Es noticia
Menú
La boda de Lola y Juan: del vestido de novia diseñado por ella al enclave campestre para una noche en Sevilla
  1. Novias

NOVIAS REALES

La boda de Lola y Juan: del vestido de novia diseñado por ella al enclave campestre para una noche en Sevilla

Con la capital andaluza como testigo de su promesa de amor, Lola y Juan celebraron un enlace sencillo y tradicional en el que ellos, y el traje de la novia especialmente, fueron los grandes protagonistas

Viviendo en una ciudad como Sevilla, perteneciendo a generaciones coetáneas y con amigos comunes, Lola y Juan habían cruzado miradas varias veces hasta que llegó el día de su presentación. “Éramos conocidos de toda la vida. Un día, en una fiesta en el campo en torno a los toros, él se presentó y enseguida caímos en la cuenta de quién era cada uno”. Desde ese momento, comenzó oficialmente su historia de amor.

Lola de Porres Flórez, de 27 años y controller financiero en una multinacional francesa, y Juan Prats Sánchez, de 34 años e ingeniero industrial, alargaron su noviazgo durante dos años y medio. Durante un viaje por Ronda (Málaga) el 1 de octubre de 2022, él se lanzó y le hizo la gran pregunta. Como símbolo, un anillo de compromiso de oro amarillo con esmeraldas verdes de Jocafra Joyeros acabó en manos de la novia. “La pedida de mano oficial no podía ser otro día que el día de San Juan. Es la noche más larga y mágica del año y, además, el santo del novio. Somos creyentes y, para nosotros, el día del santo es muy importante. El 24 de junio de 2023 reunimos a nuestras familias en la casa de mis padres. Fue uno de los días más bonitos de mi vida”, recuerda Lola.

Comprometidos en matrimonio, la pareja fijó la fecha de su boda para el 29 de septiembre de ese mismo año. “Como devotos de Jesús del Gran Poder, nuestro deseo era casarnos en esa basílica, pero no había disponibilidad, así que nos quedamos cerca, en la parroquia de San Lorenzo Mártir. Después, nos trasladamos hasta la hacienda San Juan del Hornillo, una finca campestre con mucho encanto”. Con las invitaciones mandadas a sus 320 familiares y amigos, la boda de Lola y Juan estaba en marcha.

Con las ideas muy claras de cómo quería que fuese su vestido de novia, fue la propia Lola, junto a su madre, Carmen Flórez, y su hermana, Carmen de Porres, quien diseñó el traje más importante de su vida. “En mi vestido de novia participamos las tres. Fuimos montando el diseño poco a poco y todo el tiempo estábamos de acuerdo en cada detalle”. Un proceso de creación que iniciaron durante el mes de febrero y en el que la modista Ana Herreros de Tejada jugó un papel determinante. “Nos guio en cuanto al patrón y la costura. Nos ayudó muchísimo”, explica.

placeholder Lola preparándose el día de su boda. (COUCHE STUDIO)
Lola preparándose el día de su boda. (COUCHE STUDIO)

La inspiración de las tres, novia, madre y hermana, partió de un recopilatorio de recortes de revistas y posts de Instagram. “El vestido fue creciendo poco a poco”, detalla. Un porrón de piezas, trajes y looks que se sumaron al alto conocimiento de Lola sobre su figura. “Soy una mujer muy delgada y estrecha, y quería un traje que potenciase mi silueta”. Con una estética predominantemente: “Soñaba con un vestido de novia romántico”.

Tres rasgos como base del look: un cuerpo con escote Bardot, cintas de terciopelo bordadas por el corte y una falda sobresaliente. “La falda del traje tenía que ser con vuelo y corpulenta. Una falda importante que le diera personalidad al vestido”, argumenta Lola. “No quería un diseño recto ni tubo”, añade.

