La boda de Magdalena en un pazo gallego frente al mar y su vestido de novia fluido
Con su querido y amado Ferrol natal como escenario, Mada y Guillermo se dieron el 'sí, quiero' rodeados de todos sus familiares y amigos
No tener previsto celebrar una boda puede ser la clave para que, llegado el momento por sorpresa, seas capaz de disfrutar cada segundo al máximo. Magdalena y Guillermo son la prueba. "Nunca he tenido claro si quería o si me iba a casar", confiesa la novia, pero con la petición de mano, ella dijo sí y, en ese instante, arrancó la carrera por crear su gran enlace gallego.
Los dos son de Ferrol, una bonita ciudad costera al norte de A Coruña. "Actualmente, vivimos en Madrid, pero teníamos claro que queríamos celebrar la boda en nuestra ciudad, Ferrol, a la que estamos muy unidos y escapamos cada vez que tenemos la posibilidad". Con ese punto de partida, organizar un enlace a distancia, la pareja comenzó a planificar el que, sin soñarlo, sería el mejor día de sus vidas.
"Nos conocemos desde siempre, a Guille le encanta decir que lleva toda la vida detrás de mí", narra la novia. Amigos y conocidos, al tiempo que crecían, sus caminos iban en paralelo: ser de Ferrol, estudiar en Madrid y trabajar en Sevilla. Fue hace cinco años cuando su historia de amor dio el pistoletazo de salida en la capital de Andalucía, a donde cada uno por su lado se mudó para proseguir con sus carreras profesionales. Ahí surgió la chispa.
Guillermo es director de operaciones de Tesla en España, y Magdalena, Mada para los amigos, es arquitecta y hoy en día trabaja en un fondo de inversión británico.
La pedida de mano se produjo en otro punto geográfico diferente a los ya mencionados: Fuerteventura. "Él llevaba tiempo queriendo pedírmelo, pero estábamos en época de coronavirus y era complicado buscar un momento especial. Finalmente, en la última etapa de restricciones, Guille cogió vuelos para ir a Fuerteventura. No me sorprendió porque él viajaba mucho ahí por trabajo y yo a veces le acompañaba". Nada más aterrizar, se desplazaron a las dunas de Corralejo para contemplar el atardecer y, justo en ese momento, llegó la petición oficial.
"Al día siguiente llamé a Carlos de Nousnous, había visto un reportaje de otra boda en sus redes sociales, y no dudé que él sería nuestro fotógrafo". Todavía les faltaba lo más importante: fecha, lugar y vestido de novia.
Fijaron el día, el 2 de julio de 2022, y el sitio, el Pazo da Merced, un edificio del siglo XVI a orillas del mar con una cuidada restauración y una perfecta mezcla entre lo moderno y lo antiguo: "Sabíamos que sería un éxito asegurado, llevan años haciendo bodas y lo controlan perfectamente, sumado a que está en un enclave muy particular al lado del mar y rodeado de naturaleza. El pazo en sí es una auténtica preciosidad".
Allí tuvo lugar tanto la ceremonia civil como el banquete y la fiesta posteriores. "Recuerdo que fue muy bonita y emotiva. Salieron a hablar familiares y amigos muy cercanos que se hicieron totalmente con el público que estábamos de oyentes, reímos, lloramos... De todo", cuenta Mada.
Cumplieron con la tradición y el padre de la novia acompañó a Mada al encuentro con Guillermo. Sentados en un mismo banco, con el mar de fondo y, a su alrededor, árboles centenarios, los novios escucharon uno a uno a esos familiares y amigos que querían dedicarles unas palabras en su gran día.
Como protagonista de aquel marco incomparable, el vestido de novia de la arquitecta. "No quería un traje de novia tradicional, quería algo desenfadado y, sobre todo, me apetecían mucho las transparencias". Detrás y firmando el look, Flor Fuertes, "una diseñadora ferrolana que tiene su atelier en Madrid y hace auténticas maravillas. Cuando llegué ahí con mis ideas iniciales, Flor se reía y decía que parecía la antinovia".
Formado por dos piezas, una especie de sobrecamisa que Mada lució durante la ceremonia y el banquete, y que se quitó para el baile, y debajo, un vestido satinado, todo en blanco roto.
