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Vuelve la novia "de toda la vida"
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Vuelve la novia "de toda la vida"

El vestido que Kate Middleton lució en su gran día vino a demostrar una simpatía popular: en moda, el romanticismo vuelve a ser más que una

El vestido que Kate Middleton lució en su gran día vino a demostrar una simpatía popular: en moda, el romanticismo vuelve a ser más que una tendencia a seguir, y por ello evanescente, una conciencia social. Lejos de la realidad  de a pie de calle han quedado las estridencias y las innovaciones de los gurús de tendencias que algunas novias, las más osadas, se atrevían a llevar en lo que se suponía un acto reflejo de modernidad, de estar a la orden del día. Ahora el concepto ha cambiado: vuelven los “vestidos de verdad”, que diría Lorenzo Caprile, maestro entre maestros, en su esencia más purista: largos, con encaje, puntillas, bordados, velos y alguna que otra aplicación antigua, que, de per se, confieren un aire vintage irresistible y dulce.

Belén Barbero, cabeza visible de la firma Beba’s Closet, lleva trabajando en ello desde hace más de ocho años, cuando decidió embarcarse en la gran aventura de su vida: montar su propio atelier. Desde entonces cada creación es única y personal, atendiendo a las necesidades de la novia, que suele estar enmarcada en un target amplio y variado, aunque siempre joven y vitalista de espíritu.

En sus desfiles se puede disfrutar tanto del vuelo de una falda al estilo de Balenciaga, de la sobriedad de la languidez de una creación que evoca a la elegancia de Wallis Simpson o de una atmósfera medieval cuidadosamente estudiada, en su objetivo de evocar sensaciones.  Esta joven diseñadora practica la demi-couture y goza de una excelente sensibilidad por lo antiguo. Por lo que no es de extrañar que recupere en sus creaciones cualquier objeto de otra época, con la intención de cambiar la identidad del vestido en sí. La sobriedad y la elegancia son sus señas de identidad. Y lo mismo viste a una actriz nominada al Goya que a una novia ante el día más importante de su vida.

Son fechas de bodas, bautizos y comuniones y Cibeles acaba de clausurar su cita con los vestidos de ceremonia tanto para ellas como para ellos. De nuevo, el valenciano Miquel Suay ha vuelto a dar de que hablar. En su propuesta de huir de lo excesivamente conservador, ha sacado los colores a grandes firmas que han dado la espalda a los materiales nobles, como las sedas italianas, los brocados valencianos, los encajes franceses, que él sí que ha recuperado en su propuesta elegante, pero vanguardista.

Cuerpos simétricos novedosos, formas japonesas, con la luna, el sol y la naturaleza como inspiración, o el color rojo como elemento conductor es lo que podemos encontrar en las creaciones de Suay, que por primera vez se atreve con las novias.

Los novios son para él, en cambio, coser y cantar. Si el año pasado hacía un guiño a la obra maestra de Lewis Carroll, en esta ocasión los ha transformado en sofisticados samuráis con chaquetas de hombros amplios, entalladas y muchos botones. Atención a este diseñador que es lo que más pita ahora en el nombre de España en China: posiblemente abrirá el desfile del 3 de septiembre  de la Feria de la moda de la ciudad de Dalian, la segunda feria más importante del país, y que el año pasado ya hizo Versace. Jorge Terra, que ya comienza a ser una habitual de la alfombra roja, el buen hacer de siempre de Devota & Lomba y Javier Larraínzar, la sobriedad de Hannibal Laguna o Paula del Vals fueron los otros protagonistas del gran espejo donde novios, novias e invitados se miran.

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El vestido que Kate Middleton lució en su gran día vino a demostrar una simpatía popular: en moda, el romanticismo vuelve a ser más que una tendencia a seguir, y por ello evanescente, una conciencia social. Lejos de la realidad  de a pie de calle han quedado las estridencias y las innovaciones de los gurús de tendencias que algunas novias, las más osadas, se atrevían a llevar en lo que se suponía un acto reflejo de modernidad, de estar a la orden del día. Ahora el concepto ha cambiado: vuelven los “vestidos de verdad”, que diría Lorenzo Caprile, maestro entre maestros, en su esencia más purista: largos, con encaje, puntillas, bordados, velos y alguna que otra aplicación antigua, que, de per se, confieren un aire vintage irresistible y dulce.