Como tejido, un material de gasa en color blanco. “Era el tejido adecuado para dar forma y cuerpo a mi vestido”, explica la sevillana. El contraste con las cintas de terciopelo sería evidente: “Ana Herreros de Tejada nos dio la idea. Al principio pensé en bordados plata o dorados, pero ella me aconsejó incluir esas cintas y el resultado final sobre la parte superior del vestido fue todo lo que yo quería”. Romanticismo en estado puro.

placeholder Detalles del vestido de novia y los complementos de Lola para su boda. (COUCHE STUDIO)
Detalles del vestido de novia y los complementos de Lola para su boda. (COUCHE STUDIO)

Un escote Bardot, el de más tendencia entre las novias, dejó los hombros y el torso de Lola al descubierto. El cuerpo presentaba un discreto y elegante plisado, una puntilla en forma de volante fruncido rematando el escote y mangas abullonadas al codo: “Dudé mucho con el largo de las mangas. No sabía si cortas, farol o largas. Al final me decidí por una manga recogida a la altura del codo. Me gustaba la caída que creaba”. Colocaron las cintas de terciopelo en posición horizontal: “Probamos a cruzarlas, pero eran rectas como más limpio y ordenado quedaba el conjunto”. Del corte de la cintura marcado brotaba la falda. Con varias capas, vuelo, en línea ‘A’ y rematada en una cola.

Me encantó el proceso de creación de mi vestido de novia. Cada vez que mi madre, mi hermana y yo acudíamos al taller de Ana, lo vivíamos al máximo y después lo celebrábamos con una comida juntas. A lo largo de esos meses, tuve entre cinco y seis pruebas. Las novias que solo tienen una o dos pruebas no saben lo que se pierden. Al tratarse de la creación del vestido más importante de tu vida, cuanto más puedas alargar el proceso, más lo disfrutarás. Repetiría 100.000 veces más todo lo vivido”, confiesa. Mención especial para la cuarta en discordia, la modista Ana Herreros de Tejada: “Es un encanto y se la recomiendo a todas las novias. Es una diseñadora que lo que tú quieras te lo va a hacer. A todo te dice sí y el proceso junto a ella es tan maravilloso como sencillo”.

placeholder Lola vistiéndose para poner rumbo a la ceremonia religiosa. (COUCHE STUDIO)
Lola vistiéndose para poner rumbo a la ceremonia religiosa. (COUCHE STUDIO)

Si Lola siempre supo cómo sería su traje nupcial, más de lo mismo en los accesorios: “Unos días después de que Juan me pidiese matrimonio, en noviembre, y aprovechando los descuentos del Black Friday, me compré los zapatos. Mucho antes incluso de empezar a diseñar el vestido”. Su predilección por el rosa maquillaje como color favorito, impulsó a la sevillana a comprarse unas sandalias en ese tono de Hoss Intropia. Con varias tiras en la pala, detalle de nudos, plataforma frontal, tacón ancho en bloque y pulsera con cierre de hebilla, Lola se calzó un par cómodo para su boda con Juan.

Del joyero familiar rescató las joyas principales que llevó en el enlace: “De mi abuela paterna llevé su pulsera de pedida, pero, en vez de en la muñeca, en el cuello a modo de choker. Me quería poner una gargantilla sí o sí. Considero que, al tener el cuello largo y estrecho, este tipo de piezas me favorecen y estilizan. La pulsera de mi abuela de oro blanco y engarzada con brillantes y esmeraldas era perfecta”. Una pieza con historia y sentimiento que, casualidades, iba a juego con su anillo de pedida. De su abuela materna, los pendientes, un par largo de oro blanco y diamantes que, una vez llegada la fiesta, sustituiría por unos pendientes con forma de jazmines de Carolina Herrera.

Aunque la joya más especial llegaría el mismo día de la boda: “Esa mañana, mis hermanos, Carmen y Jaime, me sorprendieron regalándome una alianza catalana. Siempre había querido tener una y ellos lo hicieron posible. Sin robarle protagonismo al anillo de pedida, llevé la alianza que mis hermanos me regalaron y así los tuve conmigo durante la ceremonia y la celebración”.

