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El secreto mejor guardado de la melena californiana de Jennifer Aniston
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El secreto mejor guardado de la melena californiana de Jennifer Aniston

Un 'bad day', separación de Justin Theroux mediante, puede ser, pero un 'bad hair day', jamás de los jamases. Averigua cuál es el truco que la inolvidable Rachel tiene para su rubio pelo

Foto: Jennifer Aniston, una mujer con pelazo. (Foto: Gtres)
Jennifer Aniston, una mujer con pelazo. (Foto: Gtres)

Puede permitirse un 'bad day' (ahora más de uno, tras su separación de Justin Theroux), pero JAMÁS un 'bad hair day' (un ‘mal día de pelo’, para ajenos al término en inglés). A Jennifer Aniston, ese epítome de la belleza californiana que pasea garbosa por las playas de Malibú moviendo una rubia cola de caballo de un lado a otro, su melena le ha dado muchas alegrías. Repasemos el secreto de un éxito en el que mucho tiene que ver un truco de belleza al alcance del resto de las mortales. O –como comprobaremos más adelante– de aquellas afortunadas que viven cerca del mar.

De larga a midi y viceversa

Para empezar, el corte bob que la actriz lució en 'Friends' y que corrió a cargo de Chris McMillan, quien a día de hoy sigue siendo su peluquero, llegó a hacerse tan popular a mediados de los noventa –fue uno de los más copiados– que se ganó un nombre propio, el Rachel, por el personaje que interpretaba en la serie. Cuenta incluso con entrada propia en Wikipedia (busca 'corte de cabello Rachel' y obtendrás toda la info) y a Aniston parece ser que le horrorizaba. Según comentó en más de una ocasión, se sentía incapaz de manejar sola en casa esa cascada de capas domadas por McMillan (¡te necesito!) a golpe de cepillo redondo y secador.

Los noventa siguieron su curso y Jenny nos regaló looks capilares muy de la época: moñetes a lo Gwen Stefani, pequeñas rastas… Más una evidencia: el grunge no era para ella, una chica dulce de belleza más platónica que nihilista. Así que dedicó los dos mil a lucir melena en dos tiempos: de larga a midi y viceversa, con breves entreactos de ponytail y moño francés. McMillan mientras tanto seguía a su lado, fiel compañero y amigo. Y le dio un consejo de oro: “Menos es más. No te toques el pelo. No lo laves todos los días. Tan solo déjalo estar”. El estilo effortless se estaba fraguando.

Un objeto de deseo

Jennifer Aniston siguió las advertencias del experto y pronto su melena dorada se convirtió en objeto de deseo. En la actualidad, Google arroja más de 13,5 millones de resultados para la búsqueda 'Jennifer Aniston hair', unas cifras golosas que explican que más de una firma capilar haya querido echarle el lazo, tal y como confesaba la propia actriz en una entrevista televisada. Pero a ella del beauty business solo le convenció Living Proof, una marca centrada en la ciencia que cuenta en sus filas con científicos de Harvard y del MIT y con más de 800 patentes. Para no quedarse en mero reclamo publicitario, en 2012 decidió invertir y convertirse en copropietaria (llevándose a su amigo McMillan como celebrity hairstylist), hasta que la firma fue adquirida por el gigante cosmético Unilever en 2016 y decidió abandonar del proyecto.

Su elixir capilar

Hace poco, nuestra protagonista desvelaba a una conocida revista de moda americana el secreto 'do it yourself' de sus envidiados mechones 'besados' por el sol. “Exprimo un limón en una botella de spray rellena de agua del mar y pulverizo la mezcla por toda la melena. Los reflejos quedan mucho más relucientes, además de que respiras el aroma maravilloso del océano”, contaba. Ahora solo falta que alguna marca embotelle el secreto capilar mejor guardado de Aniston.

Puede permitirse un 'bad day' (ahora más de uno, tras su separación de Justin Theroux), pero JAMÁS un 'bad hair day' (un ‘mal día de pelo’, para ajenos al término en inglés). A Jennifer Aniston, ese epítome de la belleza californiana que pasea garbosa por las playas de Malibú moviendo una rubia cola de caballo de un lado a otro, su melena le ha dado muchas alegrías. Repasemos el secreto de un éxito en el que mucho tiene que ver un truco de belleza al alcance del resto de las mortales. O –como comprobaremos más adelante– de aquellas afortunadas que viven cerca del mar.

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