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Sí, odio a mi familia
  1. Televisión

Sí, odio a mi familia

A pesar del título, no es ésta una adaptación de la obra homónima, o casi, de Charles Dickens; ni siquiera se trata de una película navideña

A pesar del título, no es ésta una adaptación de la obra homónima, o casi, de Charles Dickens; ni siquiera se trata de una película navideña al uso. Un cuento de navidad, película francesa nominada el año pasado a la Palma de Oro y a nueve premios César, constituye más bien una antítesis o una negación de las películas del Día de Acción de Gracias, todo un malogrado subgénero del Hollywood posmoderno.

El exhibicionismo habitualmente lacrimógeno de aquellas cintas es sustituido aquí por la naturalidad pasmosa con la que los personajes revelan sus filias y fobias: todos los miembros de una misma familia vomitan sin complejos lo que piensan acerca de los otros. El director pone en boca de sus personajes todas aquellas cosas que habitualmente nos guardamos por pudor, a pesar de que resulten de algún modo evidentes. Y el atrevimiento a ratos resulta extraño. No es habitual que a los veinte minutos de película una madre y un hijo se hayan confesado abiertamente que no se quieren, mientras se echan juntos un pitillo.

Un cuento de navidad no es, por tanto, la típica historia de la atípica familia disfuncional. El realizador Arbaus Desplechin, cuyas películas nunca fueron estrenadas en España, convierte la intimidad de sus personajes en una materia no tabú que dosifica con inteligencia. A ratos demasiada. Si este film tiene una pega, además de su excesivo metraje, es sin duda la opacidad de su trasfondo. Las referencias y citas fílmicas, literarias o musicales y el simbolismo que impregna el relato son a ratos tan excesivos que resulta difícil seguir el ritmo que marca el texto.

Puede que algunos rechacen también la estructura narrativa, pretendidamente dispersa. La trama principal nos cuenta, con refinado gusto por la metáfora, la historia de una madre que necesita un trasplante de médula de alguno de sus hijos. Pero no hay un único cáncer en esta familia. Del tronco argumental surgen infinidad de ramas que nos adentran en la vida de todos sus miembros. Al principio, la narración resulta algo caótica, pero con el paso de los minutos la orgía argumental se convierte en una de las mejores virtudes del film, porque redime, en parte, a un cine contemporáneo cada vez más enfermo de evidencias.

A pesar del título, no es ésta una adaptación de la obra homónima, o casi, de Charles Dickens; ni siquiera se trata de una película navideña al uso. Un cuento de navidad, película francesa nominada el año pasado a la Palma de Oro y a nueve premios César, constituye más bien una antítesis o una negación de las películas del Día de Acción de Gracias, todo un malogrado subgénero del Hollywood posmoderno.