La boda de Bea en Pamplona: un vestido de novia con capa de encaje, unos pendientes de diamantes y un ramo de claveles
Bea y Jon se dieron el 'sí, quiero' en su ciudad natal el 7 de septiembre ante la atenta mirada de todos sus íntimos y con el traje nupcial como protagonista
Bea y Jon se conocieron a los 16 años y desde entonces sus vidas han ido de la mano. "Como le dije a Jon la mañana de la boda en una carta: no hay Jon sin Bea y no hay Bea sin Jon", cuenta la novia.
Como buenos navarros, a esta responsable de marketing en la industria farmacéutica y a este ingeniero y consultor tecnológico, les unió unos Sanfermines, en los de 2015. "Ya conocíamos de la existencia del otro, pero no fue hasta un 6 de julio de 2015 cuando hablamos por primera vez. Hemos crecido juntos y pasado por mil etapas, y eso ha hecho que construyamos lo que somos ahora". Cuando cumplían el noveno aniversario de su noviazgo, entonaron el 'sí, queremos'.
Pero antes, Jon tuvo que pedir la mano de Bea. "Fue durante un viaje a Estados Unidos que hicimos durante las Navidades de 2022. Yo fui a visitarle mientras realizaba su estancia de fin de máster, y no me lo hubiese imaginado jamás. Al llegar a Nueva York después de unos cuantos días de viaje, me llevó a ver la puesta de sol con el skyline de fondo. Y ahí fue de repente, donde me pidió la mano. Fue totalmente inesperado y no pude parar de llorar en un buen rato. Sabía que el momento que siempre había imaginado había llegado y no se me quitó la sonrisa de la cara ni un momento, aunque después tuviera que esperar a la vuelta a contarlo a mi familia y amigos en persona", confiesa.
Cuando familiares y amigos ya eran conocedores de su compromiso matrimonial, la pareja fijó la fecha y el lugar para su enlace: el 7 de septiembre de 2024 en Pamplona. Dividida en dos actos, primero en el convento de Agustinas Recoletas, y acto seguido, banquete y fiesta en la finca de El Peregrino, en Puente La Reina, un pueblo al lado de Pamplona.
Para organizar cada detalle, contaron con el apoyo de una wedding planner. "Marta Álvarez, amiga de la familia de Jon, nos ayudó con la gestión de proveedores y tiempos de la ceremonia para poder disfrutarlo al máximo". Con la boda en marcha, la experta en marketing centró su tiempo en encontrar a la persona que diseñaría el traje más importante de su vida. En una sola cita, Bea supo que Helena Mareque era esa persona. "Una vez hablé con ella, no quise hablar con nadie más. Tenía que ser así". Fue su primera y única cita.
Es curioso que, siendo una de las novias más espectaculares que hemos visto este 2024, radiante, feliz, natural y con un look único, al principio Bea no supiese cómo quería vestir el día de su boda. "La verdad es que no he sido la típica niña que tenía una idea de cómo sería su vestido de novia, pero en cuanto supe que me casaba, aparte de mirar y mirar muchísima inspiración, una noche me vino una idea clarísima a la cabeza, lo dibujé en un papel y desde ese día hasta el traje final, no cambió mucho. Sabía que quería un único vestido con una capa que se pudiera quitar para el baile, y que sí o sí debía incluir lazos, volantes y encaje, muy en línea con mi forma de vestir. Juntarlo todo y que tuviera sentido no era tarea fácil, y ahí estuvo Helena para ayudarme y aconsejarme. Quería verme yo misma y tuvimos muy buena sintonía".
Con el dibujo y el batiburrillo de ideas se plantó en el atelier que la diseñadora gallega tiene en Madrid. La navarra no estaba sola: su madre, su abuela, su hermana y su mejor amiga le acompañaron en todo el proceso. Precisamente su madre, de manera involuntaria, sirvió como inspiración.
"Puede que sea una de las historias que recuerdo con más cariño de todo el proceso. En mi primera visita a Helena, iba vestida con el vestido de pedida de mano de mi madre, un vestido negro con cuatro volantes en la parte baja, y esa fue mi mayor y mejor inspiración. Nos dimos cuenta de que así sería mi vestido. Llevar una parte de mi madre el día de mi boda fue muy especial", detalla.
