El día de Lucía: boda en Madrid, vestido satinado con flores y fiesta a lo grande

La historia de amor de Lucía y Lucas, como otras tantas, se vio directamente afectada por culpa del coronavirus. Después de diez años de noviazgo, esta pareja de madrileños decidió dar un paso más allá en su relación y comprometerse. "Cuando Lucas me lo pidió, yo vivía en Frankfurt (Alemania). Llevábamos juntos, como quien dice, toda la vida. Unos diez años, tres de los cuales pasamos a distancia. El 12 de octubre de 2019, un fin de semana que vine a Madrid de visita, me hizo la pregunta", cuenta la novia.

Unos días antes de que estallase la pandemia en el mundo, Lucía se mudó a Madrid: "No pudimos organizar una pedida de mano oficial junto a nuestras familias precisamente por el covid". Dos cambios de fecha después, la boda de esta especialista en fusiones y adquisiciones de empresas y su prometido se convirtió en realidad.

"La primera fecha que elegimos era el 18 de septiembre de 2020. La segunda fecha, el 2 de julio 2021. Y finalmente nos casamos el 1 de octubre de 2021", relata. La ceremonia religiosa tuvo lugar en la basílica de Nuestra Señora de la Concepción, un templo católico de estilo neogótico​​ ubicado en el centro de Madrid que fue construido a comienzos del siglo XX.

Antes de ese momento, Lucía se arregló y vistió en casa de su abuela: "Mis padres viven en Marbella y mi hermana, en Alemania. Así que nos reunimos en casa de mi abuela, que además vive muy cerca de la iglesia".

Para el maquillaje y el peinado, Lucía tuvo que cambiar sus planes in extremis. "El día de la preboda tenía la prueba de maquillaje, pero la maquilladora no apareció, me dejó tirada. Entré en shock y una amiga me recomendó Oui Novias. Les llamé rápidamente, hicimos la prueba ese día, el de la preboda, y después me maquillaron y peinaron al día siguiente", recuerda la novia.

Un maquillaje muy natural con puntos de luz en el rostro y su melena suelta con un ligero ondulado, Lucía fue fiel a su esencia e imagen habituales.

Lista para dar el 'sí, quiero' a Lucas, salió junto a su padre camino a la iglesia para encontrarse con su prometido: "Me recogió mi cuñado Loren en un todoterreno descapotable y admito que me hizo muchísima ilusión".

Una vez finalizada la ceremonia y con la pareja como recién casados, pusieron rumbo a la finca Los Cuadros: "Fuimos en el descapotable conducido por los hermanos de Lucas, Martín y Loren, y llegué al convite totalmente despeinada. La verdad es que no me importó".

Pausa en la boda de Lucas y Lucía para analizar el vestido de la novia. ¿La artífice? La diseñadora Alejandra Oria: "Fui su primera clienta. Con el paso del tiempo y los aplazamientos, ella fue haciéndose un hueco y un nombre en el sector nupcial y para el día del enlace ya era muy conocida".

Antes de encontrar a Alejandra, Lucía visitó otros talleres. "Quedé con dos o tres diseñadoras antes de dar con ella, pero sentía que no acababan de encajarme. Con Alejandra lo tuve claro desde el primer segundo y eso que la conocí por casualidad", recuerda.

Como punto de partida, la madrileña se inspiró en un vestido de pasarela: "Tenía claro que quería un traje de líneas sencillas, pero con un toque especial y sofisticado. Me inspiré en un vestido que vi en un desfile de Loewe".

Con esa idea en la mente, Lucía, acompañada de su abuela y su madre, puso un pie en el taller de la modista para encargarle el traje de su vida: "Una vez allí le expliqué que me gustaban los patrones sencillos. Probamos algunos vestidos que tenía en el atelier para ver qué modelo me sentaba mejor. A las dos semanas o así volvimos a vernos y ella ya tenía varios bocetos preparados. Elegí directamente uno de ellos y empezamos a trabajar".

Confeccionado con un tejido satinado de color blanco de acabado brillante, el vestido de líneas depuradas y corte minimal le sentaba como un guante a Lucía. Por delante, un cuello cerrado a la caja, manga larga ceñida, detalle de pinzas en la zona del pecho y una falda con el bajo evasé. Por detrás, un vestido con un pronunciado escote en forma de pico en la espalda y cierre de cremallera invisible.

El diseño se completó con unas flores en 3D bordadas por toda la falda y se extendían por la pequeña cola. "Al principio eran pocas flores, pero nos gustaba tanto el efecto que poco a poco fuimos incorporando más y más. No fue nada fácil, ya que Alejandra tenía que buscarlas una a una en anticuarios", detalla Lucía.

A sus pies, se calzó unas sandalias de Fígara. En concreto, la madrileña escogió el modelo Rafia, un par revestido con piel efecto rafia en color natural, tira fina en la pala, plataforma frontal, cierre con pulsera en los tobillos y tacón ancho de casi once centímetros de altura. Se trata de uno de los bestsellers de la firma que, si te gusta, puedes comprar por 200 euros en la tienda online: "Les he dado muchísimo uso después y aguanté toda la boda con ellas puestas".

El ramo de la novia, un sencillo bouquet de rosas blancas, salió del taller floral de Aquilea, encargados también de la decoración en la finca.

Oro blanco y diamantes para todas las joyas: "Unos pendientes vintage de mi abuela, el anillo con el que Lucas me sorprendió el día de la pedida, una pieza de Suárez, y otro anillo más que me regalaron mis amigas por la boda, en este caso de la joyería Yanes".

Hasta la finca Los Cuadros, a las afueras de Madrid, se desplazaron con sus invitados. Regentada por el grupo La Blonda, los mismos en preparar y servir el catering, y diseñada por el prestigioso estudio de María Santos, cuenta con inmensos jardines, patios mediterráneos rodeados de generosas encinas y fuentes con encanto. En pocas palabras, el lugar perfecto para una boda de otoño.

Antes de dar comienzo al banquete nupcial, "sin saberlo, mis amigos de toda la vida nos regalaron la actuación de un grupo de música en directo para el cóctel, ¡fue alucinante! La gente no paró de bailar. De hecho, cuando había que ir a cenar la gente solo quería seguir bailando". Lucía se refiere al grupo Bureo, especializado en música flamenca.

Otro detalle musical llegó después de la cena, en la fiesta. "Mi cuñado Martín me cantó y me dedicó una canción de Fedez. Fue superemotivo", rememora.

"Nuestra boda fue tan guay que superó cualquier cosa que hubiera podido imaginarme. Sabía que iba a ser muy bonita y divertida, pero no a ese nivel. Cuando apagaron la música, la gente no quería irse. Lucas y yo éramos tan felices… Nos tirábamos continuamente de la cabina del DJ Adrián Lozano a los invitados, que nos cogían y manteaban como si fuéramos estrellas de rock & roll".

Como consejos para futuras novias, Lucía recomienda "no agobiarse con tonterías y disfrutar del proceso, al final el día pasa tan rápido…. Yo me tomé con mucha calma la organización y al final todo sale. Y qué bien salió, no podría haber sido mejor. Por ejemplo, a los fotógrafos de Olea Photo los contacté unas cuatro semanas antes de la boda… ¿Y cómo son las fotos? ¡No podrían ser mejores!".