Es noticia
Una copia fallida de 'Los chicos del coro'
  1. Televisión

Una copia fallida de 'Los chicos del coro'

Christophe Barratier ha repetido en su segundo largometraje París, París, el esquema y el equipo que tan buen resultado le diera con su debut, Los chicos

Christophe Barratier ha repetido en su segundo largometraje París, París, el esquema y el equipo que tan buen resultado le diera con su debut, Los chicos del coro, pero en este caso el exceso de buenas intenciones lastra una historia demasiado artificial. Gérard Jugnot repite como protagonista con el personaje de Pigoil, un hombre que lleva toda su vida trabajando en un teatro de un barrio del París de los años 30 y que ve cómo su mundo se derrumba por la separación de su esposa y por el cierre del local.

La unión de los trabajadores en contra del propietario del teatro y el esfuerzo de Pigoil por recuperar su vida y, en especial, a su hijo, son las tramas principales de una película pretendidamente coral a la que le falta fuerza y hondura. A pesar de las interpretaciones esforzadas del excelente plantel de actores, los personajes no terminan de ser creíbles, problema que se hace mayor por unos decorados deliberadamente falsos para remarcar su aspecto de cuento pero que no funcionan como debieran.

Con un cierto aire a Mary Poppins, las imágenes carecen de la fuerza y la profundidad que Barratier consiguió en Los chicos del coro, cuyo esquema repite casi a pies juntillas, aunque con una tendencia más marcada al sentimentalismo. Niños, amistad, música, amores supuestamente imposibles, sacrificios... todos los elementos que en Los chicos del coro funcionaban como un engranaje perfecto, aquí danzan cada uno por su lado sin encontrar un lugar común.

Clovis Cornillac, Kad Merad, Pierre Richard, Bernard-Pierre Donnadieu y Nora Arnezeder acompañan a Jugnot en el reparto de este melodrama musical, bien rodado y correctamente interpretado, pero que ni sorprende ni interesa lo suficiente. Además, la música y las canciones populares, elemento que habitualmente sirve para satisfacer a los espectadores en este tipo de películas bienintencionadas, pertenecen a un mundo demasiado local.

Christophe Barratier ha repetido en su segundo largometraje París, París, el esquema y el equipo que tan buen resultado le diera con su debut, Los chicos del coro, pero en este caso el exceso de buenas intenciones lastra una historia demasiado artificial. Gérard Jugnot repite como protagonista con el personaje de Pigoil, un hombre que lleva toda su vida trabajando en un teatro de un barrio del París de los años 30 y que ve cómo su mundo se derrumba por la separación de su esposa y por el cierre del local.

La unión de los trabajadores en contra del propietario del teatro y el esfuerzo de Pigoil por recuperar su vida y, en especial, a su hijo, son las tramas principales de una película pretendidamente coral a la que le falta fuerza y hondura. A pesar de las interpretaciones esforzadas del excelente plantel de actores, los personajes no terminan de ser creíbles, problema que se hace mayor por unos decorados deliberadamente falsos para remarcar su aspecto de cuento pero que no funcionan como debieran.

Con un cierto aire a Mary Poppins, las imágenes carecen de la fuerza y la profundidad que Barratier consiguió en Los chicos del coro, cuyo esquema repite casi a pies juntillas, aunque con una tendencia más marcada al sentimentalismo. Niños, amistad, música, amores supuestamente imposibles, sacrificios... todos los elementos que en Los chicos del coro funcionaban como un engranaje perfecto, aquí danzan cada uno por su lado sin encontrar un lugar común.

Clovis Cornillac, Kad Merad, Pierre Richard, Bernard-Pierre Donnadieu y Nora Arnezeder acompañan a Jugnot en el reparto de este melodrama musical, bien rodado y correctamente interpretado, pero que ni sorprende ni interesa lo suficiente. Además, la música y las canciones populares, elemento que habitualmente sirve para satisfacer a los espectadores en este tipo de películas bienintencionadas, pertenecen a un mundo demasiado local.