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Úrsula Mascaró, un torbellino que danza al son de sus Pretty Ballerinas
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ENTREVISTA EXCLUSIVA

Úrsula Mascaró, un torbellino que danza al son de sus Pretty Ballerinas

Úrsula Mascaró es la diseñadora menorquina detrás del movimiento Mos Movem. Hablamos con ella de política, feminismo y zapatos

Foto: Úrsula Mascaró en su casa de Menorca. La diseñadora lleva vestido de rayas de Trafaluc, zapatos de Úrsula Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)
Úrsula Mascaró en su casa de Menorca. La diseñadora lleva vestido de rayas de Trafaluc, zapatos de Úrsula Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)

Úrsula Mascaró es el tipo de mujer que una querría tener como amiga. Habla y sus ojos desprenden destellos que acarician y arañan en función del tono de su voz, fuerte y directo, con un seductor menorquín que combina con el castellano, como buena bilingüe. Nos encontramos en su casa familiar, en Ferreries (Menorca), donde se crió y donde vive su madre, Xisca, una mujer bella y silenciosa, de gesto delicado, que la acompaña durante toda la jornada que pasa con Vanitatis. Hace calor y apetece un baño en la piscina del jardín, sobre la que cae una cascada que refresca el aire. Cerca corretea Neu, la perrita de mamá, un caniche blanco, suave y mimoso. “A mí me gustan los gatos”, dice Mascaró riendo con desdén. Así marca su lugar, como siempre ha hecho.

¿Feminista? Pues claro, ¿quién no va a querer las mismas oportunidades para una mujer que para un hombre?

Fue la segunda mujer de Menorca en montar un caballo en las fiestas de San Juan (ojo, que la primera fue su profesora de hípica), ha liderado la empresa familiar desde joven y la ha llevado a lo más alto con Pretty Ballerinas, la marca que creó con su exmarido. Pisa fuerte esta bella mujer que no para de bromear, reír y abrazar la vida: “¿Feminista? Pues claro, ¿quién no va a querer las mismas oportunidades para una mujer que para un hombre? Pero si me preguntas por si hice huelga, pues te diré que no, porque las batallas se ganan en el día a día”. Y en ese día a día a Úrsula no hay quien la pare.

placeholder Bodegón de zapatos y bolso de Úrsula Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)
Bodegón de zapatos y bolso de Úrsula Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)

La empresa la fundó el abuelo en 1918 y este año de centenario los números impresionan: producen 520.000 pares de zapatos al año, venden en 85 países, tienen 95 tiendas y 1.000 clientes multimarca en los cinco continentes. Entre las tres firmas, Mascaró, Úrsula Mascaró y Pretty Ballerinas, emplean a 350 personas de manera directa (hay 200 en la fábrica de Ferreries) y 150 de manera indirecta, y exportan el 70% de la producción.

Entre tanta cifra, Mascaró encuentra tiempo para sus luchas particulares: promueve la plataforma Mos Movem, contra la imposición del catalán en la esfera pública de las islas. Y avisa: “El fin último es la creación de los Països Catalans. No podemos tolerarlo”.

Mascaró lleva pijama estampado de Amitie para El Corte Inglés y estiletos Úrsula Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)

La vuestra es una historia romántica. Es tu abuelo, que no era zapatero, quien recibe un encargo para hacer zapatillas de bailarina para ¿el Gran Teatre del Liceo de Barcelona?

Sí, para el Liceo. Fíjate tú. Nunca entendí por qué, me contaban que un señor se lo pidió porque tenían mucha demanda y no llegaba a cubrirla toda. Es una cosa muy curiosa. Como te lo cuentan de lejos, cuando eres pequeña, no acabas de terminar de entender la historia familiar. Lo intento, pero es difícil, sé que a mi abuelo le gustaba la ópera y aquí en Mahón hay un teatro en el que ha habido mucha tradición de ópera. Es uno de los más antiguos de España. Mira, esa relación es con la que yo intento desenmarañar el misterio.

Y de hacer bailarinas pasastéis a vuestra expansión internacional, con el 70% del producto exportado.

Sí, total. Papá decidió rediseñar las bailarinas del abuelo y ponerles una suela para poder ir por la calle, algo con lo que la empresa dio un paso de gigante. Él era visionario, viajaba mucho, sobre todo a Francia e Italia.

"Papá decidió rediseñar las bailarinas del abuelo y ponerles una suela para poder ir por la calle, algo con lo que la empresa dio un paso de gigante"

El mercado extranjero es fundamental.

Papá convirtió la empresa en algo potente, y Lina y yo, las hijas, decidimos llevarla al extranjero. Yo con 24 años volví de estudiar en Nueva York y Milán y Londres, y decidí que no quería quedarme en Menorca, no sabes lo que son aquí los inviernos (dice abriendo mucho los ojos). Entonces la Cámara de Comercio de Menorca creó un paquete de ayudas a quienes invirtieran en Asia y me apunté rápidamente. Fuimos a Hong Kong, Singapur, Tokio. Yo lo que quería era salir de aquí, me sentía atrapada en Menorca. Me gusta mucho mi isla, pero para una chica joven es duro. Ahora no quiero ni salir, pero cuando era joven solo quería irme.

placeholder Bodegón con zapatos y bolso de Úrsula Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)
Bodegón con zapatos y bolso de Úrsula Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)

Y de Hong Kong a la creación de Pretty Ballerinas, el auténtico bombazo.

