Cómo adelgazar sin hacer dieta y sin volver a engordar: la clave está en el pesocentrismo
Abandonar el círculo vicioso de las dietas implica priorizar un estilo de vida equilibrado y sostenible
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Cada año, muchas personas caen en un patrón repetitivo: septiembre trae consigo la urgencia de perder los kilos ganados durante el verano, mientras las fiestas de fin de año desatan el descontrol alimenticio. Con enero llegan los nuevos propósitos, pero tras semanas de restricciones, el entusiasmo se desvanece, especialmente cuando el calor del verano asoma de nuevo en el horizonte. Este fenómeno, conocido como el “bucle infinito de las dietas”, es impulsado por una cultura obsesionada con el peso y la búsqueda de resultados inmediatos.
La llamada "cultura de la dieta" se centra en la delgadez como sinónimo de belleza, éxito y salud, lo que genera una relación tóxica con la comida. Gabriela Uriarte, dietista-nutricionista, advierte que esta mentalidad convierte a la alimentación en un simple medio para adelgazar o engordar, ignorando su verdadero propósito: nutrirnos. A esto se suma el “pesocentrismo”, la obsesión por alcanzar una cifra ideal en la báscula, que según el nutricionista Daniel Ursúa, puede ser frustrante e inalcanzable, ya que el peso corporal depende de múltiples factores, como genética, hormonas o microbiota, muchos de ellos fuera de nuestro control.
El enfoque tradicional de las dietas suele basarse en una restricción calórica extrema y un control exhaustivo del peso. Sin embargo, este método genera efectos negativos. Por un lado, fomenta el efecto rebote: al abandonar la dieta, no solo se recupera el peso perdido, sino que incluso puede ganarse más. Por otro lado, estas restricciones deterioran la relación con la comida, que pasa a percibirse como una fuente de culpa o prohibición, y no como algo placentero y saludable. Según Antelm Pujol, endocrino y especialista en nutrición, cuanto más restrictiva sea una dieta, menor será su adherencia a largo plazo y peor la relación con la alimentación.
Para romper este ciclo, es fundamental cambiar el enfoque: dejar de ver la pérdida de peso como el objetivo principal y centrarse en mejorar los hábitos de vida. Los expertos coinciden en que la clave está en adoptar cambios sostenibles y realistas que puedan mantenerse en el tiempo. En lugar de buscar soluciones rápidas y milagrosas, como dietas detox o cetogénicas extremas, es importante plantearse objetivos a largo plazo y asumir que la pérdida de peso, si ocurre, será una consecuencia de hábitos saludables, no un fin en sí mismo.
Entre las estrategias más efectivas para lograrlo, destaca la adopción de una alimentación equilibrada, como la dieta mediterránea, que prioriza vegetales, cereales integrales, grasas saludables y reduce al mínimo el consumo de azúcares y ultraprocesados. También es esencial incorporar actividad física regular, no como un castigo, sino como una rutina disfrutable que se adapte a los gustos y horarios personales. Además, el descanso adecuado es clave: dormir bien no solo mejora el rendimiento diario, sino que también contribuye a la salud general y la regulación del peso.
Daniel Ursúa subraya que nadie puede vivir permanentemente calculando calorías o siguiendo un menú rígido. Comer debe ser algo sencillo y placentero, sin culpas ni obsesiones. Consultar con un dietista-nutricionista puede ser el primer paso para aprender a construir una relación saludable con la comida y personalizar los hábitos según las necesidades y objetivos de cada individuo.
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Cada año, muchas personas caen en un patrón repetitivo: septiembre trae consigo la urgencia de perder los kilos ganados durante el verano, mientras las fiestas de fin de año desatan el descontrol alimenticio. Con enero llegan los nuevos propósitos, pero tras semanas de restricciones, el entusiasmo se desvanece, especialmente cuando el calor del verano asoma de nuevo en el horizonte. Este fenómeno, conocido como el “bucle infinito de las dietas”, es impulsado por una cultura obsesionada con el peso y la búsqueda de resultados inmediatos.
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