En cada prueba, ahí estaban las mujeres más importantes de su vida. "Venían desde Pamplona a Madrid, así que cada viaje que hacían se convertía en la excusa perfecta para pasar tiempo juntas y eso es algo que guardo en mí para siempre. Además, como siempre salíamos contentas e ilusionadas, esos viajes eran sinónimo de planazo asegurado". La conexión con Helena Mareque fue la clave del éxito de su look. "El proceso de creación lo recuerdo divertidísimo y la sintonía con Helena fue siempre perfecta".
"Mi hermana fue la que finalmente cerró el círculo del diseño. Estábamos dándole vueltas y vueltas a cómo introducir ese lazo que yo sabía que quería llevar y dio en el clavo cuando lo integramos como la pieza de cierre de la capa y la pieza protagonista del vestido de la fiesta: dos lazos, pero que mantenían la misma esencia y que daban un sentido al vestido", comenta la novia.
Es Helena Mareque quien nos describe el look nupcial de Bea. "Conformado por un vestido realizado en una gasa de seda microplisada con cuello halter y falda con capas, consiguiendo un gran movimiento, y una capa realizada en un encaje joya hecho en Francia".
De todos los accesorios que Bea llevó, los pendientes de diamantes fueron los más especiales. "Eran de mi abuela paterna y me los heredé al fallecer ella. Para mí, mi familia es un tesoro y sabía que quería llevar a mis abuelos que ya no estaban presentes de alguna manera el día de mi boda. Por eso, los pendientes eran de mi abuela, y en mi cinta del ramo llevé una cruz y una medalla de mis dos abuelos".
A sus pies, unos zapatos que la novia diseñó en Salo Madrid. "Sabía que los quería como no, diferentes, y que no fueran blancos. Por eso, los diseñé en oro rosa y con un tacón muy cómodo para no parar de bailar. Un acierto y no me pudieron parecer más preciosos".
Por último, el ramo. "Me decidí por un ramo en tonos rosas de una de mis flores favoritas, los claveles. No es una flor muy típica de novia, pero a mí me encantan y no lo solté en todo el día. Se lo regalé a mi madre para darle las gracias por estar en mi lado durante todos los preparativos. Se lo di mientras sonaba la canción que más nos gusta, 'Slipping through my fingers', de ABBA".
Jon decidió ir vestido con levita, pantalón y chaleco azul marino cruzado de Loro Piana hecho a medida. "La camisa que llevó era la blanca de Mirto y los zapatos negros de Roberto Vicentti. La corbata era de Louis Vuitton en azul oscuro. Además, como detalles extra, llevó unos gemelos de su abuelo en los que grabó nuestras iniciales y el reloj que mi familia y yo le regalamos en la pedida de mano".
El día de la boda, experta en marketing se maquilló y peinó en la casa de sus padres. "Para prepararme me puse la bata que mi abuela usó el día de su boda. Es una bata de encaje y plumeti espectacular. Me peinó mi peluquera de siempre, Leo Irujo, con mi peinado de siempre. Me veía muy joven y muy yo: mi pelo suelto con ondas. Del maquillaje se encargó María Orbai". De los preparativos, Bea se queda con la sorpresa que se llevó su padre al verla. "Nunca había visto mi vestido. Mi padre me acompañó a la iglesia en el coche".
"Puede parecer poco creíble, pero todo salió tal y como lo esperábamos, incluso mejor. Toda la semana estuvo lloviendo a cántaros en Pamplona, pero llegó el viernes en vísperas de la boda, y mágicamente dejó de llover y se mantuvo la temperatura perfecta. Al día siguiente, salió el sol y no volvió a llover hasta la mañana siguiente a la boda. Parecía que estaba preparado", recuerda.
La ceremonia religiosa fue oficiada por un sacerdote que conocía al novio desde hace muchos años. "Fue una misa muy cercana y celebrada desde el cariño que nos tiene a los dos. También llevamos un cuarteto de cuerda junto a un tenor y una soprano para acompañar la misa, todos de Tarantela, que hicieron que se nos pusieran los pelos de punta y se nos saltaran las lágrimas en varios momentos".
De la ceremonia, además de su entrada a la iglesia, Bea destaca otros instantes. "Ver a Jon al final del altar con esa emoción y yo, llegar del brazo de mi padre, no se me olvidará jamás. Todos los nervios se esfumaron en cuanto nos dimos ese abrazo al llegar".
