¿Cómo y cuándo pierden la inocencia tus hijos? La respuesta de Álvaro Bilbao

Este experto neuropsicólogo nos explica que, a medida que los niños crecen y se enfrentan a experiencias y desafíos, van perdiendo parte de su inocencia. Un proceso natural que forma parte de su desarrollo infantil y que es importante que los padres entiendan y puedan acompañar.

Para ayudarles en su camino de autodescubrimiento, es primordial descubrir cómo y cuándo pierden esa inocencia, pues la mayoría de los padres comienzan a notar diferentes cambios en el comportamiento de sus hijos alrededor de los dos años, asegura este doctor en su página web, que se da cuando comienzan a caminar y a hablar.

Pero no es el único momento en el que nuestros hijos comienzan a perder esa inocencia. A medida que los niños desarrollan el sentido de la moralidad, de discernir el bien y el mal, dejan de ver el mundo como un lugar bueno y se dan cuenta de que existen acciones negativas. Algo que suele ocurrir durante la infancia temprana.

Según van cumpliendo años se enfrentan a situaciones desafiantes, ya sean conflictos, injusticias, violencia o incluso pobreza. Todas estas experiencias pueden hacer que pierdan esa visión idealizada del mundo y sean conscientes de que la vida además puede ser complicada y difícil. Para los niños puede ser muy impactante ser conscientes de que las personas no siempre dicen la verdad, especialmente si han confiado en la honestidad de los adultos y los compañeros que les rodean. Esto puede llevar a que se vuelvan más escépticos.

El despertar sexual en la adolescencia también les lleva a dejar atrás, poco a poco, la visión ingenua de la infancia, enfrentando una realidad más compleja y que, a menudo, puede resultar confusa. En esta etapa es habitual también cuestionar las creencias y valores que han recibido, haciéndose muchas preguntas que llevan a un proceso de autoexploración en el que dejen de creer las creencias recibidas por los padres, buscando su propia identidad.

Por último, la pérdida de seres queridos, ya sea por fallecimiento o separación, puede suponer para nuestros hijos un hito muy impactante en su vida. Una pérdida que les acerca a la fragilidad del ser humano y en la que son conscientes de la mortalidad.