Nos adentramos en la mágica boda de Navidad de María: vestido de novia con capa y vencejos en el pelo
Como enamorada de la Navidad, María siempre imaginó celebrar su boda durante estas fiestas. El pasado 8 de diciembre, ese sueño se convirtió en realidad de la mano de Javier, su ya marido
En invierno y a poder ser, por expreso deseo de la novia, en Navidad. Así es como idealizaban María y Javier su boda y así es como ocurrió. La pareja se casó el pasado 8 de diciembre en Pontevedra y su gran día superó todas sus expectativas. "Mi boda me la imaginé siempre navideña y finalmente lo fue, pero mejor. No sabríamos explicar cuánta felicidad sentimos durante todo el día y todavía hoy", cuenta María para Vanitatis. Mágica, invernal, entrañable, familiar y repleta de amor, merece la pena adentrarse en su enlace.
Él, empresario, tiene un almacén de flor cortada, que provee de flores y verdes a floristerías, y ella, procuradora de los tribunales en la provincia de Pontevedra, se conocieron a través de una amiga común. Con caminos y parejas diferentes, no fue hasta 2019 cuando volvieron a tropezar y arrancó su historia de amor.
"Desde ese momento, todo fue como la seda. Los dos habíamos pasado una mala relación y la facilidad y fluidez que sentimos fue quizá tan reveladora que nunca dudamos en continuar lento, pero sin pausa. A fecha de hoy, y no mentimos ninguno de los dos, no hemos tenido una discusión seria o fuerte, conciliamos de maravilla, impresionante", habla María sobre la química que la une a Javi.
La pandemia y el confinamiento escribieron un capítulo aparte en la vida de María. "Javi en casa de sus padres y yo en la de los míos no nos vimos durante los tres meses de encierro, por eso, en octubre de 2020, decidimos irnos a vivir juntos". El destino le tenía reservado un giro aún mayor. "En diciembre de ese mismo año, mi padre se muere de repente a causa de un ictus. Es curiosa la vida porque durante la pandemia me daba pena no ver a Javi, pero hoy atesoro ese encierro en casa con mi familia como lo más preciado del mundo", confiesa.
La petición de mano llegaría dos años más tarde, en 2022, sin anillo, el gesto de hincar la rodilla, ni la esperada pregunta al modo tradicional. "Una Nochevieja simplemente surgió y nos comprometimos. No fue una pedida al uso, pero fue maravilloso".
En ese momento, María expuso sobre la mesa la idea de celebrar una boda de Navidad. "Soy una enamorada de la Navidad y siempre tuve claro que me casaría en estas fechas, pero a medida que se sucedió la vida, se sumaron factores a esta decisión. Por un lado, tanto Javi como yo detestamos bastante el calor, entonces no nos apetecía mucho una boda de verano. Después, mi familia tiene una casa solariega muy bonita en la que se podría llegar a organizar una boda, aunque con la ausencia de mi padre, para mí sería muy duro y emotivo hacerlo allí sin él. Entonces, deseché la idea". Una boda de invierno en Navidad, con el buen rollo y la magia que conlleva, así soñaba casarse con Javi.
Y así sucedió. En dos actos. Primero, la ceremonia religiosa en el Monasterio de Armenteira, una antigua abadía cisterciense, y posteriormente, la celebración en el Pazo de Señorans, un magnífico representante de las casas solariegas gallegas edificadas en el campo con todo el encanto y el señorío de épocas pasadas.
Para armar el look más importante de su vida, María, por recomendación de una amiga, recaló en El Ático, un atelier nupcial multimarca ubicado en el centro de Vigo. "Tiene firmas ideales y si eliges uno de sus trajes, puedes hacer pequeñas modificaciones sobre el patrón y demás. En mi caso, fui ahí por recomendación de una de mis mejores amigas, que se casó el año pasado y había pasado por allí también. Yo traté con Brenda y María José, a quien quiero mencionar con tantísimo cariño que no cabe en este texto", explica la novia.
Con las ideas muy claras, María admite que "es el único proceso que reviviría una y otra vez sin parar, es precioso. No me generó ningún estrés, ni dudas, fue únicamente bonito y feliz", rememora.
"El primer día que fui, me hicieron una entrevista tan personal y delicada con la que me sentí muy cómoda, todo para intentar indagar qué tipo de vestido puede encajarme y cómo es la boda que tenía planeada. Yo tenía claro que quería algo sobrio, pero no sabía el qué con exactitud. Lo único que sí supe y tuve claro desde el principio fue lo de la capa. Eso siempre lo supe", explica la gallega.
