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La emotiva carta de Juan Peña en memoria de su suegro, Dámaso González
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falleció el 26 de agosto, a los 68 años

La emotiva carta de Juan Peña en memoria de su suegro, Dámaso González

Juan Peña, yerno del diestro, ha enviado a Vanitatis una emotiva carta de despedida. El cantante está casado con su hija, Sonia

Foto: Juan Peña y su mujer Sonia despiden a Dámaso González en Albacete.
Juan Peña y su mujer Sonia despiden a Dámaso González en Albacete.

Anoche en Albacete, la tierra que tanto amabas.

A los pies de tu piscina, en los "Prados", hace algo de frío pero me apetece sentarme en la tumbona en la que tantas veces me tumbaba y me ponía a hablar contigo.

Me gustaba preguntar por tus comienzos, por tus compañeros, quería saber cómo una estrella tan grande podría ser a la vez tan humilde.

Miro hacia el cielo y veo que hay una estrella que brilla más que ninguna otra, sé que eres tú.

Has dejado un vacío muy grande, suegro, en esta familia que está rota de dolor, de pena, de rabia, de sufrimiento en el alma en cada una de ellas. Un sufrimiento que solo el tiempo podrá apaciguar muy lentamente y que nunca podrá olvidar. No podrá olvidar porque eres y serás siempre un hombre diez, ayer noté y lo intuía hace tiempo lo querido que eras por todo el mundo.

Desde el barrendero hasta el mendigo, las monjitas del Cottolengo, fundación con la que colaborabas hace años y donabas todo el dinero para dar de comer a los más necesitados, desde el alcalde hasta todos tus compañeros de profesión.

Todo el mundo habla con cariño, respeto y emoción del gran ser humano que eres.

Qué orgullosa está toda tu familia y todos los que te conocíamos de ti, suegro.

Llegué a vuestras vidas en un momento de mi vida donde andaba dando algún tumbo que otro y allí me recibisteis con los brazos abiertos.

Recuerdo el primer día que entré en tu casa y te miraba con respeto, admiración, apenas hablé en la comida, estaba nervioso, tu hija mayor había conocido a alguien que no conocíais más que de oídas y mi reputación en esas cosas del amor tampoco es que fuese impoluta.

Siempre he sido noble, algo inocentón y quizás también inmaduro. Entrar en vuestro mundo no fue nada fácil para mí, pero qué sencillo me lo pusiste todo, amigo.

Nunca olvidaré cómo me trataste desde el primer día. Llegué a tu casa con mi amigo Fernando Candela. No quería ir sólo y él vino conmigo a almorzar.

Tardaste en llegar. No creo que mi presencia te hiciese mucha gracia, "era un forastero" que entraba en vuestras vidas y nadie conocía. Con el tiempo me gané vuestro cariño, un cariño que me ha hecho ser uno más de vuestra adorada familia.

Mi Sony, la mujer que conocí en un plató de televisión cuando fui a presentar uno de mis discos, se hizo mi amiga y al cabo de los dos años empezó todo.

No olvidaré aquella fría noche de invierno cuando os comunicamos que ibais a ser abuelos. Brindamos por la vida que venía en camino. Aquel 8 de septiembre cuando nació Tristán, qué orgulloso te sentías, abuelo. Eras el abuelo más feliz que podía existir.

Qué rota has dejado a tu hija, amigo, está destrozadita, no sé cómo voy a poder ayudarla a recomponer ese puzzle que ha quedado hecho añicos...

Ella te podía llamar al día diez, veinte veces... Era obsesión contigo. Necesitaba escuchar tu voz, te amaba, te quiere por encima de su propia vida. Está llena de dolor, de un dolor que no existe medicina que pueda curar.

Hace poco, un mes más o menos, recuerdo con claridad cuando me subí a tu coche contigo y con tu nieto a dar un paseo por el embalse a echar comida a los peces y, de paso, ver el ganado, ver cómo crecía el trigo... Tristán te miraba embelesado. Yo para picarle le decía que de mayor iba a ser cantante y él siempre repetía “torero como Lalo, yo torero”. Cómo le digo ahora a tu nieto, a mi hijo, que Lalo ya no podrá llevarle de paseo por la ciudad, a ver los peces, a subirle al tractor. Me da miedo pensar que en unos días tendrá que venir a ver a su Lala a la que también adora, a su abuelita y a sus tíos y sé que en cuanto entre por la puerta de la finca sus primeras palabras serán “Lalo”. ¿Qué le digo, Dios mío? A un ser tan inocente, tan lleno de bondad como la que tenías tú. ¿Qué se le dice a un crío que tres días antes de tu cumpleaños él cumplirá sus dos añitos?

Su tarta de cumpleaños, su fiesta... Faltará un hueco en esa mesa y no sé cómo lo haremos. No quiero que ese inocente angelito sufra desde tan pequeñito al ver la ausencia de su abuelito.

Ese abuelo que lo era todo para él. Sé lo que le quieres, lo que le querías cuando lo mirabas porque viene de una raíz muy grande que es tu hija.

No quiero pensar en ese momento. Sólo le pido a Dios que mande paz a los corazones de toda tu familia Dámaso. Tu hogar está lleno de trofeos, fotografías, es imposible mirar un rincón y no verte. Cuánta tristeza hay ahora mismo en esta casa...

Dámaso González. (Archivo)Espero estar a tu altura, ser una pizca de como tú eres y enseñarle a mi hijo tu humildad, tu humildad como ser humano que era infinita. Tenías un corazón tan grande que podías repartir amor a todos los que te conocíamos, ese corazón era inmenso en todos los sentidos.

Mi Sony, tu ojito, esa chica sensible que es alma gemela tuya está irreconocible y es que tanto dolor para un ser con un corazón tan noble no sabe cómo salir adelante.

Espero que desde donde estés, envíes fuerza a todos los tuyos para que el día a día les pueda hacer tirar “pa'lante”.

Siempre estará en nuestros corazones, en nuestra mente, en nuestro alma... Ese alma que ahora tenemos presente cada vez que miramos al cielo.

Suegro, que sepas que Tristán estará siempre orgulloso de ti, que no puede tener un Lalo más bueno que tú porque si la nobleza tuviese que tener otro nombre en este mundo tendría que llamarse Dámaso González y le diré eso que veo ahora mismo en el cielo, que el abuelito ha ido a cogerle una estrella para que se ponga a jugar.

Te queremos ahora y siempre.

Anoche en Albacete, la tierra que tanto amabas.

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