Adiós a la improvisación: la dificultad de hacer planes sin haber reservado antes
"Dejarse llevar suena demasiado bien" pero, desde que la pandemia apareció en nuestras vidas, los planes improvisados cada vez son más difíciles de llevar a cabo
¿Qué fue de aquellas quedadas vespertinas con amigos que se alargaban hasta la madrugada sin necesidad de planificar nada y dejando todo a la improvisación?. Desde que la pandemia irrumpió en nuestras vidas se volvió requisito imprescindible reservar, ya fuera para comer, cenar, tomar una copa o simplemente asistir a un pequeño evento.
Parece ser que este requisito llegó para quedarse, ya que hemos interiorizado la 'cultura de las reservas', obligándonos a que cada plan deba ser premeditado con días o incluso semanas de antelación si no queremos quedarnos sin comer o sin cenar. Esta planificación cuidadosa a la que estamos sometidas afecta directamente a nuestra salud mental, ya que la posibilidad de improvisar y dejarse llevar a la hora de disfrutar de nuestro tiempo de ocio nos aporta grandes beneficios y reduce nuestro estrés y ansiedad.
En lo que a la gastronomía respecta, antes de la pandemia, lo más común era tomar la decisión de salir en el último momento y no tener problema para encontrar mesa en cualquier restaurante o bar que estuviera en la zona. Ahora esa costumbre se ha vuelto una quimera, obligándonos a planificar cuidadosamente cada salida que queramos hacer, sobre todo si somos un grupo de más de tres o cuatro personas.
Esta tendencia no solo se limita a los restaurantes, también se ha extendido a otras áreas de nuestra vida cotidiana, generando un cambio en nuestra percepción y manera de vivir el tiempo de ocio, y sin dejar lugar a conductas improvisadas e impulsivas en las que siempre derivaban, a menudo, las mejores noches.
Esta obligación de planificar todo aquello que queramos hacer conlleva una carga adicional para nuestra salud mental, ya que tenemos que estar planificando con muchos días de antelación un plan para el que luego, a lo mejor llegado el día, no nos apetece hacer y al que tenemos que asistir por la simple obligación de haberlo planificado y de habernos comprometido a asistir.
Para los que no se rinden y abogan por mantener la espontaneidad de los planes, siempre quedará recurrir a resturantes poco concurridos que no estén ubicados en las zonas de moda de la ciudad u optar por actividades para las que no sea necesario reservar con días de antelación. La clave reside en encontrar la manera de adaptar el 'carpe diem' al modelo de ocio actual para preservar así nuestra libertad de improvisación.
¿Qué fue de aquellas quedadas vespertinas con amigos que se alargaban hasta la madrugada sin necesidad de planificar nada y dejando todo a la improvisación?. Desde que la pandemia irrumpió en nuestras vidas se volvió requisito imprescindible reservar, ya fuera para comer, cenar, tomar una copa o simplemente asistir a un pequeño evento.
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