Me casé con David Bell, se vino a vivir a Menorca, no tenía trabajo y decidió vender zapatos por internet. Al principio solo vendíamos por internet, la marca no existía físicamente. Me preguntó qué zapatos eran los prácticos para enviar, y las bailarinas eran lo más fácil. Un taconazo hay que probárselo y las botas a veces no funcionan por el tamaño de la caña.

La imagen es esencial. Como directora de arte de tu empresa, ¿en qué pensaste?

Quería que fuera todo rosa, por la memoria de la infancia que todas tenemos, ese mundo de fantasía, algo cursi. Y mira que yo nunca voy de rosa. Luego lo quise mezclar con un toque punk, algo de Vivienne Westwood, crear un rosa rebelde. Y arrasamos.

Fuisteis pioneros en España en contratar celebrities.

Fue un exitazo. La calidad no cambia por mucho que lo enseñe una celebrity, pero sí que le da consistencia. Parece imposible pero es así. Si lo llevo yo, no pasa nada, pero se las pusieron Claudia Schiffer y Kate Moss y todas las querían. Ahora tenemos a Olivia Palermo.

Soy feminista, pero no posfeminista

Ursula arbol

El movimiento me tiene despistada. Siempre he sido feminista, pero sin desprestigiar a los hombres. Para mí una cosa es ser feminista, porque todas tenemos los mismos derechos que los tíos, faltaría más, pero otra cosa es perder mi feminidad. Por ejemplo, y ahora a lo mejor me aprietan, a mí me gusta que un hombre me lleve la maleta, o que me abra la puerta o que me invite a cenar. Soy feminista, pero no postfeminista. Ay, mira, yo qué sé. Soy una mujer que defiende a la mujer, que tengamos los mismos derechos sociales y políticos, pero que no me digan lo que tengo que pensar. No se me ocurre que alguien esté en contra de eso. Pero si tengo que colgar un cuadro en casa, prefiero que lo haga mi pareja, no me molesta. (Úrsula Mascaró lleva en esta foto total look de Elena Miró y zapatos de su propia firma).

¿Crees que se juzga demasiado a los demás?

A ver, en el colegio mis hijos siempre han tenido juguetes 'igualitarios' para que no hubiera discriminación. Genial. Pero, oye, llegaban a casa y los dos niños pedían pistolas y la niña muñecas. ¿Qué tengo que hacer, negar su naturaleza? Pues que sean como son. El mayor también me pidió una cocina, pues cocinita para el niño. Siempre me negué a que mis hijos jugaran con pistolas y al final acabas claudicando. ¿Qué quieres por Navidad? Pistolas. Bfff, piensas que no, pero al final dices: "Toma". ¿Qué vas a hacer? Me parece más sexista no dejarle jugar que obligarle a jugar con lo que yo quiero. Si mi hija quiere una muñeca, le compro una muñeca. Sin extremos, como en todo. Hay que buscar el equilibrio.

placeholder Top y chaqueta de Zara, pantalón de Sportmax y zapatos de Úrsula Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)
Top y chaqueta de Zara, pantalón de Sportmax y zapatos de Úrsula Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)

¿Apoyaste la huelga?

Yo siempre digo: "Un vinito al día va bien pero cuatro gin-tonics, no". Y si una mujer quiere quedarse en casa y cuidar de sus hijos, tampoco podemos juzgarla. Yo tengo tres hijos y me costó bajar el ritmo, porque en mi empresa tengo mucha responsabilidad. Pero si hay quien quiere hacerlo, ¿quién soy yo para criticarlo? Apoyé la huelga, sí, fui a charlas sobre mujeres, estuve pendiente en todo momento de la jornada. Pero no hice huelga porque en mi empresa hay más mujeres que hombres y todos cobran por igual. No obligué a nadie ni a hacer ni a no hacer huelga.

La jornada de Vanitatis con Mascaró es larga. Xisca nos trae cafés y agua mientras su hija hace un parón entre cambios ropa. Ha venido la televisión local para entrevistarla como miembro de la plataforma Mos Movem, un grupo que lucha contra la imposición del menorquín (o catalán, como prefieran) en la esfera pública de la isla. Ese mismo día, las noticias informaban de que 10 empleados de los servicios funerarios abandonaban la isla al no lograr su plaza por no hablar menorquín. “¿Con los muertos?”, dice Mascaró con sorna, “estamos llegando a límites intolerables. Estamos en el extremo, de nuevo”.

"Soy líder de un movimiento antiindependentista, pero no me gusta la política, es sucia"

Eres líder del movimiento antiindependentista Mos Movem.

Sí (se ríe), ay, ay.

¿No te da miedo asociarte a la política?