El vestido de novia en sí, blanco, depurado, de líneas minimalistas y muy elegante, estaba firmado por Alejandra Svarc. "Recuerdo elegir como quince vestidos, y Brenda, por su parte, escogió otro. Ese fue el primero que me probé. Pues ese mismo fue, no busqué más. Sí que me los probé todos, pero siempre ganaba el primero. Fue un flechazo a primera vista, flechazo para las tres, para mi madre, mi hermana y para mí, que somos diferentes, lo que me hizo decidirme aún más. Me gustaba el escote cuadrado, el corte recto, la manga larga, que no arrastrase nada para ir cómoda. En pocas palabras, lo tenía todo".
Como recuerdo y homenaje a su padre, María pidió que le bordasen en la manga derecha cinco vencejos. "Cuatro en blanco y uno en color champán por mi padre. Los vencejos representan a mi familia. Mi padre era un amante de la naturaleza, lo sabía todo, era exagerado, y nos transmitía mucho sobre ella y, en concreto, nos habló mucho de los vencejos, unas aves migratorias que nunca se posan. Son muy especiales para mí. A Galicia llegan siempre en mayo y se van en agosto, muy puntuales, y teníamos la costumbre entre nosotros de enviarnos un mensaje en cuanto los escuchábamos llegar. Ahora continuamos la tradición, mis hermanos y yo".
Solo faltaba confeccionar la capa, una pieza que idearon y fabricaron en El Ático exclusivamente para María. "Cuando llegué al taller, les expliqué qué quería y cómo: capucha estilo jedi de Star Wars, muy amplia, y tejido de mohair, angorina o alpaca, que fuese muy invernal y amorosa", detalla.
Con estos apuntes, "me trajeron un abrigo de una diseñadora con la que trabajan, que era de mohair, para ver el efecto antes de aceptar un presupuesto a ciegas, pero yo en mi cabeza lo tenía tan claro, quería una capa y, como teníamos margen de tiempo, nos lanzamos a por ella. El día que la vi hecha, ya cerquita de la boda, nos emocionamos tanto al ver todo completo que pedí que me pusieran bolsillos dentro de la capa para llevar un pañuelo, ¡y me los hicieron!".
Si en la manga derecha había bordados esos vencejos en recuerdo a su padre, salpicó su peinado con esas mismas aves. "Durante un fin de semana que pasamos mi madre, mi hermana y yo fuimos a tienda especializada en tocados, Le Voilà. Penélope, la dueña, me dio cita previa para aquellos días y me dijo que su tienda era muy pequeñita, que si veía algo en su web o en Instagram que me gustase, se lo indicase, y así se aseguraba de tenerlo ese día para mí. Vi que tenía unas golondrinas de porcelana ideales lacadas en blanco y con toques de oro, pero, claro, yo quería vencejos. Me puse a contarle mi vida y la historia con los vencejos. Le debí caer bien, y cuando fui allí, me enseñó las golondrinas, me las colocó en el pelo y me encantaron, así que me dijo que me haría para mí y solo para mí mis cinco vencejos. Hechos a mano completamente, pues no tiene molde y eran piezas muy pequeñas. Me fue enviando fotos de todo el proceso y me enamoraba cada vez más. El día que las recibí, casi lloro de lo que me gustaron. Fue increíble, mereció la pena tanto".
Como complementos, unos zapatos de Flordeasoka, unos guantes cortos, un ramo de ranúnculos blancos y joyas prestadas. "Viajamos hasta Madrid para ir al taller de Flordeasoka para comprarme los zapatos". Con un tacón bajo y ancho, acabados en punta y revestidos de terciopelo de seda de color blanco, María llevó el par Tilda.
Tanto las pulseras riviere como los pendientes que lució María formaban parte del joyero de su tía Pilar: "Fueron mi algo prestado y mi algo azul. Ella es prima de mi madre y son más que primas, son íntimas amigas, y yo crecí en su casa prácticamente. Los pendientes eran absolutamente increíbles con una perla filipina irregular preciosa. El reloj, por su parte, era de mi abuela".
El accesorio que más dudas le generó fue el ramo. "No lo tenía claro al principio, fue más bien cosa de Patri, de Florearte, que supo leerme. Al principio aposté por un ramo navideño de algodón, pero empecé a ver cosas y, bueno, ni fu ni fa. Ella me dijo: 'Me da la sensación de que te gusta una única flor y que no tenga casi nada de verde, solo flor'. Con esa idea, Patri comenzó la búsqueda y no tardó ni dos minutos en enseñarme los ranúnculos y las anémonas. Dudé algo entre ambas, pero como soy práctica, decidí los ranúnculos por ser enteros blancos. El ramo fue mérito único de Patri, de verdad, porque yo no lo tenía claro y no estaba convencida, y me quedé enamorada", relata.
Con respecto a la decoración floral de la boda, y aunque el proveedor, como no podía ser de otra forma, fue Javi -recordemos que tiene un almacén de flor cortada, La Gardenia Mayoristas-, el arreglo y la colocación fue cosa de Patricia de Florearte. "La recomendaría todos los días de mi vida. Es maravillosa, dispuesta, alegre y trabajadora".