El ramo cierra el apartado de los complementos de la novia. “Quería un ramo muy cursi, de novia novia. Mi flor preferida es la magnolia, pero Macarena Herrero, de Mirka Eventos y amiga íntima de mi hermana, me advirtió que es una flor que aguanta poco tiempo en buen estado y que, seguramente, no llegaría a la finca. Fue entonces cuando me aconsejó armar un ramo con rosas inglesas, muy similares a las peonías y sí disponibles en la época de la boda, entremezcladas con hojas de magnolio. El resultado me gustó más de lo que había podido imaginar en un principio”.

El gran día había llegado. Lola se arregló en su casa, en la casa familiar de sus padres, de la que no salió antes de casarse con Juan. Eva Romero se encargó del maquillaje y el peinado de la sevillana. “Desde el minuto uno sabía que llevaría el pelo recogido en un moño bajo de bailarina. Al ser rubia y tener el pelo liso, pensé que sería el peinado idóneo”. Ni un pero al trabajo de Eva Romero: “Es muy simpática y cercana. Mi imagen era brutal gracias a ella”.

placeholder Lola junto a su padre en el coche. (COUCHE STUDIO)
Lola junto a su padre en el coche. (COUCHE STUDIO)

Por su parte, Juan se vistió en casa de sus padres y escogió un chaqué clásico de la sastrería O’Kean & Co con chaleco de doble botonadura en blanco roto, camisa azul cielo y corbata azul marino con textura.

El padre y padrino, Ignacio de Porres Domecq; el hermano de Lola, Jaime de Porres, y su sobrino y ahijado acompañaron a la novia en el coche, un Jaguar antiguo propiedad de su tío, rumbo a la iglesia. “Ir junto a ellos camino de la parroquia de San Lorenzo Mártir fue un momento único”.

Velada y del brazo de su padre, Lola comenzó el paseíllo por el eje central del templo para encontrarse con Juan y su madre, Virtudes Sánchez, en el altar: “No hay palabras para describir la emoción que sentí en ese instante”. De fondo y como banda sonora de la ceremonia religiosa, el grupo de cámara de Santa Cecilia. “La idea nos la dio Ana Prats, la hermana de Juan, ella ya los había contratado para su boda y fue todo un acierto”, señala.

De la ceremonia religiosa, Lola destaca el rol de Borja Medina, el sacerdote que ofició la misa: “Es el capellán de Jesús del Gran Poder y nuestro sacerdote de siempre. Fue una misa corta, muy amena, cercana y cargada de sentimiento”. No faltó el tradicional rito de la velación con la pareja arrodillada y velada a los pies del altar.

Convertidos en marido y mujer, y antes de dar el pistoletazo de salida a las celebraciones en la hacienda San Juan del Hornillo, una finca enclavada en la localidad sevillana de Dos Hermanas, Lola y Juan se acercaron a la basílica de Jesús del Gran Poder: “Queríamos brindarle mi ramo de novia, ya que no pudimos celebrar ahí la ceremonia religiosa”.

Lola y Juan escogieron esta antigua hacienda del siglo XVI, un espacio totalmente restaurado y acondicionado, situado en pleno campo, justo lo que ellos querían: “Huimos de las típicas fincas donde casi todos los novios celebran sus bodas en Sevilla y optamos por la hacienda San Juan del Hornillo por ser única y especial. Es muy bonita y pequeña, y destaca por su estética silvestre. Nos encantó desde que la descubrimos”.

placeholder Lola y Juan como recién casados. (COUCHE STUDIO)
Lola y Juan como recién casados. (COUCHE STUDIO)

“Nuestra boda fue tal y como la habíamos imaginado. No queríamos una boda grande ni ostentosa. En la lista de invitados había unos 320 familiares y amigos, pero menos era imposible. Estaban todos los que tenían que estar. Fuimos a lo sencillo, a lo tradicional y acabó por ser un enlace minimalista”, cuenta Lola de Porres.