Durante el proceso, la novia admite que "quería dar libertad total a Flor, mostrarle qué me gustaba y qué no, y dejar que ella hiciera su arte. Preparé una carpeta de imágenes de inspiración muy variadas, ideas que me gustaban, pero nada específico, que compartí con ella. Saltamos a las telas, vimos un sinfín de tejidos preciosos, Flor continuó con unos bocetos y empezamos a limar la idea".
Confeccionada en un tejido de gasa semitransparente de corte plisado, la parte superior del traje presentaba escote barco, manga a media altura con los puños engomados para un efecto abullonado, bajo asimétrico e irregular tanto por delante como por detrás y terminaciones onduladas.
Cambio de material a una tela satinada, máxima tendencia de la temporada. Reinterpretando el clásico patrón del 'slip dress', Fuertes logró recrear en su vestido esa imagen de 'no novia' que quería Magdalena. ¿Sus señas de identidad? Escote en pico muy pronunciado, tirantes finos, espalda descubierta, detalle de falsos botones en la parte posterior de la falda y una pequeña cola que quedaba arrastrando por el suelo. Aun así, el traje conectaba con la pieza de arriba: en los laterales se desplegaban dos retales con el material plisado que había servido para fabricar el cuerpo.
La gallega llevó la melena recogida en un moño bajo para la ceremonia y después suelta, con sus ondas naturales, para la sesión de fotos, la fiesta y el banquete.
"Me maquilló y peinó Luján Díaz, maquilladora profesional de NARS en A Coruña. No me maquillo nunca en mi día a día, por eso le pedí un makeup muy natural. Lo mismo me pasó con el peinado, siempre llevo el pelo suelto, así que acabamos optando por un moño sencillo para la ceremonia que después me pudiera soltar. Luján es muy cercana y creo que supo captar muy bien lo que buscaba", cuenta.
En el apartado de las joyas, la novia acudió al joyero familiar. "Llevé unos pendientes y un collar antiguos, ambos piezas de diamantes". Y una joya más especial aún: "El anillo lanzadera de zafiro con diamantes hecho a medida y en exclusiva en la joyería Gómez Zuloaga que me regalaron los padres de Guille por nuestro compromiso". Aunque Guillermo le propuso matrimonio en Fuerteventura con un solitario de Ansorena que había comprado, "como regalo de pedida quería que pensara en algo que me gustara a mí y viera especial. La idea de diseñar mi propia joya me fascinó. Al final resultó ser una sortija muy especial".
Conchi, de Floristería Alba, fue la artífice de su ramo de novia. Una composición floral natural, silvestre y delicada a juego con el resto de la decoración de la boda.
Los zapatos fue, en palabras de la gallega, "el accesorio que más me costó elegir". Con la premisa de querer un par cómodo que le permitiría disfrutar al máximo de cada instante -"me encantan los taconazos, aunque pocas veces los llevo y no aguanto mucho con ellos, por lo que lo descarté rápidamente"-, Mada se topó con unas bailarinas de rafia de una marca italiana y el flechazo de estilo fue instantáneo.
Con el look de novia acorde a su personalidad resuelto y a punto, Guille y ella lograron vivir un enlace sencillo, "donde primó lo importante: nuestra familia y amigos, buena música y buena comida. Fue en lo que nos centramos".
Las horas pasaron y llegó el momento de abrir el baile. Adiós sobrecamisa y hola vestido de novia lencero. Meses después de su celebración, Mada nos confiesa cuáles son los consejos que le hubiera encantado recibir antes: "Planificar con tiempo lo importante, ser flexible sin obcecarse en ideas fijas (a veces el plan B supera al A) y contar con gente que sume, que te dé seguridad y facilite el proceso. Parece algo obvio, pero después estás tan metido en el proceso que te pierdes".
No tener previsto celebrar una boda puede ser la clave para que, llegado el momento por sorpresa, seas capaz de disfrutar cada segundo al máximo. Magdalena y Guillermo son la prueba. "Nunca he tenido claro si quería o si me iba a casar", confiesa la novia, pero con la petición de mano, ella dijo sí y, en ese instante, arrancó la carrera por crear su gran enlace gallego.
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