No, lo mío es social, no político.

Pero es asociado a la política, quieras o no.

En nuestro grupo hay PSOE, PP, Ciudadanos… Nos hemos unido contra algo que consideramos injusto, anticonstitucional. Somos un movimiento social, nos han querido meter en grupos políticos, asociarnos con una u otra tendencia y no les vamos a dejar. Señores, yo no estoy buscando ningún voto. No lo necesito para nada, eso es lo bueno.

placeholder Zapatos y bolso de Úrsula. (Foto: Leticia Díaz)
Zapatos y bolso de Úrsula. (Foto: Leticia Díaz)

¿Y no acabarás en política? ¿De presidenta de algo?

¡Nooooo! Por ahora y por muchos años, ni hablar. No me gusta nada la política, es sucia.

Lo has vivido tú, ¿verdad?

Al principio, cuando alcé la voz, me dijeron de todo. Sobre todo desde los partidos políticos. Se asustaron, se pensaron que iba a entrar en política, me vieron como a un enemigo y tuve que oír cada burrada… No hace falta que me insultéis más, les dije, que no tengo intención de meterme en política. Yo soy muy feliz, tengo un novio estupendo, un ex que me quiere y tres hijos encantadores. La vida es muy corta y muy mona, que lo hagan ellos.

¿Conseguiréis algo con ese movimiento?

Ya lo hemos conseguido. Comenzamos a luchar contra el decreto en Sanidad, porque hace muchos años que en la escuela es todo en catalán y ya nos hemos acostumbrado. Pero no podemos tolerar que suceda también en la sanidad. Hemos conseguido que el Gobierno de Francina Armengol desista, por el momento, de exigir el certificado de catalán antes de las oposiciones. En las últimas, de 1.000 presentados suspendieron 800, lo que supone que algo falla. Y hemos logrado que vayan a las 'opos' sin el título de catalán y que lo demuestren en dos años. Hemos ganado tiempo.

Con Xisca, tu madre, hablas menorquín...

Yo no tengo el título de catalán aunque mi lengua materna es el menorquín. Hay mucha gente así, en mi época no te daban ningún título oficial. Claro, hay gente desesperada. A los administrativos les piden un C, y es un nivel muy alto. Tengo una amiga que ha ido tres veces y ha suspendido tres veces. Y es médico. Te puede operar una pierna, ponerte una artroscopia, pero no aprueba el examen. Además, el idioma oficial de los médicos es el inglés. Eso es lo que hay que priorizar, que sea un buen profesional. ¡No la lengua! Además, hay dos idiomas oficiales aquí, ¿verdad?, así que si no te entiendes en uno, te entiendes en otro. Para qué todo este follón, me pregunto.

Úrsula Mascaró lleva cazadora de Zara Basic, Falda de Max Mara Weekend y zapatos de Mascaró. (Foto: Leticia Díaz)

¿Y cuál es la respuesta?

Pues está claro: el objetivo es crear los Països Catalans, que nadie se equivoque. Quieren que todos los de aquí hablen catalán. Pero, por favor, si un sueco viene a vivir aquí, ¿qué tiene que hacer?, ¿aprender catalán? No lo podemos tolerar. Mi amiga Griselda no es de aquí, pero su hija ha nacido aquí y es menorquina, habla menorquín sin problema. La exigencia es de un grupo que no son más de 6.000 e imponen sus políticas porque se necesitan sus votos para gobernar y dependemos de una minoría.

Una minoría que puede ser muy fuerte, sobre todo en tiempos digitales, con las redes sociales como arma política.

Yo a mi grupo les pido siempre lo mismo: calma, argumentos, educación. Es mi teoría. La única salida es no enfrentarse, no servirá de nada. Ya se han ido 20 médicos, ¿qué preferimos? Que se vayan y quedarnos sin médicos o que haya médicos que no tengan certificado de catalán.

¿No los sustituyen?

No son fáciles de sustituir. ¿Cómo sustituyes a una neurocirujano o a un neuropediatra? No todos quieren venir.

Y tienen que hablar catalán.

¡No! Tienen que tener el título de catalán. Muchos de los que hay ahora hablan catalán, incluso algunos de quienes se han ido. No, lo que piden es el título. Es pura política.

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Fotos: Leticia Díaz

Úrsula Mascaró es el tipo de mujer que una querría tener como amiga. Habla y sus ojos desprenden destellos que acarician y arañan en función del tono de su voz, fuerte y directo, con un seductor menorquín que combina con el castellano, como buena bilingüe. Nos encontramos en su casa familiar, en Ferreries (Menorca), donde se crió y donde vive su madre, Xisca, una mujer bella y silenciosa, de gesto delicado, que la acompaña durante toda la jornada que pasa con Vanitatis. Hace calor y apetece un baño en la piscina del jardín, sobre la que cae una cascada que refresca el aire. Cerca corretea Neu, la perrita de mamá, un caniche blanco, suave y mimoso. “A mí me gustan los gatos”, dice Mascaró riendo con desdén. Así marca su lugar, como siempre ha hecho.