser nieta de Franco y me llaman gorda (que lo estoy) como si las gordas no pudiéramos salir de casa”. Se tomaba a risa los comentarios poco generosos que la llegaban de su mundo social. Para ella era como una especie de 'deja vú' porque siempre le han llovido las criticas por su vida poco convencional. Uno de las personajes que salió en su defensa fue Isabel Preysler. La amiga de juventud aseguraba que la admiraba “por el valor que le echa para salir en televisión. Yo nunca me atrevería”.

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