"Nuestro mayor regalo de ese día fue compartirlo con nuestros abuelos. Jon tiene la enorme suerte de tener aún a sus cuatro abuelos y yo tengo a mi abuela, quien me ha acompañado siempre muy de cerca en todas las etapas de mi vida. Para nosotros los abuelos son el mayor regalo que podemos tener y son como unos segundos padres. Simplemente, verlos disfrutar y emocionarse tanto en un día tan especial para nosotros hizo que todo valiera la pena. También quisimos tener un detalle con nuestros padres, a los que regalamos unos pañuelos dedicados la mañana durante los preparativos".
Cuando Bea y Jon ya estaban casados ante los ojos de Dios, cambiaron de ubicación y acompañados de sus 180 invitados, se trasladaron a la finca de El Peregrino.
"El buen tiempo nos permitió disfrutar del aperitivo en el jardín con Los de Abajo, un grupo de música brutal que animó a todo el mundo desde el minuto uno. Jamás nos hubiéramos imaginado tener a todos nuestros seres queridos disfrutando de esa manera juntos. Todo apuntaba que eso no había hecho nada más que empezar. Además, como detalle a los invitados contratamos a una ilustradora que dibujó a todos ellos y fue un recuerdo precioso", detalla la novia.
De la papelería de la boda, invitaciones, menús y seating plan, se encargó Bego de Pablos. "Fue el seating plan más bonito que hemos visto nunca".
En cuanto a la decoración de la finca, Bea reconoce que, aunque, "no había una temática como tal, lo que sí se respiraba en todo el ambiente eran las flores. Soy una apasionada de las flores y mi florista, Villa Miranda, hizo auténtica magia. Desde el arco de la iglesia hasta las vigas del comedor, estaba hecho todo con tanto gusto que sin duda fue una de las cosas más bonitas de la boda. Esos detalles que marcan mucho la diferencia, y estoy eternamente agradecida porque supo hacer exactamente lo que yo quería y mucho más. Hortensias por todos lados y un gusto exquisito".
"Y a pesar de que nadie quería sentarse a cenar, el menú nos esperaba en el salón. Después de un gran aperitivo riquísimo y al ser boda de tarde, quisimos que la cena fuera ligera. Empezamos con una crema de marisco con ravioli de carabineros, un principal que era solomillo de ternera con pimientos del piquillo y de postre, un milhojas de crema y nata y helado. Nosotros no pudimos comer casi nada por la emoción del momento, pero es verdad que el sentir general de todos los invitados era que la comida, tanto en el aperitivo como en la cena fue buenísima".
Tras la cena, arrancó la fiesta. "Aquí mención especial a nuestros testigos y amigos… Qué suerte tenemos de tenerlos y cómo nos lo hicieron pasar con la Hora Loca. Se nos pasó el tiempo volando y no pudimos pasarlo mejor, el mejor día de nuestras vidas".
"Jamás hubiéramos imaginado una boda tan bonita, cercana, divertida… Repetiríamos todo tal cual una y mil veces. Menos mal que tenemos unos recuerdos tan bonitos gracias a Diluart, nuestros fotografos, que nos hicieron sentir muy cómodos y prácticamente ni notamos que estuvieron ahí, pero sin embargo captaron cada momento especial de la boda".
"El baile quise abrirlo con mi padre con la canción de 'Amapola', una canción muy especial para los dos. Después bailé con Jon, 'Contigo', de Joaquín Sabina. Nos costó mucho decidirla, pero fue un momento tan bonito poder cantarnos esa canción, que parecía que no había nadie más allá", cuenta.
Cerramos el album de boda de Bea y Jon con las recomendaciones de ella para futuras novias. "Cada boda es un mundo…. Pero mi consejo sería disfrutar, disfrutar y disfrutar. Es un día único y muy especial, y creo que lo que más importa para que una boda sea perfecta es que los novios se olviden de todo y disfruten juntos. En cuanto al proceso de preparación, es precioso si lo disfrutas y lo compartes. En mi caso, también aconsejaría organizarse bien y cuidar esas pequeñas cosas que marcan la diferencia. Es algo con lo que disfruto, pero creo que tener esos detalles fue lo que realmente puso el broche de oro al día".
Bea y Jon se conocieron a los 16 años y desde entonces sus vidas han ido de la mano. "Como le dije a Jon la mañana de la boda en una carta: no hay Jon sin Bea y no hay Bea sin Jon", cuenta la novia.
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