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Brillante radiografía de la generación 2.0
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Brillante radiografía de la generación 2.0

Utilizando su mismo lenguaje, Facebook se merecía una película de la que “hacerse fan”, o decir simplemente “me gusta”. Todo a pesar de que la propia

Utilizando su mismo lenguaje, Facebook se merecía una película de la que “hacerse fan”, o decir simplemente “me gusta”. Todo a pesar de que la propia página apenas tenga más de dos o tres planos en ella. Y es que La red social busca metas más altas, siendo como es un interesantísimo ejercicio que analiza una joven sociedad que sufre un ansia de notoriedad que solo se puede calificar de enfermiza. Una radiografía nada maniquea de la forma en que uno de los cachorros de Silicon Valley consiguió triunfar. Un relato lleno de esquinas y recovecos, porque, ¿aún no lo he dicho?, David Fincher es su director.

Al igual que hiciera en ese monstruoso fresco hiperrealista llamado Zodiac, el cineasta norteamericano luce aquí altas dosis de genialidad para manejar la incertidumbre, ayudado por los buenos golpes de guión de un brillante Aaron Sorkin, responsable de series como El ala oeste de la Casa Blanca. Siguiendo con su obsesión con los límites de la realidad, plantea aquí un ejercicio centrado en suposiciones, datos más o menos endebles que nos hacen dudar hasta qué punto es o no villano nuestro protagonista. No podía ser de otra forma con un personaje real como el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, que tiene 26 años.

Basándose en el libro de Ben Mezrich y otros tantos datos, Sorkin ha tejido una red en la que los vacios son los que más sugerencias proporcionan al espectador. Momentos de regocijo fílmico mejorados con la cámara de Fincher, siempre pendiente de rodear de un aura de misterio a este héroe de la generación 2.0; de asfixiar las cerradas atmósferas de la universidad de Harvard. Todo sin dogmatizar ni dar lecciones, sin dejar por ello de ser contundente desde un arranque arrollador en su viveza diálogo y contenido. No dejen de prestar atención a la frase de marras que le sueltan a Zuckerberg: “Vas a ir por la vida pensando que no le gustas a las chicas porque eres un empollón antisocial [nerd]. Pero no es cierto. (…) Es porque eres un gilipollas”.

La soledad en la cumbre. Un territorio común para estos genios enfangados hasta las cejas. Héroes sin escrúpulos que defienden a capa y espada sus motivos mientras dejan al descubierto su condición de vampiros afectivos que tuvieron de todo menos su Rosebud particular. En este caso, una chica demasiado inteligente para dejarse engatusar por las mieles del éxito ajeno.

La red social tiene algún pero por culpa de la secuencia de la lucha de regatas, un pegote un tanto efectista. Pero su máxima es impresionar con momentos deslumbrantes, como ese en que Zuckenberg y el jefe de Napster resumen los pilares de su filosofía con el fondo atronador de la discoteca. Una muestra de la manera vibrante en que se desarrolla todo, un resultado imposible de conseguir sin unas interpretaciones muy medidas, con Jesse Eisenberg a la cabeza, un talento confirmado película tras película (Vean, si no, Zombieland o Una historia de Brooklyn), y un buen grupo de secundarios, con Andrew Garfield y Justin Timberlake como máximos valedores. Fincher, definitivamente, quiere ser amigo del espectador.

Utilizando su mismo lenguaje, Facebook se merecía una película de la que “hacerse fan”, o decir simplemente “me gusta”. Todo a pesar de que la propia página apenas tenga más de dos o tres planos en ella. Y es que La red social busca metas más altas, siendo como es un interesantísimo ejercicio que analiza una joven sociedad que sufre un ansia de notoriedad que solo se puede calificar de enfermiza. Una radiografía nada maniquea de la forma en que uno de los cachorros de Silicon Valley consiguió triunfar. Un relato lleno de esquinas y recovecos, porque, ¿aún no lo he dicho?, David Fincher es su director.