Esta es la actitud que las personas con una gran inteligencia emocional evitan a toda costa

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En un mundo dominado por las redes sociales donde todo el mundo puede dar su opinión de forma anónima sin pensar en el impacto que esta puede generar en las personas de las que opinamos, los psicólogos resaltan la importancia de reflexionar antes de hablar, y señalan que las personas que tienen una gran inteligencia emocional evitan dar su opinión cuando esta afecta a otras personas.

Y es que, aunque todos tenemos derecho a expresar nuestras ideas eso no implica que todas las opiniones deban ser compartidas, sobretodo cuando estas no han sido pedidas, ya que pueden causar un daño innecesario a los demás.

Muchas veces confundimos ser honestos con dar nuestra opinión sin filtros, por ello debemos preguntarnos si nuestra opinión realmente es necesaria y si le importa a los demás. Y es que los comentarios, en un principio, bienintencionados pueden ser recibidos como ataques.

Las redes sociales han convertido el derecho a opinar en un lugar donde abunda el prejuicio indiscriminado que merma la salud mental y la autoestima de las personas a las que se dirigen esos comentarios negativos que están disfrazados de simples opiniones pero que, en realidad, conllevan dar opinión sobre el aspecto físico o el trabajo de alguien sin tener todos los datos necesarios para pronunciarnos de una manera objetiva.

Las personas que demuestran tener una gran inteligencia emocional se preguntan antes de opinar si aquello que van a decir es cierto, si es bueno para los demás y si es útil. Si ante alguna de estas cuestiones la respuesta es negativa, lo mejor será guardar silencio porque, aunque mucha gente se pueda pensar que su opinión interesa a cualquier persona de su alrededor, lo cierto es que no es así.

Por tanto, demostrar inteligencia emocional implica saber cuándo nuestras palabras pueden aportar valor y cuándo es preferible no decir nada. Ser consciente del impacto de nuestras opiniones y ofrecerlas solo si son solicitadas es fundamental para construir una comunicación saludable y empática.

Y es que a veces, el acto más inteligente es guardar silencio y demostrar que comprendemos el poder que tienen nuestras palabras. No debemos olvidar que no somos portavoces de nadie y que nuestra opinión, por mucha razón que creamos tener, no es más valiosa ni importante que las de los demás.