Los festejos arrancaron con el aperitivo: “No queríamos distracciones con grupos de música y otros espectáculos, nuestra prioridad era estar con nuestra gente y poder hablar con todos tranquilamente”. Y continuaron con el banquete, todo al aire libre y con un montaje de mesas e iluminación impresionante desplegado en una huerta árabe: “Ludisound nos ayudó con sus guirnaldas de luces, candelabros con velas y pantallas”. La mesa presidencial, en el centro y rectangular, y alrededor, las mesas de los invitados, todas con mantelería blanca, sillas de forja y centros de flores multicolores colocados por Mirka Eventos.

A la mesa, el catering Miguel Ángel sirvió dos platos. Un primero, presa ibérica al horno con champiñón de patata y setas salteadas, y dos postres a elegir, perfecto de chocolate con nueces y sopa de chocolate blanco, o tocino de cielo, yogur y frutos rojos. De la bodega, vino blanco verdejo de Rueda de Marqués de Riscal, vino tinto de Rioja de Martínez Lacuesta y, por último, cava brut ecológico de Codorníu.

placeholder El montaje de mesas en la hacienda San Juan del Hornillo. (COUCHE ESTUDIO)
El montaje de mesas en la hacienda San Juan del Hornillo. (COUCHE ESTUDIO)

Finalizada la cena, Lola abrió el baile junto a su padre: “El primer baile de tu boda sucede una vez en la vida y teníamos claro que sería a ritmo de vals. Clásico y tradicional”. Mientras sonaba ‘The Second Waltz’, de Shostakóvich, la sevillana disfrutó de un momento inolvidable. Minutos más tarde, Juan, que bailaba junto a su madre, cogió de la mano a su mujer y terminaron el vals como recién casados.

Cuando la fiesta dio comienzo, Lola se quitó el collar, el velo y los pendientes que lució durante la ceremonia religiosa y el convite. Los pendientes botánicos de Carolina Herrera y unas flores rodeando su moño de bailarina le otorgaron una nueva imagen sin necesidad de despojarse del vestido de novia que ella había diseñado.

Como previo al DJ, el grupo Son de Cuba & Cía amenizó a novios e invitados con sus temas en directo. La entrega de ramos a sus íntimas se produjo mientras Icon Experience pinchaba los primeros temas. “No quería que fuese de mesa en mesa, y hacerlo así me gustó muchísimo”.

placeholder Lola bailando con su padre. (COUCHE STUDIO)
Lola bailando con su padre. (COUCHE STUDIO)

“Fue un día de ensueño, una boda de cine, todo lo que habíamos soñado y mucho más”, resume Lola sobre su gran día. Como consejo para las novias que vienen: “Que organicen y preparen todo con mucho tiempo para no ponerse nerviosas, pero que sobre todo disfruten del proceso, es maravilloso y no se repite. Y que descansen mucho el día previo”. Al enlace en sí, la sevillana suma la pedida de mano con las familias como día imprescindible e inolvidable: “Es igual de bonita o más, así que no dudéis en hacerla y exprimirla al máximo”. Una última recomendación más: “Fijaos en todo lo que sucede, el día pasa volando y terminará por ser el más especial de vuestras vidas”.

Viviendo en una ciudad como Sevilla, perteneciendo a generaciones coetáneas y con amigos comunes, Lola y Juan habían cruzado miradas varias veces hasta que llegó el día de su presentación. “Éramos conocidos de toda la vida. Un día, en una fiesta en el campo en torno a los toros, él se presentó y enseguida caímos en la cuenta de quién era cada uno”. Desde ese momento, comenzó oficialmente su historia de amor.

Bodas