El día de la boda, María se arregló en casa de su madre. "Me peinó y maquilló Sabela Makeup, y a la ceremonia me llevó mi hermano Perico, mi padrino". Estaba lista para encontrarse con Javier en el altar.
"Recuerdo con especial emoción la entrada a la iglesia con la canción de 'Viento del norte', era la canción de mis padres. Creo que jamás olvidaré algo así. Ver a mi madre y a tantas caras que me quieren, mi emoción se desbordó sin límites en ese momento. Una novia se supone que llega con su padre al altar, yo lo llevaba con mi canción, mis vencejos, y mi hermano del brazo", cuenta.
La Navidad sería el hilo conductor de toda la decoración: "Durante estas fechas hay una predisposición añadida a sentir felicidad y buen rollo, y si juntas un evento como una boda y esa época, todo se vuelve mágico".
Convertidos en marido y mujer, María y Javi, en compañia de sus familiares y amigos, se trasladaron hasta Pazo de Señorans. "Nuestra entrada en el banquete con el clásico 'Sarà perché ti amo' de Dj Matrix, que alegra a todo el mundo de una manera descomunal, fue maravillosa. Todos nos esperaban con gorros de Papá Noel agitándose por el comedor, tan bonito decorado e iluminado".
Como centros de mesa, pequeños abetos y, como aderezos, lazos y bolas rojas. Todo iluminado con guirnaldas y velas. Una estampada mágica. "Mis amigos, de tantos grupos separados, diferentes, todos juntos, por mí, por nosotros. Todos a una, en un ambiente tan increíble que sigo sin tener palabras. Siempre pensé que una boda es como un evento navideño, porque todo el mundo está de buen humor y se saludan entre sí aunque no se conozcan, porque saben que son invitados por los novios… Como que se respira un buen rollo porque sí, pues en nuestra boda fue todavía más grande esa sensación de felicidad, porque llevaba la felicidad inherente a la Navidad incluida. Fue increíble e indescriptible".
Del reportaje fotográfico se encargo el equipo de Graciela Vilagudín y David Cons. "En cuanto a la fotografía, yo no haría demasiado de foto posado. Javi y yo optamos por una sesión juntos durante el aperitivo porque queríamos aprovecharlo y disfrutarlo con los invitados, y después nos hicimos cuatro fotos de rigor con los familiares más íntimos antes de entrar en el banquete. El resto, fotos naturales hechas por los fotógrafos, y nosotros a disfrutar de nuestro día y de la felicidad del mismo", argumenta María.
En mitad de la comida, María había preparado una sorpresa: "Hice un baile con seis amigas en medio del banquete con boas de colores con la canción de 'Dancing Queen' de 'Mamma Mia!'. Un sueño hecho realidad desde que tengo uso de razón y organizado en la última semana, muy de arrebato, pero sé que si no lo llego a hacer, me habría arrepentido siempre".
Para abrir el baile por primera vez como marido y mujer, escogieron 'Can't Help Falling In Love With You' de Elvis. No íbamos a hacer baile, pero menos mal que al final nos lanzamos, porque fue un instante único y nuestro. Sin coreografía, un momentito juntos los dos. Recuerdo a Javi sonriéndome".
Concluimos con el consejo de María para futuras novias, y la gallega tiene dos: "Si dudas con tu pareja en si casaros o no, me refiero a organizando una ceremonia, banquete y baile, hazlo, tan solo hazlo. Nunca te arrepentirás del mejor día de tu vida. La felicidad es tal que vivís de ella ambos mucho tiempo. La familia y amigos se entregan y lo dan todo, y es por vosotros. Es un día absolutamente mágico e inolvidable, y debe serlo porque se supone que solo se hace una vez en la vida".
Y como segundo consejo, uno que María vivio que su propia piel: "Si alguna vez te planteaste organizar alguna sorpresilla, baile, canto, coreografía, discurso… o lo que sea, hazlo. Te arrepentirás toda tu vida de no hacerlo y estarás encantada de haberlo hecho porque habrás cumplido un sueño. Si necesitas de amigos para llevarlo a cabo, se desharán por ayudarte, es una pasada lo que te apoyan los tuyos, porque para eso están, para lo bueno y para lo malo, y este momento es solo bueno. ¡Disfrútalo!".
En invierno y a poder ser, por expreso deseo de la novia, en Navidad. Así es como idealizaban María y Javier su boda y así es como ocurrió. La pareja se casó el pasado 8 de diciembre en Pontevedra y su gran día superó todas sus expectativas. "Mi boda me la imaginé siempre navideña y finalmente lo fue, pero mejor. No sabríamos explicar cuánta felicidad sentimos durante todo el día y todavía hoy", cuenta María para Vanitatis. Mágica, invernal, entrañable, familiar y repleta de amor, merece la pena adentrarse en su enlace.
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