Qué significa la necesidad de ordenar una habitación para poder ser funcional, según la psicología
Hay estudios que demuestran que hay consecuencias psicológicas y físicas en querer tener todo ordenado
Desde siempre se ha escuchado que mantener un hogar impecable es sinónimo de una vida ordenada y equilibrada. Sin embargo, como ocurre con tantas cosas, el exceso puede ser tan perjudicial como la falta de higiene. Estudios recientes han explorado las consecuencias psicológicas y físicas tanto del desorden extremo como de la obsesión por la limpieza. Si bien un ambiente limpio reduce el estrés y facilita la concentración, cuando el afán por la pulcritud se convierte en una preocupación constante, puede afectar la salud mental.
Los beneficios de un hogar ordenado son numerosos. Un espacio despejado ayuda a reducir el estrés, ya que el orden transmite una sensación de control; además, facilita la concentración al eliminar distracciones y promover un entorno en el que el cerebro puede procesar información de manera eficiente. Asimismo, un ambiente limpio y organizado mejora el estado de ánimo, impulsa la creatividad y permite ciclos de sueño más saludables al favorecer la relajación.
Sin embargo, la “limpieza extrema” o el deseo excesivo de mantener todo en orden puede derivar en ansiedad, germofobia e incluso en conductas obsesivas. Estas tendencias suelen tener raíces profundas, a menudo asociadas con experiencias infantiles. El caso de Judy Batalon, narrado en su libro 'White Walls: About Motherhood, Daughterhood, and the Mess in Between', ilustra cómo la acumulación compulsiva de su madre afectó su percepción del orden en la vida adulta. Según cuenta, esta experiencia la llevó a un control exhaustivo de su entorno, convencida de que la falta de objetos le daría tranquilidad, aunque luego comprendió que su obsesión resultaba opresiva y dañina.
El impacto de la limpieza en la infancia ha sido estudiado por programas como el 'Parent Encouragement Program', cuyos expertos afirman que los niños expuestos a rutinas de limpieza desde pequeños tienden a tener mejores relaciones interpersonales y éxito académico.
No obstante, también existen estudios, como los liderados por Alan Kazdin del 'Yale Parenting Centre', que destacan la importancia de darles a los adolescentes libertad sobre sus espacios, ya que el desorden ocasional es una forma natural de autoexpresión y desarrollo de identidad en esa etapa.
El sentido común parece dictar el camino a seguir: la clave está en el equilibrio. Establecer una rutina de limpieza, asignar lugares para cada objeto y ver la organización del hogar como un acto de cuidado personal son prácticas que pueden contribuir a un ambiente saludable sin llegar a los extremos. Al final, el objetivo es vivir en armonía con nuestro entorno sin que la limpieza se convierta en una carga o en una necesidad que nos robe tranquilidad.
Desde siempre se ha escuchado que mantener un hogar impecable es sinónimo de una vida ordenada y equilibrada. Sin embargo, como ocurre con tantas cosas, el exceso puede ser tan perjudicial como la falta de higiene. Estudios recientes han explorado las consecuencias psicológicas y físicas tanto del desorden extremo como de la obsesión por la limpieza. Si bien un ambiente limpio reduce el estrés y facilita la concentración, cuando el afán por la pulcritud se convierte en una preocupación constante, puede afectar la salud mental.
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